La novela sobre economía de Enzensberger
A sus 86 años, el ensayista, poeta, novelista y dramaturgo alemán Hans Magnus Enzensberger mantiene, por lo visto, una actividad intelectual admirable. Y han pasado seis fructíferas décadas desde que se dio a conocer con su primer poemario.
Enzensberger, que ha escrito novelas para niños, nos ofrece ahora “una novelita sobre economía” -según reza literalmente su subtítulo- “con” niños, que también podría parecer “para” niños por el tono escogido. Pero ésa sería una impresión engañosa, que se disipa conforme avanza la lectura.
¡Siempre el dinero! (Anagrama), con traducción de Carles Andreu e ilustraciones de Javier Mariscal -que confirman y refuerzan la retórica ingenuista del relato-, recurre a la muy contrastada -en la literatura y en el cine- figura de la anciana estrafalaria, incorrecta y libérrima para sustentar un didáctico, apretado y muchas veces heterodoxo repaso a casi todos los problemas y cuestiones económicas que hoy están sobre el tapete.
La millonaria tía Fé visita la ciudad de su familia y se aloja en un hotel de lujo en el que recibe a sus tres sobrinos-nietos: Felicitas, Fabian y la que pequeña Fanny. Felicitas, su ahijada, la mayor, tiene 18 años. Se suscita desde el principio el tema del dinero, y la tía, viendo el interés de los niños, les va proponiendo juegos y reflexiones que les estimulen a pensar sobre la economía. Las opiniones de los niños y los sencillos, agudos y, tantas veces, provocadores comentarios y apostillas de la tía van conformando el mencionado repaso a los asuntos y actividades económicas que ahora nos conciernen y nos preocupan a todos. Me parecen sobrantes las (wiki)citas en los márgenes y en el cuadernillo final.
Como era de esperar, la relación de la tía con los chicos -y con sus padres-, sus salidas y sus excursiones propician una leve trama que acoge a otros personajes secundarios, va sirviendo para un retrato social panorámico y ofrece algunas variables e incidencias que mantienen vivo el interés por el argumento.
La sustancia de la obra reside, claro, en el tratamiento del caudaloso temario económico. Enzensberger, camuflado doblemente en las voces de la inconformista y algo ácrata tía Fé y en la perspicacia todavía no maleada de sus sobrinos, aprovecha la ocasión para desplegar su acreditado humor satírico y emitir sus pullas críticas -en un arco que va de lo irónico a lo sardónico- sobre la práctica totalidad de los asuntos que dan hoy titulares en las páginas de los periódicos y tribulaciones a nuestra agobiada relación con el dinero. Todo ello preservando un clima encantador, por así decirlo, propio de ciertas fábulas, aunque el lector no dejará de percibir las esperables cargas de profundidad.
El padre de los niños -pura clase media en dificultades- es funcionario y, en una ocasión, su hijo Fabián valora su cometido. Pero la tía Fé no se corta: “Está muy bien que lo defiendas, querido. Pero la mayoría de los funcionarios ministeriales se pasan el día produciendo documentación inútil, carne de archivador y de trituradora de papel; igual que los periodistas, los abogados, los responsables de velar por la igualdad de oportunidades, los agentes de cambio, los publicitarios y los banqueros. Cuanto mayor es una oficina, más inútil es la actividad que se desempeña en ella”.
La última afirmación da idea de la mordacidad y el arriesgado ingenio de la tía Fé, que no siempre acierta a ser justa y sagaz al mismo tiempo. Ni siquiera lo intenta. Pretende azuzar la inteligencia crítica de los chicos como Enzensberger la de sus lectores, mientras se va completando el caleidoscópico paisaje actual de la vida, del dinero y de los principales agentes y procedimientos del capitalismo, que, como se habrá adivinado, reciben su correspondiente colleja, dicho sea sin salirnos del lenguaje infantil.