Ayer volví a ver La función por hacer, el primer título del repertorio de los Kamikaze y piedra fundacional o arranque de la empresa que gestiona el actual Teatro Pavón. Recuerdo que la vi hace dos lustros, el último día que la representaban en el hall del Teatro Lara. El vago recuerdo que tengo es que me gustó entonces pero ahora me ha gustado mucho más. ¡Qué gozada ver al mismo elenco de antaño con diez años encima, crecido, seguro, gracioso y más sabio, haciendo disfrutar a un público que sigue ensimismado su juego de verdades y engaños! La compañía anuncia que será la última vez que la represente, corra a verla querido lector porque pertenece a esas piezas que dejan un recuerdo indeleble. Hasta el 26 de julio.
¡Y qué buena adaptación la de Miguel del Arco y de Aitor Tejada de Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello! Los actores adoran hablar de teatro y de su oficio en el escenario, jugar a que la vida es mentira y el teatro, realidad; llevan hablando de sí mismos desde los tiempos de Calderón, por lo menos, y desde hace unos años la metateatralidad en los escenarios madrileños ha tomado fuerte posiciones, es pan de cada día. Pues bien, ya se sabe que la obra de Pirandello es la supermetateatralidad y esta versión de los Kamikaze es una deliciosa actualización tragicómica síntesis del original, que permite a los actores lanzarse sin red a un escenario vacío solo con su cuerpo en una rara mezcla de humor, realismo y fantasía.
El argumento nos presenta, por un lado, a una compañía de actores que en esta versión ha quedado reducida a dos: los actores Miriam Montilla y Cristóbal Suárez, también pintor, son pareja y se proponen ensayar una comedia. Tienen un inicio desternillante y un desarrollo donde su faceta cómica se dispara actuando de motor de lo que a continuación vendrá.
Lo que viene son los seis personajes en busca de autor que Del Arco-Tejada han dejado en cuatro. Estos personajes se han rebelado, no quieren que sus vidas sean interpretadas por los actores y luchan contra estos porque quieren ser ellos mismos los que las expongan al público, solo a ellos les pertenece. Sus dramas también se han modificado: Israel Elejalde actúa como una especie de líder de esta troupe y está liado con Bárbara Lennie, la mujer de su hermano, Raúl Prieto, un macarra violento que el actor borda. Lennie es una sensual mujer que defiende la pasión y el amor por encima de todo y frente a ella está Manuela Paso, mujer de Elejalde, que desde el inicio nos transmite con su sola presencia gran dramatismo. Hay muchos momentos fabulosos, uno de ellos es cuando Lennie le dice a un atormentado Prieto que desea largarse porque ya no soporta tantos “cuernos” que lo haga y corre a abrirle las puertas del teatro mostrándole que fuera de él no es nada.
La función es como un partido de tenis, de réplicas y contrarréplicas sobre la verdad del teatro, los actores, la tragedia… y, sobre todo, sobre los misterios de la creación artística. Qué coincidencia que tanto Pirandello como otro gran escritor contemporáneo suyo, Stefan Zweig, se hayan detenido precisamente en este asunto para coincidir señalando que “el misterio de la creación artística es el mismo misterio del nacimiento”, decía el italiano. Mientras Zweig, preguntádose sobre como surge la obra de arte, señalaba: “el artista solo puede crear su mundo imaginario olvidándose del mundo real”.