Ciencia

Margarita Salas: "No hay que tener miedo a la clonación"

30 enero, 2000 01:00

No se necesitan excusas para entrevistar a Margarita Salas. Fue la primera mujer que se sentó en la Real Academia de las Ciencias y la primera que preside el Instituo de España. Ha publicado más de 200 libros y artículos y desarrolla una floreciente labor desde el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. Su lista de premios es inagotable: Gegor Mendel de la Academia de Ciencias Checa, Rey Jaime I de investigación en Bioquímica, Medalla del Principado de Asturias en 1997 y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Oviedo. Ahora, acaba de volver de París, donde ha recibido el Premio Unesco-L’Oreal para científicas.

Lo primero que ha hecho es volver a sentarse en su laboratorio, donde, a pesar de los avances de la tecnología informática, ella y sus doctorandos siguen pipeteando entre matraces, frascos y diluciones. Siguen acumulando tubos de ensayo, incubaciones y largas horas de insomnio a pie de microscopio. Allí, en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, es donde Salas ha recibido a EL CULTURAL, donde empieza sin preámbulos a recordar sus primeros pasos en la ciencia.

-Yo llegué primero a la bioquímica desde la química y después a la biología molecular. Cuando estudiaba tercero de Químicas, los alumnos teníamos muchas oportunidades de realizar prácticas de laboratorio (muchas más que ahora). En la asignatura de Química orgánica estábamos tres meses haciendo prácticas día y noche. Así que me quede atrapada por el laboratorio. Ese mismo verano conocí a Severo Ochoa, quien me puso al tanto de sus trabajos de bioquímica, me envió un libro a casa y me orientó sobre el camino a seguir. Todo ello fue lo que me motivó para dedicarme a hacer una tesis doctoral en Madrid con Alberto Sols y luego marchar a Nueva York con Severo Ochoa para especializarme en biología molecular.

-¿Cuánto ha cambiado la biología molecular desde entonces?
-Mucho. Entonces todo lo que se hacía tenía la vitola de ser una auténtica novedad. Era mucho más fácil hacer descubrimientos deslumbrantes. Hoy el camino está ya bastante trazado y resulta más duro llegar a un avance realmente relevante. Aunque, por supuesto, técnica- mente se ha avanzado muchísimo y estamos en estupendas condiciones de hacer una buena investigación. Concretamente en España, la calidad de la ciencia biológica es de primera fila mundial.

Producto del azar

-De hecho, la biología molecular es una de las disciplinas que más éxitos ha dado a la ciencia española, ¿por qué?
-En el fondo, creo que es producto del azar. Hubo una persona clave en su desarrollo: Severo Ochoa, quien siempre luchó por la mejora de la investigación en su país. Y después llegó una generación de bioquímicos con una gran formación, entre los que destaca mi director de tesis, Alberto Sols, que diseminaron el conocimiento entre una tercera generación de discípulos entre los que me encuentro yo y se encontraba mi marido. Así se inició una cadena que hoy cuenta con innumerables eslabones pero que surgió del modo en que el azar reunió a unos cuantos nombres punteros en torno al mismo objeto de investigación.

-Ha mencionado usted a su marido, Eladio Viñuela, fallecido hace menos de dos años. No deja pasar la oportunidad de homenajearle tantas veces como puede. Así lo hizo, por ejemplo, en el discurso de recepción de su último premio.
-Efectivamente, porque mi marido me apoyó siempre y todavía me emociono cuando me acuerdo de él... Sí, me encanta poder decir que él siempre me apoyó, que siempre supo que yo quería ser una científica independiente. Cuando volvimos de Estados Unidos, trabajábamos juntos, porque pensábamos que iniciar una carrera en España era una tarea muy difícil. Entonces no existían ayudas estatales para investigar. Nosotros pudimos comenzar la andadura gracias a que Severo Ochoa nos consiguió financiación americana. Sin ella no hubiéramos podido empezar a estudiar el virus Fi 29 con el que todavía estoy trabajando. En aquella época, en España formar un matrimonio que trabajara junto daba lugar a que yo fuera considerada como “la mujer de Eladio”. Mi marido, que aparte de ser muy inteligente, era muy generoso, detectó el problema y tras tres o cuatro años, cuando el trabajo con el virus estaba ya dando frutos, decidió quitarse de en medio e iniciar una nueva línea de trabajo sobre el virus de la peste porcina africana.

-Él se retiró y le dejó a usted el famoso virus del que ya no se ha separado desde 1967. ¿Qué tiene de fascinante un virus para que pueda atrapar la atención de una científica como usted?
-La verdad es que es un virus minúsculo. Si el genoma humano tiene entre 50.000 y 100.000 genes, este virus tiene sólo 20. Pero ésa es una de sus ventajas. Cuando nos dedicamos a su estudio pensamos que su pequeño tamaño nos permitiría llegar muy lejos en el conocimiento de su estructura que, por cierto, es bastante compleja y permite estudiar los mecanismos por los cuales se ensambla una partícula, en este caso vírica. Con un virus tan pequeño hemos podido descifrar los mecanismos de ensamblaje de las proteínas para dar lugar a una estructura y tuvimos la suerte de hallar por primera vez una proteína que es necesaria para iniciar el proceso de replicación del ácido nucléico viral. El estudio de estas proteínas y la búsqueda de las funciones que tienen los aminoácidos que la forman son hoy caminos que dan un enorme juego a la ciencia. Por último, este pequeño virus nos permite trabajar en el control de la expresión genética, es decir, cómo determinados genes se expresan en determinados momentos y no en otros y cómo se controla esta expresión a base de mecanismos de activación y de inhibición.

Investigación básica

-Suena muy prometedor...
-Sí, porque los trabajos con este virus son modelos cuyo conocimiento nos permite extrapolar a otros sistemas. Por ejemplo, en el tema de la replicación, después del descubrimiento de nuestra proteína, que lo publicamos en el año 71, otro grupo de trabajo encontró que en adenovirus, un virus que causa transformación oncogénica, existe el mismo tipo de proteína y el mismo mecanismo para la replicación. Ya estamos hablando de virus implicados en el cáncer. Es decir, los descubrimientos que nosotros hacemos con el Fi 29 pueden luego aplicarse a sistemas más complejos animales o humanos. En este sentido, se ha visto que virus de gran interés sanitario y económico como el de la poliomelitis o el de la hepatitis B y C, también tienen este tipo de proteína, lo cual hacen todavía más interesantes nuestros descubrimientos.

-También es importante el conocimiento de los mecanismos de control de la expresión genética...
-Desde luego, porque nosotros estamos descubriendo mecanismos básicos que controlan la expresión de genes y que pueden extrapolarse a células animales o humanas.

-O sea, que la investigación básica sirve para algo...
-El que hace investigación básica, a priori, no se plantea para qué sirve, sólo quiere conocer. Pero casi sin querer surgen aplicaciones interesantes. En nuestro caso, un encima que codifica este virus que se llama DNA polimerasa ha resultado ser muy interesante y con unas propiedades biotecnológicas espectaculares. Tenemos una patente hecha con esta proteína y una compañía americana la está produciendo y la va a comercializar. También hemos conseguido sintetizar in vitro el DNA viral y amplificarlo más de mil veces en una hora de incubación a 30 grados.

-¿Es bueno que la biotecnología caiga en manos de la industria privada?
-En Estados Unidos se financia exclusivamente por medios privados y grupo de científicos que ha alertado de los peligros de esta práctica. Se ha pedido al gobierno que aporte dinero a las investigaciones (lo que está prohibido por ley). No sería bueno que este tipo de trabajos se quede sólo en manos del mercado.

-Sin duda, la biología molecular y la biotecnología atraen la atención del público. ¿Qué cree que opina la gente de este tipo de trabajos?
-Quizá exista un sentimiento ambivalente. Por un lado se están creando grandes expectativas y puede que mucha gente que piense que todos los males se van a arreglar gracias a la manipulación de los genes. Y eso es algo justificado, de hecho los grandes avances de la genética para combatir enfermedades como el cáncer están ahí. Pero seguro que muchas personas experimentan cierto miedo, sobre todo cuando se traspasa la frontera de los organismos microscópicos y se habla de clonar ovejas, monos y seres humanos.

Seres clónicos

-¿Es un miedo justificado?
- Bueno, no tanto. De un modo natural se producen seres humanos clónicos: los gemelos univitelinos son genéticamente idénticos. Y, por otro lado, en el desarrollo de un individuo la genética juega un papel fundamental, pero no el único; el ambiente también cuenta. Ni siquiera dos seres clónicos, si crecen en ambientes completamente distintos, se comportarán de forma idéntica. No tiene, pues, ningún sentido tener miedos sobre la creación de seres clónicos.Además, la tecnología todavía no lo permite y quizá la ciencia no lo considere necesario.

-Este miedo quizá nos indica que la biotecnología está mal divulgada.
-Estoy de acuerdo. La gente no sabe realmente qué es un alimento transgénico. Piensa que se trata de plantas cuyo genoma se ha manipulado al completo. Quizá muchos miedos se disiparían si todos supieran que en esas plantas no se ha modificado más que un gen. Y que no se ha hecho otra cosa que lo que llevan haciendo siglos los agricultores mediante la selección y mejora de las semillas. Lo único que hace la biotecnología es acelerar el proceso y reproducirlo en condiciones controladas de laboratorio. Con más información habría menos temores.

-¿Y no tienen parte de culpa de ello los científicos?
-Pues sí. Creo que los científicos debemos involucrarnos más en la divulgación de nuestro trabajo, tenemos que entrar en contacto con los medios de comunicación, asistir a seminarios, abrir nuestros conocimientos a todos los ciudadanos. ése es un camino abierto para luchar contra la desinformación. Pero los grandes medios desatienden en general los temas científicos.

-Usted dedica parte de su tiempo a formar nuevos valores.
-En la actualidad no doy clases, cosa que hice durante 23 años en la Universidad Complutense, pero sigo en contacto con la formación a través del trabajo diario con los doctorandos. La tesis doctoral imprime el carácter al científico. Es aquí donde tanto mi marido como yo hemos procurado hacer una enseñanza muy rigurosa y, sobre todo, enseñar a investigar. Y ambos nos hemos enor- gullecido de las veces que nuestros alumnos nos han superado, han viajado al extranjero y han triunfado.

-Y ahora, tendrían que volver... ¿Cómo podemos rescatar a tantos cerebros fugados?
-España está derrochando esfuerzos cuando forma a científicos de primera fila que luego recalan en centros extranjeros. El problema es que, si bien la calidad de la investigación en España es extraordinaria, no lo es tanto la cantidad. Si se fomentara el aumento del número de vocaciones científicas, habría más oportunidades para que nuestros cerebros en otras tierras regresaran.