Cine

José Luis Borau

"Al cine español le faltan mercados y le sobran subvenciones"

24 mayo, 2000 02:00

Tercer Festival de Málaga

El próximo viernes, el Festival de Málaga abre las puertas a su tercer encuentro con el cine español. Con motivo de la presentación de Leo y la concesión de la Medalla de Oro de la Academia de Cine el día 31, José Luis Borau, director por vocación, actor por compromiso, productor "a la fuerza" y editor selectivo, ha hablado con EL CULTURAL. Además, el crítico Fernando Méndez-Leite comenta en estas páginas sus impresiones sobre la película. La última obra de Juan Carlos Tabío y la prestigiosa sección de cortos completan la información sobre la muestra.

El no lo sabe pero es, por expresión y por inspiración, nuestro Hitchcock particular. De la "cueva" de El Imán, su factoría creativa, han salido las principales películas del cine español, un puñado de buenos libros y varias ediciones de la Semana de Cine Experimental. En Borau el director de cine se mezcla sin riesgo con el productor y el editor, facetas en las que se concentran un cúmulo de experiencias y una gran sabiduría que acumula desde hace más de treinta años en las afanosas dependencias de la productora. Con Leo, que presenta la próxima semana en la sección oficial del Festival de Málaga, continúa un laureado currículum cinematográfico que incluye títulos como Furtivos (1975), La Sabina (1979), Río abajo (1984), Tata mía (1986) y Niño Nadie (1986). Además de su último trabajo, la actualidad se empecina con José Luis Borau ante el próximo reconocimiento del día 31 de la Academia de Cine que dirigió durante cuatro años.

-¿Qué significa para usted un galardón que ha recaído anteriormente en nombres como Fernando Rey, Carlos Saura, Paco Rabal y Gil Parrondo?
-Pues un honor, un compromiso y un mal trago, eso es lo que significa...

Experiencia acumulada


-¿Es usted de esos que prefieren no recibir homenajes ni galardones de reconocimiento "a una trayectoria profesional" por considerarlo un síntoma de declive?
-No, no soy de esos. Más bien le diría que nunca es tarde si la dicha es buena.

-En ese caso ¿qué más quiere seguir ofreciendo al cine español?
-Un par de películas, otro puñado de libros (dos de ellos propios, naturalmente) y la experiencia acumulada, si es que ésta puede servir de algo a alguien.

-Como director ha sufrido grandes lapsus alejándose durante largas temporadas de la dirección (nueve años de 1964 a 1973 y diez de 1986 a 1996). ¿Cuales fueron las causas de esos retiros?
-En realidad, sólo existe una causa: me veo obligado a producir mis propias películas. "Productor a la fuerza" podría titularse mi caso, al estilo de aquellas viejas películas de Heinz Röhmann o Miguel Ligero. Dado que sigo sin tener fortuna personal, primero hube de ganar dinero con la publicidad para invertirlo en filmes, y luego he de recuperarme de cada uno de ellos para emprender el siguiente. A veces, como Río abajo, eso lleva lustros. Pero hago lo que me da la gana, y no he de andar dando explicaciones a nadie.

-En alguna ocasión ha dicho que, pese a su prestigio, no ha encontrado financiación para sus proyectos. ¿A qué cree que se deben estas negativas?
-A que no sé venderme. Desconozco la "mise en valeur", ese arte que dominan los franceses. Me siento incapaz de convencer a quien tengo enfrente y, claro, me aburro de intentarlo. Después del tremendo éxito comercial de Furtivos -casi tres millones de espectadores- no encontré quien quisiera poner el dinero en otra película mía, y bien sabe Dios que lo intenté. Sólo una compañía estatal sueca aceptó coproducir conmigo. Paso por ser un buen guionista y, fíjese, ni siquiera he vendido nunca un guión a nadie. Durante años llevaba guiones a productores que me decían: "Esto es muy bonito, José Luis, pero no dará un céntimo en la taquilla". Lo curioso es que la mayoría de ellos estaban perdiendo dinero a manos llenas con sus apuestas "comerciales" y varios acabaron en la ruina. Por eso decidí tirar por la calle de enmedio y hacer la guerra por mi cuenta.

-¿Cree, entonces, que los productores españoles no se arriesgan todo lo que deberían?
-Se arriesgan demasiado, habida cuenta de lo que hoy cuesta una película y de las posibilidades del mercado. Buena parte de nuestras producciones -no todas, claro- se plantean con la máxima ambición de no perder dinero en la aventura. Ya me dirá usted si esa es manera de emprender un negocio.

Producir estupideces

-Recientemente ha dicho que Hollywood es "una factoría gigantesca de producir estupideces". ¿Piensa, salvando las distancias, que el cine español ha comenzado una carrera sin freno por alcanzar metas parecidas?
-Es posible que sí, sobre todo si su aceptación comercial (imprescindible por otra parte) sigue creciendo dentro y fuera del país. Claro que es un peligro que todavía resulta remoto.

-Si tuviera que reclamar una gran diferencia entre el cine español de sus inicios y el cine actual (obviado las imposiciones de la censura), ¿cuál destacaría?
-A pesar de lo dicho anteriormente, hoy se trabaja con mayores medios y con un índice profesional muy alto realmente internacional. En el camino de la interpretación, por ejemplo, se han dado pasos de gigante.

-Consciente del compromiso de la pregunta, ¿podría señalar qué nombres del cine español le interesan más actualmente?
-No sé si está bien que, siendo tan reciente mi cese como presidente de la Academia y recibiendo esta medalla por decisión de la misma institución, me ponga ahora a marcar diferencias. Aún así, y por referirme sólo a los más jóvenes, destacaría nombres como Fernando León de Aranoa, Icíar Bollaín, Benito Zambrano, José Luis Guerín, Gracia Querejeta, Isabel Coixet, etc.

-Teniendo en cuenta que al año se producen alrededor de un centenar de películas españolas (contando coproducciones), y que sólo un 5 por ciento sale rentable en taquillas, ¿considera que en estos momentos el estado de salud del cine español es bueno?
-En absoluto, pero sólo en comparación con lo que llegó a ser nuestra industria hace diez años cabe instalarse en una cierta complacencia.

-¿Qué le falta al cine español para que llegue a ser de una vez una industria? ¿Llegará el momento en que se pueda prescindir de las subvenciones?
-En ese sentido creo que faltan mercados. Con mercados la industria se consolidaría por sí misma. Y una vez consolidada de verdad las subvenciones sobrarían. Pero esto es pura entelequia, habida cuenta de la creciente dificultad con que las producciones europeas -y no sólo españolas- circulan por el mundo.

El caso Almodóvar

-¿Cree que éxitos como el de Almodóvar impulsan la "industria" del cine español? ¿Cómo contempla la labor de un director prácticamente olvidado por los premios Goya hasta este año?
-Respecto a la primera cuestión, desde luego que ha significado un impulso evidente. Tenga en cuenta que sigue habiendo países donde apenas se tiene noticia de nuestra cinematografía. Es muy fácil encontrarse con productores franceses o alemanes, por ejemplo, que calculan nuestra producción en unas diez o doce películas al año. Y en lo que ha dado en llamarse la "América profunda", el público suele identificar el cine español con el mexicano. De modo que el éxito internacional de Pedro sirve, al menos, para que por ahí fuera sepan que existimos o dejen de considerarnos una simple curiosidad.

En cuanto al supuesto "desinterés" de la Academia creo que se trata de un latiguillo sin fundamento. Al parecer, nadie recuerda que, diez años antes de Todo sobre mi madre, Pedro había ganado ya el Goya a la Mejor Película con Mujeres al borde de un ataque de nervios, ni de que en la corta historia de nuestra institución, sus películas obtuvieron en distintas especialidades una docena de Goyas más, aparte de haber sido nominadas en sesenta y tantas ocasiones. Por si todo eso le parece poco, los miembros de la Academia eligieron sucesivamente Mujeres al borde de un ataque de nervios, Tacones lejanos, La flor de mi secreto y, el año pasado, Todo sobre mi madre, como única representante de la industria nacional en la carrera de los Oscar. De no haber sido por nuestros votos esos títulos jamás habrían competido en Hollywood. ¿Qué dirían los medios españoles si esta Academia hubiera actuado con la misma "inquina" que la americana con relación a Chaplin, Fritz Lang o Spielberg, a quien costó Dios y ayuda ganar su primer Oscar? Prefiero no pensarlo.

-¿Cómo recuerda la etapa de presidente de la Academia después de dos años sin esa responsabilidad?
-Echo de menos el embarcarme en grandes operaciones, como la de disponer de una sede digna de nuestra importancia -meta alcanzada por mi sucesora, Aitana Sanchez-Gijón-, contribuir a la reforma de una Academia Europea de Cine que no acaba de encontrar su camino, o impulsar la reunión de cuantos en el ámbito gigante de la lengua hispana trabajamos en el mismo campo. Este último objetivo me parece insoslayable si de verdad queremos pesar en el universo de la industria y de la cultura cinematográfica.

Delante de la cámara


-Sus interpretaciones en películas como Furtivos, Sonámbulos, o Ilona llega con la lluvia han puesto de manifiesto un cierto talento como actor. ¿Se considera director o productor por encima de todo?
-Productor ya he dicho que no. Y actor, tampoco. Hasta ahora sólo he actuado por compromisos de rodaje -alguien que falla en el último momento y causas similares-, o por dar gusto al capricho de amigos y directores como Manuel Gutiérrez Aragón o Sergio Cabrera. Sólo yo sé lo mal que lo paso interpretando. Cualquiera podría hacerlo mejor.

-Hablemos de Leo, última película con la que participará, a partir del viernes, en la sección oficial del Festival de Málaga. ¿Cómo fue el final del rodaje y sus complicados exteriores?
-Todo resultó bien, pero en ningún momento podía imaginar el frío y la desolación que se adueñan de un polígono industrial a partir de la medianoche, ni la humedad que empapa los huesos cuando ruedas en lagunas al amanecer. Por fortuna, he contado con un equipo estoico y entusiasta como pocos que me ha ayudado enormemente en esta labor.

-¿Ha pensado durante el rodaje en las nuevas generaciones de espectadores? ¿Cuál cree que es la actitud de los jóvenes actuales ante los trabajos de veteranos de nuestro cine como Luis G. Berlanga, Carlos Saura, Gonzalo Suárez o usted mismo?
-Le contestaré cuando estrene Leo. Soy un defensor a ultranza del talento y la intuición de nuestra juventud.

Talento y naturalidad

-Por cierto, Icíar Bollaín, que protagoniza su película, presentará el miércoles que viene la ceremonia de entrega de la Medalla de Oro ¿Cómo ve su labor como actriz y directora?
-Creo que Icíar es una criatura privilegiada. Tiene algo de gatito, haga lo que haga siempre aterriza bien. Su talento, su naturalidad -tanto a la hora de actuar como de dirigir o escribir diálogos- sorprenden y desarman a quienes, como yo, trabajamos con tanto esfuerzo y dificultad. En ese mismo sentido, es una de las personas más lógicas que he conocido en mi vida.

-Las cuotas de doblaje siempre han sido motivo de polémica. Varios productores opinan que es difícil combatir contra el cine norteamericano en taquilla cuando se dan tantas facilidades para su doblaje, al contrario de lo que ocurre actualmente en muchos países europeos. ¿Qué opina de la polémica suscitada con las cuotas en Cataluña?
-Si por mí fuera, no se doblaría ni una sola película, así que huelga cualquier comentario. El caso catalán resulta particularmente expresivo para calibrar el poderío que exhibe la industria norteamericana. Jordi Pujol, que tantas batallas ha ganado al gobierno central en cuestiones lingöísticas, no ha podido con la máquina de Hollywood.

-Finalmente, hábleme del proyecto al que dedica buena parte de su jornada laboral, El Imán. ¿Cuál es el secreto para que una productora y editorial como esta siga viva tras más de treinta años de existencia?
-Somos tres y hacemos de todo sin que a nadie se le caigan los anillos. Ese puede ser el secreto. En la editorial sacamos un par de libros muy escogidos al año: Los extranjeros de Mabery Road, riquísima crónica de la Europa de entreguerras y del único salón literario abierto en Hollywood, no se ha traducido ni al francés ni al italiano, y ¡Preparad la bolsa!, cáustico diario del rodaje del Otelo de Orson Welles, sigue inédito en la Europa continental. Tampoco se había reunido la obra completa de Carranque de Ríos, escritor maldito donde los haya, y en cuanto al último, El imperio Bronston, de Jesús García de Dueñas, es una novedad absoluta, puesto que nadie hasta hoy ha publicado biografía alguna de tan intrincado personaje. Me siento muy orgulloso de esas ediciones, así como de la Semana de Cine Experimental de Madrid -treinta países, ciento cincuenta películas de estreno riguroso y los correspondientes homenajes- que también se "cuece" en las cuevas de El Imán desde hace más de una década.