Image: Jaque a los océanos, del clima a la extinción

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Ciencia

Jaque a los océanos, del clima a la extinción

25 julio, 2014 02:00

El tiburón ballena, el pez más grande que existe, de Mundo submarino (Lunwerg)

La falta de oxígeno, el cambio climático, los residuos plásticos, la mala gestión de los recursos naturales, la acidificación, la disminución de corales o los volcanes submarinos son sólo algunos de los peligros que pueden transformar los ecosistemas de nuestros océanos. Recientemente, varios trabajos científicos publicados en revistas como PNAS o en informes institucionales han puesto el dedo en la llaga del problema buscando diagnóstico y solución.

Cuando Jacques Cousteau rodó El mundo del silencio en 1956 (por el que ganó el primer Oscar a un documental sobre naturaleza) no podía ni imaginar que uno de los medios más desconocidos por el hombre, los fondos marinos, pudiese llegar a la crítica situación que vive en estos momentos. Ni las bellas imágenes de películas como Océanos, de Jacques Perrin, o Deep Blue, de la BBC, han conseguido dar brillo a un proceso que avanza hacia el deterioro irreversible. Consciente de su situación, Obama acaba de proponer la ampliación del Monumento Nacional Marino de las Islas Remotas del Pacífico a dos millones de kilómetros cuadrados, un área de extrema pureza que podría frenar así los efectos del cambio climático y de la intervención humana. Iniciativas parecidas necesitaría nuestro Mediterráneo. Según las conclusiones recientemente presentadas por el proyecto MedSea (financiado por la Unión Europea y avalado por más de 100 investigadores), la acidez de sus aguas se ha incrementado un 10% desde 1995, y lo hará un 30% más hasta el 2050 si continúa el aumento de las emisiones de CO2. Según la agencia SINC, especies como los arrecifes coralígenos, el coral rojo y las praderas de fanerógamas están seriamente amenazadas. En pocas décadas la acidificación del Mediterráneo podría haber aumentado en un 60% desde la revolución industrial. A finales de siglo podríamos hablar de un 150%. Patricia Ziveri, investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA) de la Universidad Autónoma de Barcelona y coordinadora del proyecto, reconoce que, hasta este estudio, no se conocían prácticamente los efectos combinados del calentamiento y la acidificación. “Ahora sabemos -explica la profesora- que nos encontramos ante una amenaza muy seria sobre los ecosistemas marinos”. Por su parte, Maoz Fine, de la Bar-llan University de Israel advierte de que “las especies amenazadas construyen ecosistemas que son el hogar de miles de especies y que protegen la costa de la erosión, al tiempo que proporcionan comida y productos naturales a la sociedad”. Además, la actividad volcánica subacuática arroja dióxido de carbono al agua del mar, aumentando su acidez como si se tratara de un gran laboratorio. “Desafortunadamente -opina Jason Hall-Spencer, de la Universidad de Plymouth (Reino Unido)- esta ventana a un mar con alto contenido en CO2 nos muestra que la vida será difícil para algunas especies. Las invasoras sobrevivirán pero la biodiversidad disminuirá porque algunas se extinguirán”. El investigador francés James C. Orr, del Laboratoire des Sciences du Climat et de l'Environnement, considera que para salvaguardar estos ecosistemas la sociedad tiene que reducir las emisiones de los combustibles fósiles a escala mundial: “No es sólo la costa marítima de los demás la que se verá afectada. Dentro de muy poco el problema llegará a todos los océanos y todas las costas del mundo”.

Más oxígeno para vivir

Una imagen de Mundo submarino de Lunwerg

El oxígeno, tan vital para la vida en nuestro planeta, no es un excepción en el desarrollo de los ecosistemas marinos. Durante las últimas décadas está disminuyendo a marchas forzadas. La investigadora Raquel Vaquer Sunyer, que estudia en la Universidad de Lund (Suecia) los efectos de la proliferación de algas con el calentamiento global, señala a El Cultural que es en las zonas costeras donde más se percibe el drama del fenómeno conocido como hipoxia, un proceso producido por actividades humanas como la deforestación, los cambios en la utilización del suelo, el uso intensivo de fertilizantes en la agricultura y los vertidos de aguas residuales. “Todo ello -explica la profesora Sunyer- ha contribuido a un aumento en la carga de nutrientes en ríos y zonas costeras favoreciendo el crecimiento de ciertas algas (eutrofización) que al descomponerse en el fondo marino produce una disminución del oxígeno disuelto. Este fenómeno puede causar la muerte de muchos organismos marinos, especialmente los más sensibles, como son los crustáceos y algunos peces”. Sunyer señala que el calentamiento global puede agravar esta falta de oxígeno: “Al aumentar la temperatura disminuye su concentración y, por este motivo, los organismos necesitan más oxígeno para vivir”. Los océanos cubren el 70% de la superficie de la biosfera. Contienen una variedad inimaginable de organismos, muchos de ellos todavía desconocidos. Al ritmo actual, se necesitarían entre 250 y 1.000 años para catalogar todas las especies animales del océano. Estos organismos han sido fuente de moléculas y genes de interés biotecnológico con aplicaciones en medicina, cosmética, nutrición e incluso producción de fuel. Pero según nos explica Jesús Arrieta, investigador del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (CSIC), la mayor parte de la diversidad de los océanos se halla entre los microorganismos, vitales en estos momentos en los esperanzadores avances de la biotecnología. Aunque invisibles sin ayuda de un microscopio se encuentran hasta por millones en un centímetro cúbico de agua de mar con una diversidad de millares de especies por litro. “El potencial genético de estos organismos es tremendo -precisa Arrieta- . Algunos estudios han descrito millones de genes desconocidos en un solo metro cúbico de agua”.

El potencial genético de los microorganismos es tremendo. Hay millones de genes en un metro cúbico de agua

La ciencia -y en muchos casos las administraciones- tendrá que dar respuesta en los próximos años también a la peligrosa situación de los corales. La mayoría de los arrecifes del Caribe (que alberga el 9% de los arrecifes de coral de todo el mundo) podría desaparecer en 20 años, según revela el último informe de la Red Mundial de Vigilancia de Arrecifes Coralinos, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. El trabajo sostiene que los corales de esta zona han disminuido más del 50% desde 1970. Alarmante. “Estos valiosos ecosistemas -apunta Achim Steiner, director ejecutivo del organismo dependiente de las Naciones Unidas- están bajo la constante presión de las actividades humanas que degradan los sedimentos y contribuyen a la contaminación de las aguas costeras. El blanqueo del coral causado por la elevada temperatura del mar también está debilitando y matando los arrecifes en numerosos lugares”. Aunque el calentamiento global supone una grave amenaza, el informe muestra que la pérdida de especies como el pez loro y el erizo de mar, los dos principales herbívoros de la zona, ha sido la principal causa del declive de coral en la región. Otro de los desafíos que marcará el futuro de nuestros océanos es hacer frente a la llamada 'sopa de plástico'. Según la US National Park Service, un bote de plástico tarda 450 años en degradarse y una bolsa entre 10 y 20. Investigadores de la Universidad de Cádiz (UCA) han demostrado en un reciente artículo en la revista PNAS que existen cinco grandes acumulaciones de residuos plásticos en el océano abierto, coincidiendo con los cinco grandes giros de circulación de agua superficial.

El impacto de los plásticos

Una imagen de Mundo Submarino de Lunwerg

Además de la ya conocida acumulación de basura plástica del Pacífico Norte, los científicos han comprobado la existencia de acumulaciones similares en el centro del Atlántico Norte, el Atlántico Sur y el Índico. Señalan incluso que el destino final de estos residuos no son las aguas superficiales sino que grandes cantidades de microplásticos podrían estar pasando a la cadena alimenticia marina y a los fondos marinos. “La mayor parte de los impactos que está causando la contaminación por plástico en los océanos no se conoce todavía”, señala Andrés Cózar, investigador de la UCA, que ha basado sus análisis en las muestras que se tomaron en aguas del océano abierto durante la Expedición Malaspina de 2010. Coordinada por el Investigador del CSIC Carlos M. Duarte, circunnavegó el planeta y contó con más de 400 científicos de todo el mundo. A bordo de los buques Hespérides y Sarmiento de Gamboa, los investigadores estudiaron durante nueve meses el impacto del cambio global en el ecosistema del océano y exploraron su biodiversidad. Se tomaron cerca de 200.000 muestras de agua, plancton, peces y partículas de la atmósfera y gases en 313 punto de los océanos Índico, Pacífico y Atlántico en profundidades de hasta 6.000 metros. Nature ha calificado esta expedición oceanográfica como una de las más ambiciosas del siglo XXI.

Errores en tierra

Los efectos combinados del calentamiento y la adificación están empezando a conocerse
Duarte (Lisboa, 1960), autor de Océano, el secreto del planeta Tierra (Catarata-CSIC), considera que solamente en el océano podemos encontrar un suministro de agua inagotable, nuevas fuentes de energía (mareas, oleaje, energía térmica, biocombustibles...) y una capacidad de producir alimento capaz de resolver el desafío de dar calidad de vida a los habitantes del planeta: "No podemos repetir en los océanos los mismos errores que hemos cometido al explotar la tierra -señala a El Cultural-y que han llevado a la desertificación de grandes extensiones, pérdida de biodiversidad y contaminación". Según Duarte, el hombre debe dar respuesta también a los riesgos derivados de fenómenos naturales como los tsunamis, la formación de volcanes submarinos, que ha tenido ocupada a buena parte de nuestra comunidad científica en la isla de El Hierro, o incluso a las proliferaciones de medusas, “que tanto daño hacen en nuestras costas”. Sobre lo sucedido en El Hierro en 2011 nos da detalles Juan Acosta Yepes, del grupo de geología y geofísica marina del Instituto Español de Oceanografía, institución heredera de la Estación Marítima de Zoología y Botánica Experimental de Santander que este año celebra su centenario: “El IEO participó en la emergencia volcánica de El Hierro durante cinco meses con el buque Ramón Margalef. Fue el primer seguimiento de un proceso eruptivo submarino ocurrido en aguas españolas. Instrumentos como la ecosonda multihaz nos han permitido retirar virtualmente el agua para 'ver' el nuevo volcán y determinar, a partir de la cartografía de trabajos anteriores, su altura: 240 metros”. Durante la erupción una gran cantidad de gases, materiales y calor derivados del manto terrestre alteraron de forma significativa la composición de las aguas adyacentes. Precisamente es el IEO una de las instituciones españolas más comprometidas con la investigación de los océanos y sus ecosistemas. Su aniversario ha redoblado la sensibilidad de la institución que dirige Eduardo Balguerías Guerra. De momento, uno de sus principales desafíos es mantener todas las líneas de trabajo y abrirse a otras que van surgiendo como es el caso de la oceanografía operacional. “La masa de agua oceánica es gigantesca -explica a El Cultural Balguerías-. Por sus propiedades fisicoquímicas es el mayor almacén de calor de la zona superficial terrestre, actuando como regulador de la temperatura. Sus corrientes son la gran ‘cinta transportadora' de energía térmica. Por tanto, pueden tener un efecto enorme sobre los seres humanos en lo que se refiere al cambio del clima pero también otros relacionados con el aumento del nivel del mar y sus efectos en las costas bajas”. Balguerías tiene claro que en el mar los compartimentos estancos no existen: “Tarde o temprano, los fenómenos físicos que ocurren en un lugar, los cambios en un ecosistema, las vicisitudes de una especie o las acciones humanas afectarán completamente a todo el conjunto”.

Evolución y catástrofes

Jacques e Yves Cousteau jugando con una nutria

“Lo más importante del cambio climático y sus efectos -afirma el director del IEO con preocupación- no es tanto el cambio en sí mismo como la velocidad a la que se produce. A lo largo de la historia de la Tierra los cambios en los océanos y el clima han sido enormes pero, salvo en los poquísimos casos de catástrofes de escala astronómica (impactos de grandes meteoritos por ejemplo), se han ido produciendo lentamente, permitiendo a los organismos y ecosistemas adaptarse gradualmente. Un cambio rápido como el actual dificulta mucho la adaptación evolutiva. A corto plazo puede haber auténticas hecatombes ecológicas, de serias consecuencias para las actividades humanas en el mar”. Los gases de efecto invernadero, la tensión térmica y el calentamiento de los polos producidos por el cambio climático no hacen sino agravar a medio y largo plazo el deterioro de los océanos. Si añadimos a esta situación la sobreexplotación (especies marinas y recursos naturales, entre otros problemas), la pesca ilegal o la salvaje ocupación que asola las costas habremos creado la tormenta perfecta que no podrá sortear ni el mítico Calypso de Cousteau. Lo demás, como diría el atormentado Hamlet en su dramático final, es silencio.