Arte de los bancos y bancos de arte (II)
La Estrategia para las Artes Visuales que el extinto Ministerio de Cultura presentó pocos días antes de las elecciones a las asociaciones del sector incluye una propuesta que los nuevos responsables gubernamentales deberían considerar: la creación de unos fondos estatales de arte. La Estrategia señala la necesidad de “reordenar, registrar, organizar, investigar, documentar y enriquecer el patrimonio del Estado, y ponerlo a disposición de aquellas instituciones públicas interesadas en su difusión” mediante la creación de tres fondos: uno de Arte Contemporáneo, otro de Fotografía y un tercero de Nuevos Medios, que podrían más adelante fusionarse en un sólo Fondo de Artes Visuales. Se detalla:
El Fondo Estatal de Arte Contemporáneo estará conformado por un núcleo inicial de obras de arte contemporáneo propiedad del Estado que no están adscritas a los museos de arte de titularidad estatal, al que se irán incorporando nuevas adquisiciones e ingresos, a propuesta de un Comité Asesor creado a tal efecto. En la actualidad existe un gran número de obras de arte que están dispersas en diversos organismos (colecciones del Senado, Congreso, AENA, colecciones o adquisiciones de empresas públicas, ICO, ministerios, embajadas, adquisiciones procedentes del 1%, etc.) que precisan una reordenación. (...) La misión del Fondo Estatal de Arte Contemporáneo, además de ordenar, fortalecer y dinamizar el coleccionismo público, será la de reflejar la práctica artística contemporánea de nuestro país, con especial atención a la creación más joven, dando así un mayor dinamismo a nuestro sistema artístico.
No están los presupuestos para emprender un programa ambicioso de adquisiciones y encargos pero sí se puede ir organizando la estructura mientras las arcas públicas se recuperan y abrir ya las otras dos vías de incorporación de obras a estos fondos las donaciones o daciones -una vez se apruebe la nueva Ley de Mecenazgo- y los depósitos de colecciones particulares. Es importantísimo que el Estado promueva la creación de patrimonio y que nos asegure que en las colecciones públicas encontraremos mañana el mejor arte de hoy. Pero quizá podrían tenerse en cuenta otros modelos. En España hemos mirado siempre con envidia el sistema francés de los FRAC (Fondos Regionales de Arte Contemporáneo), existentes desde 1981 y financiados por las regiones y por el Estado. Son colecciones muchas veces sin sede física formadas a través de compras y encargos que pretenden tener una gran presencia social a través de exposiciones, préstamos y actividades pedagógicas -en colaboración con museos de Bellas Artes, monumentos históricos, centros de arte municipales, escuelas de arte y establecimientos escolares o universitarios-, a la vez que contribuyen al sustento de creadores y galerías. Hay 23 regiones con su FRAC pero algunas destacan por el volumen de sus colecciones: Bretaña con 3.928 obras de 496 artistas, Les Abattoirs de Toulousse con 2.332 obras de 701 artistas. El total de estas colecciones francesas, el tercer acervo público tras la del Centre National des Arts Plastiques y el del Musée National d'Art Moderne, debe superar las 20.000 obras.
En Estados Unidos hay varios Art Bank, algunos de ellos muy modestos. Uno de los más destacables, por lo que he podido saber, es el Alaska Contemporary Art Bank (ACAB), fundado en 1975, dependiente del Alaska State Council of the Arts, a través del programa Art in Public Places, y financiado con el 1% cultural. Si el de Canadá se limita a artistas canadienses, éste protege a los artistas de Alaska. Comenzó a formarse a través de las adquisiciones realizadas en exposiciones seleccionadas por jurados y ahora compra a través de convocatorias y de recomendaciones de un comité asesor. Las obras, más de 700, se prestan sólo a oficinas gubernamentales en toda Alaska. Washington mantiene el District's Art Bank Collection, financiado por el programa DC Creates Public Art! La propiedad de las aproximadamente 2.500 obras es del distrito y la gestiona, como en Alaska, su programa Art in Public Places, que las presta a dependencias gubernamentales para sus espacios abiertos al público.
Australia ha desarrollado el modelo a través de su Artbank National Contemporary Art Rental, con unas 10.000 obras de unos 3.000 artistas. Las tarifas parten de 110 dólares australianos (87 euros) y hay un contrato mínimo -que no es de dos años sino de uno- de 550 dólares al año, también deducibles por completo. Allí sí se puede alquilar obras para los domicilios particulares y se deduce que es obligado asegurarlas, con la posibilidad de incluirlas en el seguro del hogar general. Funciona desde 1980 y se concibe como un programa de apoyo al arte, respaldado por el gobierno australiano a través del Office for the Arts -que depende del Department of the Prime Minister- en el cual se pretende involucrar al ciudadano que, a través del pago de la tarifa de alquiler, contribuye al sostenimiento del mismo. Artbank es, se presume, el más activo comprador de arte australiano contemporáneo.
Hay un Art Bank en Corea, del que sólo sé que depende del National Museum of Contemporary Art, y no hace mucho, en 2006, se creó uno en Sudáfrica, el Art Bank Joburg en Johannesburgo. Destinado al alquiler, se ofrece también a empresas, con contratos de dos años. Se justifica por el requisito de que las obras reflejen la vida y el paisaje de la ciudad, lo que no parece muy buena idea. Un 60% de sus clientes son dependencias municipales y provinciales; el resto son privados.