Y tú que lo veas

Arte de proximidad

3 octubre, 2012 02:00

Me gustaría mucho creer que no importa dónde se sitúe un buen museo o centro de arte. Que su oferta cultural no sólo hará que los interesados no se desanimen a la hora de cubrir las distancias sino que incluso conseguirá, poco a poco, crear público allá donde se instale. Pero estoy harta de ver museos periféricos completamente vacíos. Por supuesto que el número de visitantes no debe ser más que un factor más en la evaluación de una institución cultural, pero no pienso que en estos tiempos estemos para desperdiciar esfuerzos. Hay que llegar a la sociedad y, como apuntaba la semana pasada, el arte tiene que ir donde está la gente. No estoy abogando por la centralización sino por la necesidad de calibrar dos factores fundamentales: ubicación y proporciones.

El viernes pasado se inauguró en Barcelona el nuevo centro de arte actual Fabra & Coats, en el barrio de Sant Andreu, con un proyecto de David G. Torres, colaborador habitual de esta revista. En El Cultural ya les hemos informado sobre el complicado proceso de reivindicaciones, planes frustrados e imposiciones políticas que nos han llevado hasta aquí. Puesto que el centro ha abierto sus puertas deseemos lo mejor para él, pero tiene un futuro incierto. El edificio es enorme y se han acondicionado por ahora sólo 600 de los 2.450 metros que se han previsto. ¿Con qué dinero se piensa hacer? Dice el alcalde Xavier Trías que es una de sus prioridades y que lo terminará en pocos años. ¿Quién cree en tales promesas hoy en día? El centro nace sin director, sin presupuesto y sin equipo propios. No es ahora esa la cuestión, aunque sea bien grave. Lo que me pregunto es: ¿será capaz Fabra & Coats de llevar a barceloneses y visitantes hasta un área que está completamente fuera de los centros del turismo cultural de la ciudad?

En azul, centro de Barcelona. En amarillo, el canódromo y el rojo el nuevo centro de arte

En el mapa se aprecia la distancia del centro tanto del Canòdrom, descartado como centro de arte tras largos años de preparativos e inversiones, como de la fábrica de Fabra & Coats. ¿Es razonable instalar un centro de arte en Sant Andreu? Claro, por qué no. Pero de otras dimensiones. Allí existe ya Sant Andreu Contemporani, que está muy bien y que podría estar aún mejor con un poco más de presupuesto. Los 600 metros actuales de Fabra & Coats bastan y sobran. ¿Qué pasa cuando los centros se sobredimensionan en lugares poco céntricos? Que una grandísima parte del presupuesto se va en el mantenimiento del edificio, que no se alcanzan los objetivos de visitas que se habían establecido y que, con el tiempo, a los gobernantes, municipales o autonómicos, les deja de interesar un museo o un centro que apenas tiene visibilidad y que sirve mal a la propaganda política. El siguiente alcalde o consejero de Cultura -si queda alguno en España- se tirará de los pelos y, entre los vítores del responsable de la Hacienda local, dirá que aquello era un disparate, que no se puede sostener... Y, nunca lo olvidemos: estas operaciones las orquestan los propios políticos, no los agentes culturales.

El Centro Huarte, respecto al centro de Pamplona

Es de cajón: en las ciudades pequeñas y medianas los museos y centros de arte -salvo cuando su misma esencia lo impida: casas-museo, sitios arqueológicos, cuevas, etc.- tienen que estar en el centro de las ciudades. El CDAN en Huesca, La Conservera en Murcia, el Centro Huarte en Navarra o LABoral en Asturias son ejemplos clarísimos de las barreras que las distancias imponen para la implantación social de una institución artística. El transporte público no suele ser excelente y al visitante le gusta pasear las ciudades para conocer sus atractivos culturales, no tener que subirse a un autobús y perder una mañana en una sola visita. Y a los habitantes de esas ciudades las distancias se les agigantan. Por supuesto, ninguno de esos centros ha “regenerado” las áreas periféricas en las que se ubican.

El CDAN, respecto al centro de Huesca

¡Cuánto daño ha hecho el “efecto Guggenheim”! Que la gentrificación por creación de un museo funcionara en una ciudad no significa que sea aplicable a cualquier lugar. Es cierto que la zona de la ría estaba muy degradada en Bilbao pero ¡está a cuatro pasos del centro! Sí, el MACBA contribuyó en gran medida a cambiar El Raval en Barcelona... a dos manzanas de la Rambla. También en las grandes ciudades funcionarán mejor las instituciones culturales céntricas. El domingo pasado volví al Retiro para ver la estupenda exposición de Nacho Criado en el Palacio de Cristal y el Palacio de Velázquez, que se clausuró el lunes. Estaban hasta arriba de visitantes. Ya sé: la entrada es gratuita -por cierto, ya hay primeros datos sobre la disminución de visitas en los museos, como el MUSAC, que han empezado a cobrarla- y muchos paseantes entran en estas salas lo mismo que podrían entrar a la Casa de Vacas para ver la exposición de Carla Duval -me tranquilizaría que alguien me asegurara que su hermana ha pagado a la Junta de Retiro la tarifa habitual para alquilar este espacio- pero quiero creer que en algunos despertará interés, les animará a visitar otras exposiciones, a desear saber algo más del arte contemporáneo.

Hay una pieza que suele faltar: el centro cultural de calidad o la sala de exposiciones de tamaño adecuado. Esas son las proporciones lógicas para las pequeñas poblaciones y los barrios periféricos. Que sean económicamente sostenibles, que trabajen en red, que involucren a la población local con actividades diversas… sin renunciar a la excelencia. En Madrid y otras ciudades los centros culturales no son más que bibliotecas mejor o peor equipadas con talleres de inglés, yoga y macramé. Las artes quedan fuera de su campo de acción y de sus posibilidades. Cada vez más. Pienso en un tipo de centro similar a La Casa Encendida o el Centro de Arte Dos de Mayo, en Móstoles, pero mucho menos grande en el caso de distritos o municipios cortos de recursos.

El documento inicial del Plan Estratégico de Cultura del Ayuntamiento de Madrid (PECAM), que va a someterse próximamente a debate, mantiene la postura de siempre respecto a los centros culturales municipales. “La ampliación de la oferta de los centros culturales municipales, concebida con la mayor flexibilidad y el espíritu más abierto, deberá constituir un objetivo estratégico. Conseguir que los venidos de fuera los vieran como un espacio que les pertenece, en el que son más que clientes, y que su voz fuera oída en la programación de las actividades, incluidas las emanadas de sus tradiciones, daría nueva vida a estos centros y multiplicaría su potencial”. El borrador anunciaba la puesta en marcha en septiembre de un programa, ¡Madrid activa!, que pretendía dinamizar esos centros. Pero a finales de agosto Fernando Villalonga reveló que el Área de las Artes suspendía la ayuda a los distritos destinada a las actividades de música, teatro y danza. La cultura de proximidad -que no entiendo como cultura de barrio-, de nuevo, bajo mínimos. Hay que establecer otro modelo, más ambicioso. Buena programación en espacios bien dimensionados. Y para eso hace falta dinero. Pero no tanto.

 

La Conservera, respecto al centro de Murcia

LABoral, respecto al centro de Gijón


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