Secretos que esconde nuestro sistema solar
Sánchez Ron navega por nuestro sistema solar y se detiene en algunos secretos de la Vía Láctea como el Planeta X o las investigaciones en torno a Plutón
8 julio, 2019 02:53Vivimos en una época en la que el conocimiento del Universo, de su estructura, dinámica y contenidos aumenta continuamente. Con la detección de las ondas gravitacionales, cuya existencia preveía la Teoría de la Relatividad General, se ha abierto una nueva "ventana" al cosmos. Hace muy poco, la noticia fue que se había logrado "fotografiar" un agujero negro en el centro de la galaxia Messier 87 y estoy convencido de que pronto veremos la correspondiente imagen del agujero negro situado en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Los astrofísicos esperan que esa imagen ofrezca datos muy interesantes sobre su historia; por ejemplo, saber si se trata de un agujero negro que gira y si el eje en torno al cual rota no es perpendicular al plano de la galaxia. Si fuese así, y si se tiene en cuenta que la masa de nuestro "oculto agujero" es mucho menor que el de Messier 87, surgiría la posibilidad de que ello se debiera a que en el pasado se hubiese producido un choque entre la Vía Láctea y otra galaxia que hubiese "desgajado" el agujero negro original en dos, uno el que conocemos, mientras que el otro, acaso, esté vagando por el espacio intergaláctico.
Otro hito astrofísico, que al igual que el anterior no habría sido posible lograr sin los medios tecnológicos actuales, es el descubrimiento de los exoplanetas, planetas que orbitan en torno a estrellas que no son nuestro Sol, pero que se hallan en la Vía Láctea. El primer exoplaneta se detectó en 1988 y, a fecha de 1 de junio de 2019, se ha confirmado la existencia de un total de 4.071, pertenecientes a 3.043 sistemas solares. El siguiente paso significativo será estudiar las atmósferas que se puedan identificar en algunos de ellos, un paso obligado para poder responder a la pregunta de si existe vida extrasolar.
No creo ser el único que siente algo similar a una sensación de vértigo cuando se compara lo que sabemos actualmente de los mundos planetarios que existen en la Vía Láctea con lo que se conocía cuando Nicolás Copérnico publicó en 1543 su libro Sobre las revoluciones de los orbes celestes, en el que defendía que era el Sol y no la Tierra el que se encontraba en el centro del Universo, el pequeño universo que se conocía por entonces, en el que los planetas identificados eran únicamente Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. Con el telescopio que construyó en 1609, Galileo solo pudo detectar cuatro "lunas" que orbitaban en torno a Júpiter. Se necesitaban telescopios más potentes. No fue hasta el 13 de marzo de 1781 cuando William Herschel, un excepcional constructor de otro tipo de telescopios, los reflectores (que utilizan espejos y no lentes como el que utilizó Galileo), vio lo que describió como "una estrella curiosa o quizás un cometa", y que cuando se calculó su órbita resultó ser un nuevo planeta más allá de Saturno, al que se bautizó con el nombre de Urano. El telescopio reflector que utilizó tenía 12 metros de largo y estaba provisto de un espejo de 1,15 metros de diámetro (los más grandes que existen en la actualidad, en las islas de la Palma y en Hawai, tienen espejos de 10 metros).
Todavía queda mucho por descubrir en nuestro pequeño rincón de la vía láctea. Los astrónomos podrían confirmar un nuevo planeta
Una consecuencia importante del descubrimiento de Urano fue encontrar que éste no seguía la órbita que predecía la mecánica celeste newtoniana. Para explicar esta anomalía, en 1845 un astrónomo inglés, John Couch Adams, supuso que debería existir un planeta hasta entonces no observado, y calculó la masa que debería tener y la trayectoria que tendría que seguir. Realizado esto, Adams envió su predicción a la figura más prominente de la astronomía inglesa, el Astrónomo Real Sir George Airy, quien disponía de los instrumentos necesarios para comprobar la idea, pero Airy la desechó. Perdieron una gran oportunidad, ya que al otro lado del canal de La Mancha, Urbain Leverrier tuvo la misma idea que Adams, completando los cálculos el 18 de septiembre de 1846. Inmediatamente escribió a Johann Galle, del Observatorio de Berlín, informándole de sus resultados y pidiéndole que buscase en una posición determinada al hipotético planeta. Galle se tomó en serio la idea, y el 23 de septiembre encontró el planeta, que recibió el nombre de Neptuno.
Al igual que en el caso de Urano, perturbaciones observadas en el movimiento de Neptuno condujeron a los astrónomos a predecir la existencia de un nuevo planeta solar, al que se denominó Planeta X. Durante su búsqueda, el astrónomo estadounidense Clyde Tombaugh observó el 18 de febrero de 1930 un cuerpo, al que se bautizaría con el nombre de Plutón. Pero cuando se calculó su masa quedó claro que no podía ser el planeta buscado. Debido a su pequeño tamaño –la sexta parte del de la Tierra– en 2006 la Unión Astronómica Internacional decidió excluirlo de la categoría de "planeta", asignándole una nueva, la de "plutoide". Sin embargo, esto no significa que su estudio no sea interesante. Recientemente la NASA ha anunciado que imágenes tomadas en julio de 2015 por la sonda New Horizons mientras sobrevolaba Plutón, han mostrado que podría existir en él un océano subterráneo en el que abundasen compuestos orgánicos, y que eso explicaría el material rojizo que cubre parte de su helada superficie. Específicamente, lo que New Horizons ha detectado es la presencia de amoniaco, lo que puede significar que tienen lugar procesos geológicos en Plutón, y también la posible presencia de agua líquida en las profundidades, ya que el amoniaco es un excelente anticongelante.
En cuanto al Planeta X (ahora Planeta 9), es posible que pronto se confirme su existencia. En 2016, Konstantin Batygn y Mike Brown, del Instituto Tecnológico de California, publicaron un artículo en la revista Astrophysical Journal en el que argumentaban que su existencia se puede inferir del extraño movimiento de algunos objetos situados en el denominado Cinturón de Kuiper, el disco de cuerpos que orbitan en torno al Sol, a una distancia de entre 30 y 55 veces la distancia Sol-Tierra. De existir, la masa del Planeta 9 sería en torno a 10 veces la de la Tierra, y daría una vuelta completa alrededor del Sol cada entre 10.000 y 20.000 años, nunca acercándose a éste a menos de 200 veces la distancia Sol-Tierra.
Como vemos, queda mucho por descubrir en nuestro pequeño rincón de la Vía Láctea.