Excursiones científicas por Italia
La Torre de Pisa, un hito en la Historia de la Ciencia
Roma, Florencia, Pisa, Bolonia... el científico José Manuel Sánchez Ron nos recomienda algunos lugares italianos con un pasado científico que con toda justicia se puede calificar de histórico.
No les aseguro que se encontrarán solos, pero sí mucho menos acompañados, si aprovechan su viaje para visitar algunos lugares con un pasado científico que con toda justicia se puede calificar de histórico. Porque Italia ha contribuido de manera destacada a la constitución y desarrollo de la ciencia moderna, entendiendo por "moderna" la que surgió a partir de los siglos XVI y XVII, los de la Revolución científica. Muchas veces he pensado por qué en Italia, en sus diferentes estados y también luego, establecida ya a mediados del siglo XIX como un Estado unificado, se hizo una ciencia superior a la española, siendo ambas naciones mediterráneas. Por supuesto, está el pasado imperial romano, pero el legado científico de éste se halla demasiado lejos, perdiéndose en la noche de la historia.
Posiblemente, una de las razones es que aquellos deslavazados estados italianos no generaron un imperio como el español. Mantener aquel imperio - en el que "no se ponía el sol"- conllevaba condiciones que dificultaban el pensamiento que se impuso durante la Revolución científica, un pensamiento con un fuerte componente de abstracción, no dependiente de la aplicación práctica. Pensemos, por ejemplo, en la Academia Real Mathematica establecida por Felipe II en 1582: su función principal, lo que en ella se enseñaba de matemáticas y astronomía, estaba supeditado a las necesidades prácticas de los navegantes que viajaban de España al Nuevo Mundo americano.
Pero dejemos esta delicada cuestión, sobre la que tampoco se ponen demasiado de acuerdo los historiadores, y permítanme que les haga algunas recomendaciones de visitas científicas en Italia. Solo unas pocas, comenzando por Roma. Fue en esta antigua urbe imperial donde surgió una de las primeras agrupaciones dedicadas a reunir practicantes y aficionados a la ciencia: la Accademia dei Lincei (Academia de los Linces), fundada en 1603 por un noble, Federico Cesi. No fue tan "moderna" como dos academias que se crearon después, la Royal Society inglesa (1660) y la Académie des Sciences francesa (1666), pero significó un paso importante en la institucionalización de la ciencia. De hecho, y tras no pocos avatares, todavía se mantiene: su sede es el palacio Corsini, en la Via della Lungara, en el Trastévere. Galileo fue uno de aquellos "linces", cuya visión oteaba horizontes naturales otrora desconocidos, y esto me hace recordar que fue en Roma, en un lugar que aún existe, en el Convento de Santa María Sopra Minerva, donde el 22 de junio de 1633 Galileo pronunció aquellas tristes frases -que aún duelen como puñales- abjurando de las tesis copernicanas para escapar de los tormentos que le anunciaba la Inquisición: "Yo, Galileo Galilei…" ¡Ay! También pueden - y deben- visitar el Museo Storico della Fisica "Enrico Fermi", ubicado en la piazza del Viminale. Allí se encuentran materiales sobre el científico más importante que ha dado Italia en el siglo XX -y uno de los grandes de todos los tiempos- el físico Enrico Fermi">Enrico Fermi.
Si se dirigen hacia el norte, probablemente visitarán tres ciudades maravillosas: Florencia, Pisa y Bolonia. En las dos primeras, la memoria de Galileo es prominente. En Florencia, un lugar de culto es el Museo Galileo. Su sede es el palacio Castellani -¿cuántos palacios habrá en Italia?-, en la piazza dei Guidici. Su colección de instrumentos científicos -no solo de Galileo- es una de las mejores del mundo. Parada obligatoria es, asimismo, la iglesia de la Santa Croce, donde se encuentran los restos, y sus correspondientes mausoleos, de Miguel Ángel, Maquiavelo y Galileo (hay otro dedicado a Dante, pero los restos de éste finalmente no se depositaron, como estaba previsto, allí). En el sepulcro de Galileo aparece un busto suyo, con un telescopio sobre unos libros y un globo, acompañado todo por las alegorías de la Astronomía y la Geometría.Fue en Roma donde Galileo pronunció aquellas tristes frases en las que abjuraba de las tesis copernicanas
A unos 90 kilómetros al oeste de Florencia está Pisa. Mi recuerdo de esta ciudad continúa -media vida después- bañado por la luz cegadora, que reverberaba la solar, de las tres edificaciones de la Piazza dei Miracoli, blancas como la nieve: la catedral, o Duomo, la Torre Inclinada (en realidad, el campanario de la catedral) y el Baptisterio. La Torre Inclinada forma parte de la mitología de la ciencia: dicen -no creo que fuera verdad- que Galileo demostró en ella que, si se viesen libres de la resistencia del aire, cuerpos de masas diferentes caerían con la misma aceleración, un resultado experimental que Isaac Newton incorporó a su Teoría de la Gravitación y que Albert Einstein hizo el gran pilar de la Teoría de la Relatividad General, bajo el nombre de "Principio de Equivalencia".
Finalmente, Bolonia, la sede de la universidad más antigua del mundo (se fundó en el siglo XI). Con algo menos de 400.000 habitantes, sin embargo, sus "recuerdos" científicos son extraordinarios. Alberga, por ejemplo, un maravilloso anfiteatro, construido en 1637, diseñado para la enseñanza de la anatomía. Los Museos del Palazzo Poggi -o Palazzo dell'Università- están repletos de colecciones de muy diversas disciplinas (Medicina, Física, Geografía, Náutica, Técnica), pertenecientes fundamentalmente al siglo XVIII. De temática más reciente es el Museo Marconi, situado en la Villa Griffone, a unos 14 kilómetros del centro. Allí, Guglielmo Marconi realizó en 1895 las primeras transmisiones "sin hilos" de ondas electromagnéticas, dando así comienzo a una nueva era, en la que, aunque con otras tecnologías y mecanismos, todavía vivimos.