Cáncer, ciencia y sociedad
La doctora Nubia Muñoz, Premio Fronteras del Conocimiento de la fundación BBVA
Cáncer, ciencia y sociedad son los tres pilares del artículo de Sánchez Ron, que lo dedica a la colombiana Nubia Muñoz, reciente Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA. La doctora ha hecho avances decisivos en la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano.
En su intervención tras recibir el premio, la doctora Muñoz pronunció unas palabras que me emocionaron. Después de señalar que la vacuna existente protege contra la infección por el virus y puede eliminar entre un 70 y un 90 % de los cánceres causados por él -y que también se dispone de una prueba que permite la detección con gran precisión de lesiones precancerosas del cáncer de cuello uterino, lo que hace posible su tratamiento antes de que progresen a cáncer-, añadió: “Lo trágico es que a pesar de que estas dos armas han estado disponibles durante más de 10 años, el cáncer de cuello uterino continúa siendo un gran problema de salud pública. Cada año se diagnostican en el mundo más de medio millón de casos y 280.000 mujeres mueren por él. La gran tragedia es que un 85% de los casos ocurre en los países en vías de desarrollo, afectando a mujeres jóvenes, que, al morir, dejan desprotegida una familia que se suma aún más en la pobreza. ¿Cómo explicar esto? Tal vez porque tratándose de un cáncer que afecta eminentemente a mujeres de países pobres, no se le ha dado la importancia que merece”.
Tiene razón. Si se consultan los datos suministrados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2015 cerca del 70 % de las muertes por algún tipo de cáncer -la segunda causa de muerte en el mundo, 8,8 millones de defunciones ese año- se registraron en países de ingresos medios y bajos. Relevante es, asimismo, el hecho de que más del 90 % de los países de ingresos altos ofrecen tratamientos oncológicos, mientras que en los países subdesarrollados este porcentaje es inferior al 30 %.
La Historia evidencia los muchos beneficios que la ciencia ha aportado a la humanidad, pero también ilustra que en ocasiones, o al menos durante algún tiempo, algunos de esos beneficios no se han repartido de manera uniforme, contribuyendo así a incrementar las desigualdades entre personas. La vacuna para prevenir el VPH es uno de estos casos. Por supuesto, la ciencia no es culpable de cómo se utilizan sus resultados. Ella es, simplemente, un instrumento en manos de los humanos y, sobre todo, de los poderes políticos y económicos. En la Fundación BBVA, Nubia Muñoz lo dijo con claridad: “Es claro que si disponemos de las armas ideales para lograr la eliminación de este cáncer, la solución está en gran parte en manos del poder político. Debemos convencer a los gobiernos para que destinen los fondos suficientes, debemos ayudar a los países pobres para transferir las tecnologías necesarias para vencer este cáncer y, sobre todo, educar a los profesionales de la salud y al público en general sobre el gran problema de salud pública que representa el cáncer del cuello uterino, y sobre las armas de que disponemos para su eliminación”."Disponemos de las armas para eliminar el virus del papiloma humano. La solución está en el poder político". Nubia Muñoz
La solidaridad internacional, de la que tanto se habla estos días en España (bienvenida sea, naturalmente), se debe practicar de muchas maneras, siendo las más eficaces aquellas que se encuentran lejos de los focos de la publicidad. La vacuna contra el VPH ya es habitual en los países desarrollados, pero es imperativo extenderla a los subdesarrollados, lo que implica reducir su precio y mejorar la información sobre sus virtudes. Es preciso, al mismo tiempo, combatir los movimientos, que desgraciadamente se están extendiendo, en contra de las vacunas, a las que se achacan en no pocos casos efectos secundarios perjudiciales (evidentemente, estos pueden aparecer, pero la cuestión es comparar beneficios frente a perjuicios, esto es, número de personas a las que favorece frente a las que perjudica). En el mundo de la posverdad, de las fake news y de las incontrolables redes sociales, la lucha en este apartado es particularmente importante. Instalada la ciudadanía de las naciones desarrolladas en un mundo en el que enfermedades en el pasado dominantes han desaparecido, olvida algunos de los mecanismos que hicieron posible semejante desaparición, y el que ésta no tiene por qué ser permanente: el universo de los productores de infecciones no ha desaparecido; de hecho, estos mutan, evolucionan para sobrevivir, como bien demuestra el caso de la disminución que desde hace mucho se está produciendo en el efecto de diversos antibióticos, debido, entre otras razones, a que los pacientes deciden por su cuenta no finalizar el tratamiento cuando empiezan a mejorar.
La racionalidad que caracteriza a nuestra especie, a la que se suma la facultad de prever el futuro, se compadece mal con el mundo de los cánceres, pues en muchos casos las causas que los producen son conocidas y evitables. Utilizando de nuevo datos de la OMS, se tiene que alrededor de un tercio de las muertes por cáncer se debe a cinco factores de riesgo, debidos a los estilos de vida que se llevan: índice de masa corporal elevado, ingesta reducida de frutas y verduras, falta de actividad física, consumo de alcohol y, el principal, consumo de tabaco (produce aproximadamente el 22 % de las muertes por cáncer). Esperamos mucho de la ciencia, pero deberíamos ayudarla con nuestros comportamientos.