Los osos sicilianos de Dino Buzzati
¿Libro para niños? Imaginen la respuesta: sí, pero no sólo. Incluso: mejor para adultos, quienes probablemente lo disfrutarán más y con mayor provecho
Todavía no he visto La famosa invasión de los osos en Sicilia, la muy elogiada película en dibujos animados del ilustrador, historietista y cineasta italiano Lorenzo Mattotti, pero me ha apetecido leer el libro homónimo de Dino Buzzati (1906-1972) en el que se basa, ya que el escritor italiano nunca me ha defraudado. Existen ediciones en español de Gallo Nero y Alfaguara, que yo sepa, si bien he rescatado de mi biblioteca la edición de 2004 de Gadir, con traducción de María Estébanez, que, vaya por Dios, lleva un título ligeramente distinto: La famosa invasión de Sicilia por los osos.
Cinco años después de El desierto de los tártaros (1940), Buzzati publicó por entregas su libro en Corriere dei Piccoli, suplemento para niños que entonces él mismo dirigía en Corriere della Sera, periódico en el que trabajó o colaboró a lo largo de varias décadas.
¿Libro, pues, para niños? Imaginen la respuesta: sí, pero no sólo. Incluso: mejor para adultos, quienes probablemente lo disfrutarán más y con mayor provecho. Esto, lo sé, se dice en no pocas ocasiones de algunos libros inicialmente destinados al público infantil, y en algunas de esas ocasiones es bien cierto. Por ejemplo, en ésta.
“Sucedió en los tiempos de Maricastaña / cuando las bestias son buenas y el hombre no engaña…” Centenares de osos, agobiados por el frío y el hambre durante un invierno terrible, descendieron de las montañas para remediar su infortunio en el valle y en la capital habitados por los hombres y sometidos a la tiranía del Gran Duque, declarado enemigo de los osos. Las huestes ursinas estaban comandadas por su rey, el Rey Leoncio, el cual, a la sazón, no había logrado impedir que su querido hijo Tonio fuera capturado, años atrás, por unos cazadores. Ahora, ya que iba de expedición, Leoncio aspiraba también a recuperar a su hijito, si acaso estuviera vivo.
¿Delicioso? Reconozcamos que es un adjetivo pringoso para calificar cualquier cosa que no sea un pastel o no venga emplatada. No obstante, correremos el riesgo de calificar de delicioso La famosa invasión de los osos en Sicilia (lo citaré así, si es que vuelvo a citarlo). Delicioso, sí, pero también con un punto de gusto a almendra amarga. Y también divertido, ingenioso y, desde el punto de vista literario -y no sólo literario-, muy interesante.
El libro, de muy rica textura, arranca con la presentación de los personajes principales -apuntes de extensión desigual a modo de “dramatis personae”-, y ya, de primeras, brilla la frescura y la gracia de Buzzati, cuando, por ejemplo, se dirige a los lectores -cosa que hará muchas veces-, al describir a un personaje, y dice: “Por ahora no podemos deciros más; y es inútil que insistáis”. Buzzati se hace preguntas, especula, advierte -como cuando a continuación describe los escenarios de la acción-, y ya avanza algunos rasgos de juego metaliterario y juego a secas con los que capturan y cautivan al lector por su agudeza.
Estamos, claro, en el terreno de la fábula, de la alegoría, y, como es de imaginar, esta historia con osos de variopinta -y bien pintada- personalidad, de astrólogos profesorales con varita mágica para sólo dos usos, de monstruos terrestres y marinos, de jabalíes, ogros, gatos, castillos y tiranos, de batallas y traiciones, de secretos y misterios numerados, muertes y terrores, esta historia, digo, nos va a hablar, con animales y con hombres, de la condición humana, de las grandes tentaciones y de cómo echarse y echarlo todo a perder. Porque la ciudad es corruptora y, de hecho, corrompe, y la civilización -con sus atractivos- tiene una acción corrosiva, y quizás -con la moraleja que no puede faltar en una fábula- sea bueno regresar a la naturaleza, recado de muy actual predicamento.
A lo largo de los doce capítulos del relato, en los que transcurren trece años, Buzzati inserta romances, coplillas y canciones con rima que contribuyen a la narración o comentan lo narrado. Igualmente, la historia cuenta con excelentes ilustraciones del propio Buzzati -en verdad, excelentes-, que refuerzan el escenario poético, plástico y mágico en el que se desarrolla la acción y que, acompañadas de breves textos, también resumen y “ponen al día” lo narrado. Un juego más, puesto que Buzzati se refiere a ellas en el texto, interactúa con ellas.
Podría ser equívoco traer aquí a colación Rebelión en la granja, obra muy distinta y de un significado político muy expreso y concreto. Pero, en fin, ya está dicho, y sólo conviene añadir, por si acaso, que la novela de George Orwell y el relato de Buzzati aparecieron el mismo año (1945), siendo descartable (creo) cualquier influencia recíproca.
Para ver cómo es el tono y el toque lúdicos que Buzzati imprime a su narración puede servir muy bien cualquier cita, por ejemplo la descripción inicial del Lobo Furioso. Dice así: “Lobo Furioso. Tercer monstruo. Puede ser que no aparezca en la historia, incluso no tendría por qué aparecer nunca, si estamos bien informados. Pero nunca se sabe, podría llegar de un momento a otro. Y entonces, ¿qué papel hacemos nosotros, sin haberlo anunciado?”.
No sé si todo lo dicho hará pensar al lector de estas líneas en llevar a sus niños al cine o en regalarles este libro, por entender que está dirigido a un público infantil. Pero, si lo he traído aquí es, como dije al principio, porque creo que es un lector, y un buen lector, adulto quien más jugo sacará y más gozará de esta historia. Y de su escritura, por descontado. Y, vistos con detenimiento, de sus dibujos.