Cine

Los últimos días de Studio 54

Whit Stillman estrena "The last days of disco"

24 octubre, 1999 02:00

El excéntrico Whit Stillman presenta el próximo viernes en las salas españolas "The Last Days of Disco", un recorrido por las modas y tendencias de los años en que el mítico Studio 54 era el templo de la música neoyorquina. El director de "Metropolitan" y "Barcelona" completa su triángulo fílmico con una obra protagonizada por Christopher Eigerman y cargada de magníficos diálogos, comportamientos y actitudes entre el conservadurismo y la nostalgia.

Nueva York, madrugada del 17 al 18 de diciembre de 1979. Tercer portal de la calle 54 de Manhattan Oeste, número 54. Puerta de la discoteca Studio 54. Whit Stilman, editor ejecutivo de la agencia de noticias Access, de 27 años, necesita ser admitido en el templo de la música disco. Imperiosamente. La razón: de su brazo camina la mujer de la que se ha enamorado seis días antes, la barcelonesa Irene Pérez-Porro. Decidido a casarse con ella, necesita deslumbrarla con la muestra del poderío supremo del residente neoyorquino que se considera "alguien" en la Gran Manzana; ser admitido por el sádico gorila de la puerta del lúdico templo que dirige con mano dura Steve Rubbell. Los gruesos cordones de seda se abrieron para él.

Diecinueve años de matrimonio (con Irene), dos hijas (Ana e Isabel) y dos películas después, Whit Stillman (Washington, 1952) estrena ahora su tercer filme, "The Last Days of Disco", última entrega del tríptico cinematográfico del "Condenado. Burgués. Enamorado", una etiqueta que él mismo usa desde que la tomó prestada del subtítulo de su primera película.

Como aquella "Metropolitan" (1990) y "Barcelona" (1994), éste tercer vértice del triángulo fílmico "stillmaniano" comparece de nuevo plagado de magníficos diálogos (a veces llenos de humor absurdo), comportamientos y actitudes a caballo del conservadurismo y la nostalgia, romance entre jóvenes urbanitas de la burguesía acomodada, personajes a un cuarto de hora de la madurez y elegantes ironías. De nuevo protagoniza Christopher Eigeman, algo más que un actor-fetiche, quizá, un genuino "alter ego" de Stillman. Eigeman fue el divertido "snob" Nick de "Metropolitan", Fred, el relaciones de Sexta Flota en "Barcelona" y es ahora Des, el subjefe de El Club (epicentro de la acción, fusión de lo que fueron los exclusivos clubes "Studio 54", "Xenon", "Nel’s" y "El Morocco".
Des comparece como un tipo patético que finge ser "gay" para atraer a las mujeres y deshacerse cruelmente de ellas. Entre sus víctimas, la divina Jennifer Beals, la estrella con doble de cuerpo y baile de "Flashdance", adorada más tarde por Nanni Moretti en "Caro Diario".

Beals es la imagen perfecta para adornar una película que vuelve con los míticos últimos días de los hedonistas 70. Hay también cocaína, herpes, codicia "yuppy", una impresionante banda sonora con 27 títulos legendarios de música disco, otras tantas 22 canciones (incluyendo "Everybody Loves Sombody Sometime", de Dean Martin) y una impagable escena con la mismísima Jaid Barrymore (madre de Drew) en "topless", miniatuendo de falso leopardo y exceso de maquillaje.

Pero hay más, como en toda película de Whit Stillman. En "The Last Days of Disco", su autor lanza de nuevo su mirada hacia las angustias juveniles de gentiles privilegiados. Pero, esta vez, los sitúa en el epicentro de las noches más salvajes de la ciudad que nunca duerme, en el último instante recordado de promiscuidad social y sexual. Pero las aventuras nocturnas discotequeras de Charlotte y Alice, de Des y Tom, y de Holly y Jimmy, jamás habrían logrado ser mencionados en ningún diario de Andy Warhol.

A partir de sus propias experiencias en "Doubleday" (las dos protagonistas femeninas luchan por abrirse camino como descubridoras de potenciales "best sellers" en una editorial con oficina en la exclusiva Park Avenue) y sus noches discotequeras a la salida de su trabajo de madrugada de Access, Stillman recrea una historia semiautobiográfica en su estilo de elegante comedia social de costumbres. Stillman, un cineasta tardío forjado en el periodismo y anclado en la literatura (Jane Austen, Tolstoi, Fitzgerald y J. D. Salinger, entre sus referencias fundamentales), no sólo se revela a través de las dos protagonistas, sino que es reconocible en momentos tan idiosincrásicos como el monólogo de Des, en el que revela el subtexto psicológico de la película de Disney "La dama y el vagabundo".

O también, en las razones de la vocación medioambiental del joven abogado interpretado por Robert Sean Leonard ("El club de los poetas muertos"); el impacto causado en una nueva generación por el reestreno de "Bambi", otro producto Disney de la era clásica. Sin olvidar la múltiple presencia oral del Tío Gilito, el creso tacaño emparentado con el Pato Donald.

"The Last Days of Disco" comparece como un alegato de su autor en favor de "las virtudes de la vida social en grupo" frente al "emparejamiento feroz", una marca en su trilogía. Lo es también el hecho de que el tríptico se desarrolla en el inmediato pasado reciente que sus protagonistas se hallan en el período crucial del tiempo ubicado en el segmento de las más temprana madurez, el instante decisivo en que las vidas toman un rumbo casi definitivo.

Por todo ello, sus compatriotas consideran a este estadounidense como un genuino "auteur". De hecho, se ha constituido en el cineasta singular que ha producido sus tres películas en alianza con la independiente Castle Rock de Rob Reiner. Su pragmatismo acerca de la industria le ha permitido no sólo mantener el control total sobre la obra, sino también poseer ese raro don conocido como el "final cut", la autoría final sobre el montaje.

A la edad de 37 años, Stillman escribió, dirigió y produjo con actores desconocidos su opera prima, "Metropolitan", que le valió el Leopardo de Plata en el Festival de Locarno, una candidatura al Oscar por el guión y el premio al mejor Director Novel del Círculo de Críticos de Nueva York.

En "Barcelona" (su particular "Homenaje a Cataluña"), Stillman se atrevió a recrear un tiempo inmediatamente posterior a Franco, cuando las costumbres políticas y sexuales quedaron definitivamente trastornadas, mientras reflejó con irónica elegancia el choque cultural entre dos continentes y, a través de sus dos arrogantemente ingenuos protagonistas tomó el relevo (según dictaminó Barbara Probst Solomon) de Gary Cooper y Ernest Hemingway en "¿Por quién doblan las campanas?".

Y con sólo tres películas, Stillman se ha revelado como un director virtuoso frente a repartos corales. Acompañado de su "compañía estable", en "The Last Days of Disco" deja brillar con luz propia a dos actrices singulares. Como la suavemente maligna Charlotte, la exquisita actriz británica Kate Beckingsale (irónicamente, fue la "Emma" de la versión televisiva del clásico de Jane Austen) ejecuta un trabajo exquisito para un personaje tan compulsivo como cruel a la hora de revelar cualquier pensamiento.

Junto a ella y en una elección tan inspirada como "contracorriente", Chloe Sevigny, elevada a los altares de "actriz de culto" por el fotógrafo Larry Clark ("Kids") y el francotirador Harmony Korine, al que asistió también como diseñadora de vestuario en "Gummo". El estatus "outsider chic" de Sevigny quedará casi inmediatamente consolidado en el próximo manifiesto de Korine ("Julie"), la devastadora "A Map of the World" (que compitió en el reciente festival de San Sebastián) y en el futuro "culto" anunciado "American Psycho", de Mary Harron.
¿Y Stillman? George Plimpton, el autor de la biografía definitiva de Truman Capote y "leyenda viva" del Studio 54, ejecuta un breve "cameo" en "The Last Days of Disco", recomendándole una novela de James Salter a una modelo desnuda tocada únicamente por un sombrero. Plimpton y Stillman escriben ya un guión situado en las metrópolis de París y Venecia hacia 1950. Su protagonista: un joven norteamericano, editor de una revista crítica del corte de "Paris-Review". Sin título concreto, la película promete mucho más Stillman, elegancia, clase e ironía al ciento cincuenta por cien.