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Stanislavblog por Liz Perales

Traiciones en moviola y hacia atrás

Harold Pinter, un magnético Raúl Arévalo y con dirección de Israel Elejalde. 'Traición', en el Pavón Kamikaze, es una de las mejores obras que se pueden ver ahora en Madrid

18 septiembre, 2020 17:25

Traición es una de las mejores obras que se pueden ver en estos momentos en Madrid. Es de las más conocidas y de mayor éxito de Harold Pinter, y la producción madrileña cuenta con un magnético Raúl Arévalo capitaneando un elenco a su altura de dos actores hasta ahora desconocidos para mí, Miki Esparbé e Irene Arcos. La dirección de Israel Elejalde, que introduce a la pianista Lucía Rey en escena, lleva la obra con precisión, escucha y ritmo como si se tratara de ejecutar una composición musical. La obra se suspendió en marzo por la epidemia y ahora ha vuelto al Pavón.

Arévalo en el escenario es un regalo: parece como si vistiera una armadura imantada que te impide quitarle los ojos de encima, pertenece a esa escasa casta de actores de fascinante carisma hasta para tomar asiento o beberse una copa, y aquí se bebe varias. En la pieza compone un marido frío y hermético, sin atisbo de sentimentalidad, un cínico al que parece que los cuernos de su mujer no le afectan. Todo en su personaje es apariencia, de una forzada contención para expresar sus deseos, pero hay bastante mala leche en él, luego estalla en cosas nimias y cotidianas.

Lo fascinante de Traición es que el espectador, aunque conoce desde la primera escena el desenlace de la historia, tiene interés por saber cómo ha sido el adulterio. Creo que es gracias a la cronología invertida que Pinter aplica al relato —lo cuenta desde el final y hasta el principio, en nueve escenas— lo que alimenta en el espectador la sed de saber más, de conocer los morbosos detalles de las relaciones que tejen el trío. Da la sensación de que el autor nos presenta cada escena como si estuviera en un laboratorio diseccionando las acciones que suscitarán que crezca o disminuya la pasión y el engaño aparejado.

Esta estructura hace del transcurso del tiempo casi un personaje, que Elejalde presenta con pequeños cambios del color en el atrezo y que ayudan al espectador a comprender mucho mejor la evolución que opera en los personajes. Acertada es la escenografía realista de Mónica Boromello, porque el teatro de Pinter lo es. Y también están bien medidos los diálogos y sus silencios, que se elevan sobre cualquier coloquialismo y se parecen más a nuestra forma de hablar, con lapsus y vacilaciones. 

Se ha dicho que Traición es un estudio sobre los laberínticos modos en los que puede manifestarse la traición. Aquí hay amores y amistades traicionadas, desde luego, y también traiciones a uno mismo. Pero creo que también transmite un gran escepticismo sobre las relaciones amorosas, sobre el matrimoino o la pareja, sobre la transformación del amor en relación al paso del tiempo, y sobre nuestra cómoda preferencia de no dar rienda al deseo y mantenernos en nuestras confortables y convencionales vidas.

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