Reconstrucción de un cazador paleolítico (Homo sapiens). Museo de Historia Natural de Viena

Reconstrucción de un cazador paleolítico (Homo sapiens). Museo de Historia Natural de Viena

ENTRE DOS AGUAS

La supervivencia del 'Homo sapiens': un futuro cargado de incógnitas

La continuidad o desaparición de nuestra especie dependerá de las decisiones que tomemos en las próximas décadas en temas como el cambio climático, la reducción del oxígeno y la amenaza de los meteoritos

30 junio, 2023 02:05

De entre las innumerables preguntas a las que trata de responder la ciencia, una de mis preferidas es la del origen de la vida en la Tierra. La cronología tradicional establecía que hasta hace aproximadamente 1.000 millones de años la vida en la Tierra la formaban únicamente microbios, y que las estructuras multicelulares aparecieron hace unos 600 millones de años, cuando proliferaron las esponjas (filo: Porifera; subreino: Parazoa; existen entre 5.000 y 10.000 especies diferentes), aunque podría ser posible que los precedieran en 100 millones de años los ctenóforos, algunos parecidos a las medusas, que abundan en los mares y que forman parte de la biomasa del plancton. Pero recientemente parte de esa cronología ha variado.

El 7 de este mes de junio, la revista Nature anunció que se habían encontrado señales de un mundo perdido de microbios primitivos, que poblaron los océanos que cubrían la Tierra, en rocas ubicadas en la actualidad a cientos de metros de profundidad en el Outback, un extenso territorio de Australia que abarca regiones muy variadas, incluyendo áridas, tropicales y costeras.

Dentro de 1.000 millones de años habrá poco oxígeno. serán los microbios anaeróbicos los que dominarán la Tierra

Los análisis de moléculas aisladas presentes en esas rocas sugieren la existencia de poblaciones de organismos formados por células eucariotas (las que poseen un núcleo y otras estructuras internas, esto es, las “descendientes” de las células procariotas, que carecen de núcleo), hasta ahora desconocidos. Y que su antigüedad es de 1.600 millones de años, muy anteriores a lo que las evidencias bioquímicas habían sugerido; la creencia tradicional consideraba que las eucariotas eran extremadamente raras hasta hace 800 millones de años. En la medida en que la vida “superior” –de la que el Homo sapiens forma parte– está constituida por células eucariotas, se puede decir que el origen de la vida vegetal y animal se inició mucho antes de lo que hasta ahora se suponía.

Me impresiona pensar en todos los cambios bioquímicos y evolutivos que se han ido produciendo a lo largo de esos 1.600 millones de años, o, simplemente, en los 600 millones desde que proliferaron los organismos multicelulares que mencioné antes. Especies que surgieron y desaparecieron, otras que se han mantenido, incólumes al paso de tiempo, como si fueran restos fósiles de un pasado atávico: además de las esponjas, están el Nautilus, una concha marina en forma de espiral de 500 millones de años de antigüedad, las medusas (600 millones), el cangrejo herradura (445 millones), el tiburón elefante, un pez cartilaginoso (400 millones), las tortugas (220 millones) o los cocodrilos (200 millones), coetáneos por cierto, de los dinosaurios, pero que al contrario que los no voladores –recuérdese que las aves son descendientes de unos tipos de dinosaurios–, sobrevivieron al famoso impacto del meteorito de hace 66 millones de años.

Al repasar esta cronología y al pensar en sucesos dantescos como la extinción masiva del Pérmico-Triásico, que tuvo lugar hace aproximadamente 250 millones de años y que acabó –por causas aún desconocidas– con alrededor del 80 por ciento de las especies marinas y el 70 por ciento de los vertebrados terrestres, me viene a la mente nuestra propia especie, Homo sapiens, y la pregunta de cuánto tiempo sobrevivirá.

El origen de Homo sapiens parece remontarse a 300.000 años. No parece probable que sobreviva como para estar presente cuando, dentro de unos 5.000 millones de años, el Sol vaya transformándose en una gigante roja que, al expandirse, si no llega a alcanzar la Tierra, ciertamente la calentará tanto que su estado se parecerá al de Venus, la temperatura de cuya superficie se acerca a los 500 grados centígrados. Según las estimaciones más optimistas, nuestra especie se mantendrá alrededor de 1.000 millones de años, algo que yo dudo.

De acuerdo con algunos modelos, como el publicado en 2021 en Nature Geoscience, dentro de 1.000 millones de años la atmósfera terrestre contendrá poco oxígeno, lo que significa que serán los microbios anaeróbicos los que dominarán la Tierra y no los seres devoradores de oxígeno, entre los que nos contamos. De hecho, 1.000 millones puede que sea una escala demasiado larga; las evidencias paleontológicas apuntan en la dirección de que las especies de mamíferos perduran únicamente alrededor de un millón de años.

Claro que la nuestra es especial, capaz de sobrevivir en situaciones y entornos muy variados y complicados. Incluso nos estamos preparando para combatir el peligro de un meteorito que se dirija a la Tierra con un tamaño comparable al de hace 66 millones de años (las estadísticas sugieren que un meteorito de esas características puede impactar en la Tierra cada 250-500 millones de años).

En un artículo que se puede encontrar en el servidor arXiv.org, los físicos Philip Lubon y Alexander Cohen calcularon que la humanidad podría combatir un asteroide del tamaño del que estoy mencionando si dispusiese de seis meses de aviso; el método sería dirigir hacia él bombas atómicas que lo fraccionaran en pedazos inofensivos. En la actualidad, el mayor asteroide que se conoce y que podría chocar con nuestro planeta se denomina (29075) 1950 DA. Tiene un tamaño de 1,3 kilómetros y, según análisis realizados en 2022 por la Agencia Espacial Europea, la probabilidad de que choque con la Tierra en marzo de 2880 es de 1 entre 50.000.

[Venus, el sueño de Carl Sagan]

No se sabe cuánto tiempo durará nuestra especie. Algunos, al igual que pensaba Stephen Hawking, opinan que nuestro futuro como especie se encuentra fuera de la Tierra. Parece evidente que Marte es el único hábitat posible –llegar a posibles exoplanetas en alejados sistemas solares es, en mi opinión, ilusorio–, pero, ¿qué hábitat sería ese, con una atmósfera formada mayoritariamente (95,3 por ciento) por dióxido de carbono, nocivo para nosotros, más proporciones menores de nitrógeno (2,7 %), argón (1,7%) y menores aún de agua, monóxido de carbono y oxigeno? Y no olvidemos las radiaciones que asolan al antiguamente llamado “planeta rojo”, que carece de la protección de un campo magnético como el terrestre.

Pienso que, duremos lo que duremos, nuestro destino estará, debe estar, ligado a la Tierra. Y dudo mucho que dada nuestra ansia consumista y depredadora lleguemos a superar ese millón de años. Pero la Tierra continuará existiendo hasta el final de sus días. Y en ella continuará existiendo vida. Otros tipos de vida, otras especies... 

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