Preparando un artículo sobre Thomas Bernhard me encontré con Ingeborg Bachmann, muy elogiada -cosa rara en él- por el escritor austríaco, su amigo y, quizás, algo más en algún momento. Bachmann, también austríaca, tuvo una fuerte formación en derecho, psicología, filología y, sobre todo, filosofía, y su obra como poetisa y narradora -amén de estar marcada por la búsqueda de novedades formales y por una notable impronta intelectual- gira sustancialmente en torno al daño y al dolor, procedan de causas existenciales, propias de la fragilidad de la naturaleza humana, o, más específicamente, de la acción negativa de unos hombres sobre otros.
El caso es que, a los pocos días, encontré y he leído un libro de Ingeborg Bachmann titulado Diario de guerra (Akal). Estamos muy mal surtidos actualmente en castellano de los libros de Bachmann. Hiperión publicó dos de sus poemarios. En realidad, Diario de guerra se compone de seis páginas de un diario que Bachmann escribió a finales de la II Guerra Mundial, cuando era estudiante y tenía 18 años, y de once cartas dirigidas a ella por un joven soldado que fue su amigo y, sin reciprocidad por parte de ella, su enamorado. En el diario, ella narra -entre otras cosas- el encuentro y del comienzo de su relación con el militar.
Bachmann fue gran amiga del alemán Hans Werner Henze, uno de los más grandes compositores contemporáneos, comunista y homosexual, fallecido hace apenas un mes. Escribió libretos para sus óperas.
Podemos encontrar en español Tiempo de corazón: Correspondencia (Fondo de Cultura Económica), las cartas cruzadas entre Bachmann y el angustiado poeta rumano, en lengua alemana, Paul Celan, judío que fue prisionero de los nazis y que se suicidó en París, en 1970, arrojándose al Sena. Bachmann y Celan, que estaba casado, fueron amantes atormentados durante varios años a partir de 1948.
Durante los años 60, Ingeborg Bachmann fue compañera sentimental del escritor suizo Max Frisch. El autor de Andorra y Homo Faber la abandonó.
Los padres de Ingeborg Bachmann eran partidarios del nazismo, y el diario de la escritora refleja, con la ingenuidad y la rebeldía de una adolescente, su rechazo a los nazis, su gusto por la libertad y por la lectura de cuanto le prohibían.
Pero he aquí que el joven soldado que Ingeborg conoce, Jack Hamelish, es un judío austríaco, cuyos padres han muerto a manos de los nazis, y que, tras huir de su país, primero, se ha enrolado como intérprete en el ejército británico que ocupa Austria con los aliados.
Jack es cordial, cariñoso, tiene un alma pura y no tiene rencor. ¿Cómo será la relación entre la hija de unos padres nazis y un menospreciado chico judío, compatriota, obligado a abandonar su patria por gente como la familia de ella y ahora miembro de un ejército ocupante para unos y liberador para otros?
Jack escribe a Ingeborg en 1946 cuando ya han dejado de verse. No se verán nunca más. Él va hacia Palestina, donde se instalará para vivir hasta su muerte en el estado de Israel. Jack añora a Ingeborg, está claramente enamorado de ella, pero se ve que ella, que lo quiere mucho como amigo, no está enamorada de él.
Escribe Jack a Ingeborg refiriéndose a su relación: "Para mí no fue un simple encuentro, para mí fue una prueba de que a pesar de todo lo que ha caído sobre nuestros dos pueblos aún existe un camino, el amor y el entendimiento".
Después de un siglo XX atroz, estas palabras son una propuesta para un siglo XXI en el que continúan, hoy mismo, los enfrentamientos y la violencia entre comunidades y países, tantas veces con notoria desigualdad en la fuerza empleada. Una nota editorial dice, con razón y elocuencia, que Diario de guerra es un testimonio único y conmovedor del diálogo entre los hijos de las víctimas y de los verdugos.
Ingeborg Bachmann murió en Roma a los 47 años, en 1973, como consecuencia de las quemaduras de un incendio, de origen nunca bien aclarado -¿un cigarrillo?- que se produjo en su piso.