Joaquín Fuster: “Un robot no podrá inventar como el cerebro”
El neurocientífico publica 'El telar mágico de la mente', una “biografía científica” en la que fusiona recuerdos personales e investigación
28 octubre, 2020 09:20En estos momentos, la actividad clínica de Joaquín Fuster (Barcelona, 1930), profesor emérito de la Universidad de California Los Ángeles, está muy limitada por el Covid-19. Es “estrictamente voluntaria, pro bono”, en la Clínica Psiquiátrica para Hispanos de la UCLA. Su labor científica está dedicada a la colaboración en proyectos de investigación por neuroimagen, prácticas que ya se realizan en la “Cátedra Joaquín Fuster de Neurociencia Cognitiva” (UCLA). Su trabajo presencial, tres días por semana, tiene lugar en su despacho de la universidad. “Los otros dos, en casa”, puntualiza. A mediodía, interrumpe la jornada para dedicarse al ejercicio físico y al almuerzo. Sólo le rompe la rutina algunas conferencias y seminarios que realiza por ZOOM y entrevistas como esta para hablar de El telar mágico de la mente (Ariel), unas memorias, con prólogo de José Antonio Marina, en las que recorre de forma simultánea su vida y su labor científica, en muchos casos marcada por grandes nombres de su disciplina como Ramón y Cajal.
Pregunta. ¿Cómo surgió escribir “El telar mágico de la mente”?
Respuesta. De una imperiosa necesidad por dar a conocer, sobre todo a gente joven, esa larga aventura que ha sido mi vida, inmersa desde edad temprana en las ciencias del cerebro y de la mente humana. Aquella necesidad se hizo más acuciante con los años y culminó hace un par de décadas, cuando me di cuenta de que no sólo había presenciado el drama sino que había sido actor del mismo.
P. ¿Cuándo arranca este “drama”? ¿Qué papel tiene Ramón y Cajal en la obra?
R. En mi adolescencia, cuando, aconsejado por mi padre, empecé a leer Recuerdos de mi vida, de Cajal. Allí relata sus experiencias en mi ciudad natal, donde según él pasó los cinco años más productivos de su vida, y donde, alrededor de 1882, formuló la teoría de la neurona, el elemento básico de función nerviosa. A partir de sus observaciones histológicas de células y fibras de la corteza cerebral surgió otra teoría: la naturaleza reticular de la memoria. Según Cajal, las memorias están formadas por redes neuronales unidas por contactos sinápticos reforzados por asociaciones entre impulsos sensoriales o motores que coinciden en el tiempo. Todavía sin saber cómo esas redes funcionan, su amigo Sherrington, otro Nobel, usó la metáfora del enchanted loom (“el telar encantado”, de ahí el título de mi libro).
"No son unas memorias al uso. Se fundan, eso sí, en mi vida y mi trabajo científico. Pero, además, se basan en lo que Ortega llamaría mi circunstancia".
P. ¿De qué forma desarrolló estos estudios?
R. Bueno, pasaría más de medio siglo antes de que el canadiense Hebb reavivara la idea de red de memoria en un famoso ensayo teórico. Pero las descargas eléctricas de una memoria en uso (“memoria operante” o “de trabajo”) no se descubriría hasta los años 1970, con nuestros experimentos en primates. Pudimos demostrar que las memorias o conocimientos están constituidos por extensas redes neuronales de infinita variedad, distribuidas a lo largo y ancho de la corteza cerebral, redes a las que yo llamo “cógnitos”. Después de nuestros descubrimientos, las “células con memoria” y las redes cognitivas han sido puestas en evidencia por muchos investigadores. En cualquier caso, abrigo la creencia, tal vez un tanto presuntuosa, si me perdona, de que en nuestro laboratorio se descubrió la dinámica fisiológica de las hipotéticas redes de Cajal.
P. No parecen unas memorias al uso. Su cuidado literario es extremo. Parecen escritas como una novela. Usted lo llama “biografía científica”…
R. Gracias por el cumplido. Tiene usted razón, esas no son memorias al uso. Se fundan, eso sí, en mi vida y mi trabajo científico. Pero, además, se basan en lo que Ortega llamaría mi “circunstancia”. Y aquí cabe todo lo que hay en la cultura y el caudal de conocimientos en que he vivido. Aquí está España, la cuna de Juan Luis Vives, el humanista exilado, padre de la psicología moderna y el primero en formular en Occidente la idea de la memoria asociativa. Ésta, a mi modo de ver, se forma cual tejido en el “telar” de la corteza cerebral; la corteza cerebral sostiene todas las funciones mentales. Y naturalmente, ahí está Barcelona, donde mi propio padre me introdujo a Cajal; y Austria con Lorenz; y Alemania con Helmholtz y la Gestalt; y América (cuando la España de entonces no me daba los medios para seguir una carrera de investigador pero California sí) con Magoun, Scheibel, Hayek, Kandel, Hebb, y tantos otros... Si hay algo que quiero dejar claro en el libro es que mi ciencia es la ciencia de muchos, y mi originalidad no existiría sin ellos.
P. Va trufando peripecia vital con su formación y experiencias científicas… ¿Diría que son inseparables ambas facetas?
R. Está usted en lo cierto, son inseparables. Mi libro es un trenzado de tres relatos: mi vida, el desarrollo de la psiquiatría clínica y el nacimiento y evolución—casi diría revolución—de la neurociencia cognitiva. Los tres relatos son paralelos intelectualmente, aunque hay obvios desfases históricos entre ellos. El razonamiento científico se basa en datos que yo considero “duros”, mirando eludir las fantasías sobre el cerebro tan corrientes en los medios de comunicación actuales. La trenza de relatos desemboca en los dos últimos capítulos, donde expongo mis conclusiones sobre las implicaciones de la neurociencia para afrontar cuatro temas de gran actualidad: la memoria, la educación, el lenguaje y el libre albedrío.
P. ¿Arranca su vocación arrastrado por su padre psiquiatra? ¿Cómo ha influido la psiquiatría en sus trabajos?
R. Sin duda me arrastró a la psiquiatría, la especialidad médica de la mente enferma. Y él también me arrastró al estudio del cerebro de la mente sana para entender lo que ocurre en él cuando la mente enferma. Los trastornos psicóticos, la esquizofrenia entre ellos, se caracterizan por graves alteraciones de las asociaciones de ideas y del lenguaje. Los trastornos de las funciones cognitivas (atención, percepción, memoria, lenguaje e inteligencia), no sólo caracterizan las psicosis sino también las demencias, como la enfermedad de Alzheimer. Todo lo que contribuya a nuestros conocimientos de las bases cerebrales de aquellas funciones tiene que contribuir a nuestro conocimiento de la causa y tratamiento de aquellos trastornos psiquiátricos.Por fuerza tenía que influir en mi trabajo.
P. ¿Nacemos con algún tipo de memoria heredada? ¿Cómo marca la memoria filética nuestras vidas?
R. Nuestras vidas no existirían sin memoria filética. Ésta es efectivamente heredada. Incluye todas las estructuras y funciones nerviosas con las que nacemos: los sistemas sensoriales y motores sobre los que se aposenta la memoria y los conocimiento individuales.
P. ¿Es posible educar el cerebro? ¿Gestionamos bien el aprendizaje en la enseñanza actual?
R. No sólo es posible sino necesario. Lo más importante para el niño es aprender a aprender, activamente, y convertir a su cerebro en maestro. El no conseguir hacerlo es el fallo más importante de la educación primaria moderna.
P. ¿Hasta qué punto es verdad que Freud ha sido superado? ¿Cuál fue su gran aportación? ¿Cree que el psicoanálisis aún tiene mucho que decir?
R. Si le queda algo por decir, no superaría lo que ya dijeron Freud y Jung. El psicoanálisis ha sido superado como tratamiento de enfermedades mentales, pero no ha sido superado como medio de acceso al inconsciente. La mayor aportación de Freud, con su erudición inigualable, fue la descripción de los temores y deseos inconscientes en ciertas enfermedades mentales y en trastornos psicosomáticos. Científicamente, el psicoanálisis adolece de la imposibilidad de demostrar, por medios científicos, la falsedad de su teoría, como lo es potencialmente cualquier otra teoría científica en ciernes... aún después de un siglo.
P. ¿Es el lenguaje la gran “creación” de nuestro cerebro?
R. Sí señor.
P. Cuenta cómo nació su amor por la música. ¿Cómo impacta en el cerebro? ¿Diría que es el “lenguaje” que mejor se lleva con sus redes y circuitos?
R. Según el individuo y su estado físico o mental, la música impacta en el cerebro como sedante, como acicate de la imaginación y la creación, como propulsor de emociones y como armonizador social.
P. ¿Sabemos dónde se “alojan” las emociones y los comportamientos, ¿qué nos falta por conocer del cerebro?
R. No sabemos dónde se “aloja” ninguna emoción ni ningún comportamiento. Es un error que se ha venido cometiendo desde que la frenología se puso de moda. Toda función nerviosa es el resultado de la interacción de varias estructuras, eso sí, una más que otras de un modo o de otro.
"La música impacta en el cerebro como sedante, como acicate de la imaginación y la creación, como propulsor de emociones y como armonizador social"
P. ¿Qué secretos esconde la corteza prefrontal?
R. Los secretos de la corteza prefrontal son muchos, y yo he pasado casi media vida tratando de desvelarlos. Hoy ya no es ningún secreto que esta corteza, la más humana de todas, juega un papel fundamental en la conceptualización y organización de actividades complejas, como son el razonamiento lógico, el lenguaje hablado y la conducta novedosa compleja. Para realizar estas actividades, en cooperación con otras estructuras cerebrales, la corteza prefrontal está dotada de la capacidad para una serie de funciones llamadas “ejecutivas”, entre las cuales está la atención ejecutiva, la planificación, la memoria operante, la toma de decisiones y el control inhibitorio.
P. ¿Qué fallos se producen en el cerebro em enfermedades neurológicas como el Alzheimer?
R. La degeneración masiva y acelerada de neuronas y conexiones en las estructuras cerebrales clave para la cognición y la conducta social, como son la corteza cerebral y el hipocampo.
P. ¿Podrá la tecnología, entre ellas la Inteligencia Artificial, despejar todas esas incógnitas?
R. No. La Inteligencia Artificial podrá efectuar mejor que nosotros—y más rápidamente—el procesamiento más cuantioso imaginable de datos de todo género, y efectuar las tareas electromecánicas más enrevesadas imaginables. Pero el ordenador y el robot no pueden hacer más de lo que les hemos programados a hacer. No más. La Inteligencia Artificial sólo despejará las incógnitas cuando nosotros sepamos las variables biológicas detrás de las cuales se esconden. Por lo demás, el robot no puede inventar ni predecir como el cerebro con corteza prefrontal.
Fuster termina el libro reflexionando sobre su disciplina. “La neurociencia de la mente -explica- es como un gran tapiz, que hay que mirar a cierta distancia para apreciar bien. Si se mira demasiado de cerca se nos pierde el esplendor de los colores, las perspectivas y los claroscuros. En la cognición, como en la emoción, la relación lo define todo de un extremo al otro. El código de la memoria, como el de la percepción y el de cualquier otra función cognitiva, es un código relacional. Es información entretejida y definida por las relaciones entre estímulos, entre eventos, entre acciones, entre memorias, entre palabras, y por lo tanto entre sus respectivos sustratos nerviosos”. Una coda final que resume la forma en la que se enfrenta a un órgano tan complejo como el cerebro. “En mi opinión -concluye-, los científicos no sólo deberíamos exponer nuestros conocimientos, sino también intentar contagiar nuestra pasión por la ciencia, a la que hemos dedicado nuestras vidas, y de esa manera animar a nuevos investigadores para que continúen nuestra obra”. Así sea