Reír por el placer de reír
'No todo el mundo puede ser huérfano' es una vacuna eficaz contra el aburrimiento y una comedia atrevida por las situaciones tan desmadradas que reúne
Los galos Les chiens de Navarre son artífices de un humor excesivo, ruidoso y gamberro, y a la vez con una estética y una buena factura que lo aleja de lo vulgar. Acaban de presentar en los Teatros del Canal No todo el mundo puede ser huérfano, que estará hasta el 18 de abril. Comprendo el éxito que ha tenido en su país. Si le gusta reír por el placer de reír, esta es su comedia. Una comedia también muy osada.
Con la que está cayendo no están los ánimos para dramas y tragedias, recuerdo pocas temporadas madrileñas con tanta oferta de comedias como ésta, en la que hay estupendísimas como ya he venido reseñando en este espacio. La comedia ayuda a liberar al respetable de tanta presión vírica y de otros bichejos mientras propone el mejor de los contagios posibles en la butaca de la platea: el de la risa del vecino. Además, se va a ver una comedia con otra predisposición de ánimo que cuando se va a ver un drama, y si los actores cumplen, entonces nos sentimos recompensados y reconfortados.
No todo el mundo puede ser huérfano es vacuna eficaz contra el aburrimiento y sin trombos secundarios que la invaliden. Te mantiene en guardia todo el tiempo. Está espléndidamente producida: un elenco magnífico, una enorme escenografía diseñada para una puesta en escena con el público a dos bandas, suena una play list seleccionada con gusto, y unas situaciones tan delirantes y atrevidas como pocas veces se ven, eso sí, con fuertes dosis de escatología para que los actores -que también son sus autores- se recreen en lo sucio, lo guarro, el pedo, la mierda… vamos, teatro obsceno y liberador.
La obra lleva la firma colectiva de la compañía Les chiens de Navarre, que dirige Jean-Christophe Meurisse desde 2005. El nombre recuerda a Deschiens, serie de humor de la televisión gala que se hizo muy célebre en los años 90 dirigida por Jerome Deschamps y Maia Makeïeff y que luego produjo varios espectáculos teatrales (pudimos ver en el Festival de Otoño de Madrid Les Pensionnaires y Salles des fêtes). Les chiens de Navarre ha incorporado al elenco de No todo el mundo puede ser huérfano a dos de los cómicos más icónicos de aquella formación: Olivier Saladin y Lorella Cravotta, muy populares en Francia que no temen la improvisación y el riesgo de la desmesura en escena. Junto con otros seis actores conforman un elenco en el que hay espléndidos comediantes.
La situación o el conflicto de partida es una cena de Navidad donde los progenitores -el matrimonio que componen Saladin y Cravotta- hacen un anuncio que causa el disgusto de su descendencia, caracterizada en los arquetipos de la generación actual (la mística vegetariana, el pijo ecologista…). Pero, de lo que se trata en realidad es de narrar la vida en familia desde la comicidad, porque ya se sabe que el de la familia es un extraordinario argumento que recorre la historiografía teatral en sus distintos géneros. Meurisse y su troupe eligen el camino de la desmesura de las situaciones, pero también inyectan su pizca de metateatro que nos recuerda que la vida es comedia, y otros recursos efectivos como incluir una parodia de la trágica Medea donde Cravotta es aleccionada por su hija.
Antes he dicho que No todo el mundo puede ser huérfano es una comedia muy atrevida, por deslenguada -incluye bromas sobre los tabúes del momento y sobre la relación de padres e hijos-, pero sobre todo por las situaciones tan desmadradas e inesperadas que reúne y que los actores interpretan con una falta absoluta de pudor. El parto de la madre y la llegada de un bebé a la familia es una de ellas, y hay más como la del inodoro. Nos reconocemos en el aburrimiento de estar en familia sin saber qué contar, en jugar con los familiares al Trivial, en la indigestión que nos ha provocado la cena, en las batallitas que tenemos que aguantar de los mayores… ocurre que la dirección inesperada que toman, como si perdieran el control, nos coge por sorpresa y poco nos importa su verosimilitud cuando ya estamos instalados en la carcajada.
En general, la obra se configura como un repertorio de variaciones cómicas en torno a diversas situaciones inspiradas en el hecho de vivir en familia. El lírico final, quizá el momento más surrealista de toda la obra, justifica el título. Aunque lo intentemos, no podemos alejarnos de la familia, es refugio y cárcel.