Cinco dianas para las enfermedades raras
Son las grandes olvidadas de nuestra investigación. Aunque minoritarias, sus síntomas los sufren, directa o indirectamente, un gran número de personas. Recorremos el trabajo de varios equipos apoyados por la Fundación Ramón Areces
24 mayo, 2021 12:54Prevalencia. Esta es la palabra clave para entender el impacto de las enfermedades raras. Poca prevalencia significa poca población afectada y, por lo tanto, poca atención social y escasos recursos para su conocimiento e investigación. Una enfermedad rara es, para la Unión Europea, la que se presenta en menos de cinco casos por cada 10.000 personas (o lo que es lo mismo uno de cada 2.000).
La definición en Estados Unidos es ligeramente distinta (7,5 casos por 10.000) pero la población afectada en todo el mundo podría ser de 300 millones de personas (unos 30 millones en Europa). La mayoría son patologías crónicas de carácter genético y se han contabilizado unos 7.000 tipos (que crecen, según los especialistas, de forma constante).
"Las enfermedades raras suelen estar causadas por mutaciones en un solo gen y producirse desde el nacimiento". Lluís Montoliu (CNB-CSIC)
“Los pacientes de enfermedades raras son objeto en muchas ocasiones de problemas sanitarios, como el retraso en el diagnóstico y la ausencia de tratamientos adecuados. También pueden llegar a tener dificultades sociales como empobrecimiento o discriminación social”, explica a El Cultural Beatriz López-Corcuera, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, que dedica sus trabajos a comprender los mecanismos de la hiperplexia, una patología que provoca una respuesta exagerada, o sobresalto, ante un estímulo acústico, táctil o visual.
Es una de las cinco líneas de investigación que apoya la Fundación Ramón Areces en torno a este tipo de patologías (incluidas en su XX Concurso Nacional para ayudas en Ciencias de la Vida y de la Materia que se cuantifican en 2,3 millones de euros). “No es fácil –continúa López-Corcuera– disponer de un registro ordenado de datos con un número suficiente de pacientes y de muestras procedentes de ellos, un aspecto que resulta imprescindible para la investigación básica, clínica o epidemiológica”.
Otro de los aspectos clave en la lucha contra este tipo de enfermedades es la menor implicación de la industria farmacéutica. Así lo entiende Pedro Redondo Bellón, de la Universidad de Navarra, que trabaja en los nevus melanocíticos congénitos (NMC), una mancha o lunar gigante que puede aparecer en cualquier parte del cuerpo y que llega a afectar a la piel e incluso al sistema nervioso central. Redondo Bellón, que trabaja con equipos de La Paz, Fundación Jiménez Díaz y Children’s Hospital de Pittsburgh, considera de vital importancia “la financiación pública o privada independiente para avanzar en el conocimiento científico de este tipo de enfermedades”.
Lluís Montoliu, desde el Centro Nacional de Biotecnología (CSIC), utiliza la técnica de edición genética CRISPR para abordar los resortes biológicos del albinismo, capaz de provocar discapacidad visual y ausencia de pigmentación en la piel. “Las enfermedades comunes suelen ser complejas, causadas por alteraciones en varios genes a la vez y guardan mucha relación con el entorno, con el medio ambiente y con el estilo de vida, por lo que no todas las personas que presentan esas mutaciones acaban manifestando los síntomas (ni con la misma gravedad). Las enfermedades raras, por el contrario, suelen ser monogénicas, causadas por mutaciones en un solo gen, y suelen producirse desde el nacimiento”, precisa Montoliu, que trabaja en coordinación con el Centro de Investigación Biomédica en Red en Enfermedades Raras (CIBERER).
Otra línea de investigación que apoya la Fundación Ramón Areces es la que lidera Eva Richard Rodríguez sobre la Acidemia Propiónica, que tiene una incidencia de uno entre 100.000 nacimientos. Se manifiesta durante el período neonatal y provoca alteraciones cardíacas y neurológicas tanto en hombres como en mujeres. “Nuestros proyectos se centran en generar modelos celulares y animales de enfermedad –puntualiza la investigadora del CBMSO–, como herramientas de investigación para comprender los mecanismos fisiopatológicos moleculares y celulares en enfermedades raras. Estas herramientas servirán a la comunidad científica y clínica para aproximaciones terapéuticas más efectivas que puedan ser adaptadas al individuo (o grupo de individuos) con fenotipos moleculares comunes”.
Hay grupos, como el que lidera Vicente Rubio Zamora junto a Santiago Ramón Maiques en el Instituto de Biomedicina de Valencia (CSIC), que no se dedican a estudiar una sola enfermedad. Su campo de acción abarca varias patologías, en concreto seis patologías genéticas de carácter metabólico. Dos de ellas, NAGS y CPS1, están relacionadas con errores del ciclo de la urea y pueden llevar en pocas horas al coma, al fallecimiento o a la discapacidad intelectual si no se reconoce el motivo de las alteraciones y no se ponen en marcha de forma inmediata los tratamientos oportunos. “Utilizamos cualquier tecnología biomédica, bioquímica o estructural necesaria para avanzar en el conocimiento de nuestras proteínas diana, en la caracterización de sus mutaciones clínicas y en la identificación de posibles sitios y modos de actuación terapéuticos”, señala Rubio Zamora.
“Procuramos no utilizar tejidos humanos o animales, pues fabricamos las proteínas humanas (normales o alteradas por las mutaciones encontradas en los pacientes) mediante bioingeniería, usando como biofactorías bacterias de laboratorio o células animales en cultivo”. Por todo ello, uno de los valores añadidos de la investigación en enfermedades raras de causa genética es, según Zamora, que, al ser auténticos experimentos naturales, en algunos casos permiten desentrañar funciones totalmente inesperadas del gen causante de la enfermedad: “Este conocimiento sirve además para tratar enfermedades comunes, como ha sido el caso de los estudios con la CPS1 (hipertensión pulmonar post-cirugía cardíaca). Nuestros estudios mejorarán la capacidad clínica para predecir si la mutación encontrada causa o no la enfermedad”.