Image: Berlanga y Armendáriz ...en Nueva York

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Cine

Berlanga y Armendáriz ...en Nueva York

12 diciembre, 2001 01:00

Berlanga y Armendáriz. Foto: Mercedes Rodríguez

La ciudad de Nueva York acoge en su Walter Reade Theatre estos días un extenso ciclo sobre el cine español clásico y actual. En colaboración con el Instituto Cervantes y el Ministerio de Cultura, el Spanish Cinema Now, que se prolongará hasta el próximo día 27, proyectará dos retrospectivas dedicadas a las obras de Luis G. Berlanga y Montxo Armendáriz como representantes de diversas y significativas generaciones de nuestra cinematografía. El Cultural los ha reunido para hablar no sólo de cine, también del horror vivido en Nueva York, de sus nominaciones al Oscar o de la dificultad de nuestras producciones por salir al extranjero.

La última vez que se vieron fue en Lisboa. Montxo Armendáriz presentaba Secretos del corazón y Luis G. Berlanga cambiaba de un hotel a otro porque quería estar cerca de la filmoteca lusa. Pero eso fue cuando el autor de Plácido todavía estaba interesado en el cine. Ahora ni siquiera ve películas por televisión. Su retirada del cine después de París-Tombuctú ha sido definitiva. En la sombría y austera sala de juntas de su despacho, desde donde supervisa la construcción en Alicante de la Ciudad de la Luz, que albergará los estudios de cine más grandes de Europa, le cuenta a Montxo Armendáriz que se ha inventado la palabra "despantalización" para definir su proceso de desintoxicación cinematográfica.

Luis G. Berlanga: Me he encerrado en mi estudio y empiezo a descubrir lo que representa la soledad y los momentos maravillosos que ofrece. A veces me obligan a ir a algunos estrenos, pero me quedo en el hall y me marcho cuando se apagan las luces... prefiero no ver películas. Ya he tenido bastante.

Montxo Armendáriz: A mí me gustaría seguir en activo hasta el final, pero claro, uno nunca sabe lo que va a pasar. Lo que me parece maravilloso de tu vida ahora mismo es que puedas disfrutar de la soledad. Eso es muy importante.

Berlanga matiza que la soledad era la enfermedad del siglo pasado y será la solución del siglo XXI. Pero como si le diera pudor hablar de ello, enseguida transforma su discurso, de por sí cambiante y entreverado, para hablar de Nueva York, ciudad que estos días ofrece una retrospectiva de ambos cineastas en el marco del Spanish Cinema Now, una iniciativa del Instituto Cervantes y del Ministerio de Cultura con el fin de mostrar en Estados Unidos producciones clásicas y actuales de la cinematografía española. Pero hablar ahora de Nueva York es casi una provocación para dos cineastas que han comprometido su obra con la reflexión social y política. Sobre todo para el autor de Silencio roto, que durante las horas fatídicas del 11-S sobrevolaba el escenario prohibido.

MA: Según nos contaron, estuvimos muy cerca de que lanzaran un pepinazo contra nuestro avión, porque el piloto se empeñó en aterrizar en Toronto en vez de dar la vuelta. Veníamos de Madrid, haciendo escala en París, y al llegar al aeropuerto nos recibieron dos chicas del festival llorando, nos abrazaron y nos dijeron que llamáramos a nuestras familias para tranquilizarlas. Por lo visto nos salvamos de milagro.

La historia se repite
LGB: Qué horror. Sólo viendo cada cinco minutos las imágenes de los aviones estrellándose contra las torres... ya me irritó hasta un límite en el que me cuesta entrar a analizar este tema. No sé, hay muchas cosas que no me encajan. No sé cómo lo verás tú pero yo no encuentro el camino para definir una postura en todo este atolladero.

MA: Creo que no hay que quedarse en el horror de las torres gemelas, el pueblo afgano lleva mucho tiempo masacrado y en Palestina la situación también es insostenible. Estamos ante un desquiciamiento total del sistema, y en el fondo es algo de lo que debemos sentirnos responsables.

LGB: A mí lo que más me preocupa es que todo esto va a desembocar en nuevas dictaduras sociales. La historia se repite.

MA: Lo triste es que por lo visto la única alternativa civilizada que se planteó ante un hecho tan monstruoso, y con la que parece que está todo el mundo de acuerdo, fue una acción todavía más terrible, como es bombardear todo un país.

LGB: Sí... pero creo que no nos estamos enterando de nada. Es curisa la conexión del cine con momentos tan culminantes como estos. Pero el cine aquí ha perdido la batalla, porque estamos asistiendo a la guerra peor fotografiada. La censura está funcionando y no estamos viendo nada, es un fracaso de lo que representa el cine, el audiovisual, como testimonio de la realidad. Lo que escuchamos y lo que nos enseñan no me está diciendo nada de lo que pasa en esta jodida guerra.

MA: Dan noticias concretas de cuántos pueblos han tomado, cuántas bombas lanzan y tal... pero es cierto que las guerras de conflictos anteriores, como Vietnam, estaban mejor narradas.

LGB: Incluso la guerra europea del 14. La de ahora es la guerra peor contada del siglo.
Quizá porque el tema de conversación empieza a incomodarle, Berlanga examina el programa del Walter Reade Theatre y esboza una sonrisa incrédula cuando advierte que le definen como "el maestro de la sátira española". Estos días los neoyorquinos tienen la oportunidad de ver sus clásicos Bienvenido Mr. Marshall, El verdugo, Plácido y La escopeta nacional, mientras que de Montxo Armendáriz se proyectarán las seis películas que conforman su filmografía. Uno y otro han vivido su particular gloria americana con sendas nominaciones al Oscar, por Plácido y Secretos del corazón, distanciadas entre sí por treinta y seis años.

Salida al extranjero
MA: Recuerdo mi paso por la Academia de Hollywood, en parte, como el descubrimiento del cine como una pura industria. Allí la gente iba a algo muy concreto. Los productores no te preguntan si tienes una historia, un guión, una idea, directamente te preguntan si quieres rodar en Estados Unidos. Si dices que sí ellos ya te ponen la historia y los medios. La elección es siempre de ellos. Eso me llamó poderosamente la atención.

LGB: Eso siempre ha sido así. En mi caso, lo más gratificante de la nominación fue el cóctel en la piscina del Beverly Hills, donde pude conocer a todos los grandes de aquel tiempo. Pero mi mejor recuerdo de Estados Unidos es otro, la proyección de El verdugo en la sala Samuel Goldwyn. Todavía habrá una placa allí recordándolo. La verdad es que fue un éxito fabuloso, Spielberg y Lucas se interesaron y quisieron conocerme, aunque no pasó de eso. En realidad mis películas nunca han calado en el extranjero. Creo que porque es un cine muy difícil de subtitular, al ser tan coral. Al menos esta es mi excusa para justificar que mis películas no hayan salido mucho de España...

MA: Yo desde luego no estoy de acuerdo... Mira, si hace siete años preguntabas en el extranjero por el cine español, te daban con seguridad dos nombres, Berlanga y Saura, y quizá alguno decía Bardem. Eso era sí, Luis, tu cine sí ha tenido repercusión.

LGB: Eso ha ido por épocas. Hubo un momento que en Europa era Saura el absoluto representante español.

MA: Parece que tenemos una especie de complejo. Yo creo que los extranjeros tienen un concepto de nuestro cine como podemos tenerlo nosotros del suyo. En general todas las filmografías son locales, así que eso no debe ser un impedimento. Nuestro cine, y sobre todo el tuyo, es absolutamente vendible, lo que pasa es que no nos hemos preocupado de hacerlo. No hay una política del Ministerio concreta para ello. Sólo casos aislados, como Almodóvar.

LGB: Sí, gente que se lo ha trabajado por su cuenta. Como los naranjeros valencianos que cogían sus frutas y se iban a Londres...

MA: Un ejemplo muy claro es el Dogma danés. Se inventaron algo políticamente cinematográfico para vender un montón de películas que aisladamente no hubieran tenido ningún éxito. Entonces se inventaron lo mismo que en su día hizo el Free Cinema. A veces nos olvidamos de que sólo es una jugada comercial perfecta. Desgraciadamente es que no sabemos vender.

LGB: Además, la política de Estados Unidos, en lugar de comprar, es la de hacer versiones propias.

MA: Sí, como ahora han hecho con Abre los ojos, de Amenábar.

LGB: A mí me han intentado dos veces adaptar El verdugo. Creo que es mi filme menos apropiado para versionar. El verdugo en España es un hombre de la Administración, y en Estados Unidos los verdugos son funcionarios de prisiones que aprietan el botón. No creo que el personaje hubiera tenido el mismo dramatismo.

MA: Además, antes las películas eran como un hijo que nace, había que educarlas y hacerlas crecer... tú lo sabes mejor que yo.

LGB: Antes eran cinco años lo que tardaba una película en cocerse. Empezaban en Madrid y luego iban de provincia en provincia, tenían más oportunidades. Ahora va todo tan rápido... es tremenda la agonía de las películas.

MA: La presión del mercado es muy fuerte. No existe la censura del franquismo, pero sí existe la censura del mercado.

Diferencia generacional
LGB: Es algo que llevamos diciendo desde hace años. La Administración antes era muy jodida, pero ahora es peor en muchos aspectos...

MA: Esto provoca algo terrible de cara a la profesión: el individualismo. Lo que me preocupa es que ahora con los compañeros de oficio, los directores, la discusión de cine prácticamente ha desaparecido. Ahora preguntas por una película y queda despachada con un adjetivo: buena, mala, una mierda o maravillosa. Eso es terrible no sólo para la convivencia personal y humana de cada uno de nosotros, sino para lo que significa el cine.

LGB: En mi caso es complicado debido a la diferencia generacional. Mi cine es muy distinto al que se hace ahora. Es muy difícil que nosotros podamos establecer asociaciones entre nuestro cine.

MA: Claro, claro. Para mí, y creo que para todos los de mi generación, tú has sido el padre y el patriarca de prácticamente todo el cine moderno español. Algo que me parece fundamental, y de lo que adolecen muchos jóvenes directores, es que se conozca el cine de su país, su desarrollo. Y claro, tu obra es fundamental y clave para entender eso. Plácido, El verdugo, Tamaño natural, La escopeta nacional, Bienvendio Mr. Marshall...

LGB: La crítica española ha decidido y establecido que esas son mis mejores películas, pero Bienvenido... a mí no me gusta, aunque de algún modo se ha convertido en algo mítico y lo acepto. Creo que mi mejor película es París-Tombuctú, y lo digo ahora que no estoy haciendo promoción. En esa película añadí mi descenso a los infiernos a la etiqueta que tiene todo mi cine anterior, ya sabes, como crónicas de fracaso, antihéroes que creen que pueden llegar a algo y no llegan nunca, trampas que tiende la sociedad... Con París-Tombuctú entré en terrenos cinematográficos que antes nunca había había explorado.

MA: Si yo tuviera que escoger una de las mías, también sería la última, Silencio roto. Es mi película más personal y con la que más me he implicado. No sólo artísticamente, también desde el punto de vista económico.

La guerra más romántica
LGB: No la he visto. De películas tuyas que he logrado ver, recuerdo especialmente Tasio. Era una delicia, tenía un estado como sobrenatural, quiero decir, era una película en la que levitabas por encima del realismo que tenía. ¿Silencio roto es la del maquis? [Armendáriz asiente] Es increíble lo difícil que resulta en este país hacer algo sobre la Guerra Civil. Es la guerra más romántica y estética que existe para el cine, y debería ser un género cinematográfico en sí misma.

MA: El Frente de Madrid es una película que está por hacer.

LGB: Me irrita cuando la gente dice que ya se ha hecho bastante de la Guerra Civil. Y de la Batalla de Teruel tampoco se ha hecho nada... Yo estuve allí. En la división de Nieto, la 42 División de Carabineros. Y luego estuve en la División Azul... Pero bueno, ¡basta ya de recordar!