Tengo una cita por Manuel Hidalgo

Séneca y Diderot

24 septiembre, 2013 09:00

No cultivo la bibliofilia ni tengo especial predilección por el coleccionismo de valiosos libros viejos. Pero lo cierto es que, cuando me topo con una librería o feria de libros antiguos y de ocasión, suelo curiosear, doblemente si los ejemplares están expuestos al aire libre y el agradable clima del día es propicio para el paseo y la demora. Mi interés se centra entonces en husmear entre los restos de aquellas colecciones que me proporcionaron cuantiosas lecturas en la primera adolescencia: Austral, Reno, Áncora y Delfín y por ahí.

Así, este verano, en la mejor compañía, en una tarde estupenda y en San Lorenzo de El Escorial, me hice con Vida de Séneca, de Denis Diderot, editada en 1952 precisamente por Austral. Color anaranjado. Hay una edición accesible de Losada de hace escasos años.

Diderot (1713-1784) escribió este libro ya mayor, a los 65. No es una biografía al uso, como entendemos el género actualmente. Los numerosos apuntes biográficos dejan sitio al ensayismo, al pensamiento y a la opinión beligerantes, y el ilustrado aprovecha, por ejemplo, para arrearle un contundente soplamocos a su viejo amigo Jean-Jacques Rousseau.

El libro es una encendida defensa de Séneca (4 a.C-65 d.C.), que venía siendo criticado por historiadores y pensadores por haber permanecido tanto tiempo como preceptor y consejero de Nerón. Diderot asume y respalda el punto de vista del filósofo cordobés, quien –antes de romper definitivamente con el tirano e inmolarse mediante suicidio- argumentó que valía la pena la tarea de intentar educar al príncipe en los buenos principios y, después, continuar a su lado, no sin dolor y sacrificio, para evitar males todavía mayores.

En su alegato en favor del filósofo estoico, Diderot llega a dar una imagen de Nerón no tan negativa como la que ha trascendido al conocimiento vulgar de la Historia, defendiendo sobre todo la primera parte de su mandato. Uno de los atractivos del libro es, a tal respecto, el repaso que hace el enciclopedista de las figuras y de los reinados imperiales de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, todos ellos al frente de Roma durante la vida de Séneca.

Diderot se muestra como un brillante y belicoso argumentador, muy dialéctico a la hora de exponer sus juicios y reflexiones. A veces, ante un asunto sobre el que pensamos, nos vemos atrapados en la duda por haber llegado nosotros mismos a barajar conclusiones radicalmente opuestas.

Diderot habla, por ejemplo, de los filósofos como moralistas, abordando un comportamiento que a todos nos interesa como sujetos éticos. Citando a Tácito, dice primero: “No hay que predicar a los demás lo que somos incapaces de hacer”. Parece razonable.

Pero sólo unas líneas más abajo, escribe el enciclopedista: “Hay que predicar a los demás todo lo que es bueno y loable, seamos o no capaces de hacerlo”. Caramba, también parece razonable.

Y un poco después llega la todavía más razonable síntesis: “Se enseña con el precepto, se enseña con el ejemplo; cada una de estas lecciones tiene su ventaja. Feliz aquel que puede ofrecernos los dos y que, dotado del talento de Horacio, añade con su modestia: ‘Si no soy el instrumento que corta, ¡seré al menos la piedra que afila!’”

Image: Florentino Díaz

Florentino Díaz

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