Image: Debut... ¿y despedida?

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Cine

Debut... ¿y despedida?

Siete nuevos directores en el V Festival de Cine de Málaga

24 abril, 2002 02:00

El escritor y director Luis Sepúlveda (Nowhere)

El Festival de Málaga de Cine Español sigue apostando por nuevos talentos en su quinta edición, que comienza el 26 de abril. Siete directores tomarán la alternativa en el coso malagueño -Luis Sepúlveda, Jordi Mollá, Miguel Alcantud, álvaro García Capelo, Miguel álvarez, Julio Wallovits y Roger Gual-, al frente de seis óperas prima entre un total de 16 largometrajes a competición. Pero los datos de la industria aseguran que sólo cuatro de cada diez principiantes se abren camino en el parnaso cinematográfico. El Cultural ha hablado con ellos sobre sus expectativas y sueños, sobre la necesidad de innovación, sobre qué esperan recibir del cine y qué pretenden dar a cambio. ¿Será en Málaga su debut y también su despedida?

Tiene el Festival de Málaga de Cine Español la particularidad de observar a los recién llegados y proyectar sus tarjetas de presentación, óperas prima que ni siquiera la crisis por la que navega la industria del cine español parece haber atenuado. Los datos arrojados por el Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales (ICAA) señalan que en el período 1990-2001 debutaron 251 directores, 17 de lo cuales lo hicieron en el certamen que hospeda la provincia andaluza desde hace cinco años, como Miguel Albaladejo (La primera noche de mi vida), Laura Mañá (Sexo sin compasión) o Vicente Molina Foix (Sagitario), etc.

En su quinta edición -que abre sus puertas el viernes y las mantendrá abiertas hasta el 4 de mayo-, el festival no ha descuidado su consolidada apuesta por supuestos nuevos valores, que acuden a Málaga divididos entre el asombro y el pánico, conscientes de que el éxito es la llave de las puertas de sus deseos. "Estoy trabajando ya en otra película, pero si no consigo convencer con la primera, sé que es muy difícil que se llegue a realizar", sostiene Miguel Alcantud, que acude al certamen andaluz con Impulsos. Junto a él, otros seis debutantes tomarán la alternativa en el coso malagueño dentro de una sección oficial que proyectará seis óperas prima de un total de 16 largometrajes, a saber, Canícula, de álvaro García Capelo; Impulsos, de Miguel Alcantud; Mi casa es tu casa, de Miguel álvarez; No somos nadie, de Jordi Mollá; Nowhere, de Luis Sepúlveda, y Smoking Room, dirigida al alimón por Julio Wallovits y Roger Gual.

Siete directores sobre los que recae el peso de las estadísticas. Carlos F. Heredero y Antonio Santamaría arrojan en el reciente libro Semillas de futuro. Cine español 1990-2001 (Nuevo Milenio) datos cuyas conclusiones deberían, al menos, inquietar a los directores noveles. Escriben, por ejemplo, que "con cada incremento del porcentaje de primeras películas producidas aparece, en paralelo, un descenso de espectadores para el cine español"; o que "sólo 38 entre las 192 óperas prima producidas entre 1990 y 2000 consiguieron convocar a más de cien mil espectadores"; y además, como dato quizá más preocupante, revelan que de los 158 directores que estrenaron ópera prima de 1990 a 1998, un 56,32% no ha podido realizar una nueva película. "Desconocía este dato -sostiene Miguel álvarez, quien se ha formado cinematográficamente en Alemania y Estados Unidos-, pero creo que aquí en España se le da demasiada importancia a las primeras películas. No hay que olvidar que no dejan de ser un ensayo, un primer intento, y que cracks como Amenábar hay muy pocos. Lo que está claro es que el debut es una primera selección que sirve de filtro a la industria, y que los que no den la talla frente al público o la crítica se ahogarán en el río".

Factores externos
El debut, efectivamente, es también la despedida para un importante grueso de directores, que no logran satisfacer las demandas de unos y otros. Pero mantenerse en la industria depende en gran medida de factores que ellos no pueden controlar, como son la promoción que acompañe al filme, la posibilidad de que efectivamente la película llegue a estrenarse o el tiempo que los exhibidores la mantengan en cartel. "Si la industria no es capaz de mantener a un genio como Víctor Erice, qué esperanza podemos tener los recién llegados", se lamenta Julio Wallovits, quien junto a su compañero Roger Gual pasó las de Caín -y con una dilatada experiencia en publicidad- para levantar Smoking Room: "Los productores ponían un rechazo leonino, sobre todo porque la película que les vendíamos no era lo que se entiende por comercial. Todo el mundo decía que el guión tenía interés y podía morder, pero nadie se comprometía, así que decidimos moverlo a nivel artístico". Con el padrinazgo de Federico Luppi, alcanzaron un modelo de coproducción insólito, involucrando a algunos de los actores participantes en la película, como Juan Diego, Eduard Fernández, Chete Lera o Vicky Peña.

Teóricamente, otros lo tienen más fácil debido a su conexiones con el medio, como el actor Jordi Mollá o el escritor Luis Sepúlveda, quienes ya han conseguido el favor del público en otras disciplinas artísticas y sus nombres tienen impacto mediático. "Aunque ha sido duro poner en marcha No somos nadie -afirma el protagonista de Son de mar-, porque estuve con el guión tres años, lo cierto es que de la parte administrativa y financiera se ha encargado exclusivamente la productora". En contraposición, el hecho de que procedan de otras formas de expresión artística puede provocar que sus trabajos sean juzgados con más severidad que otros, aunque sólo sea por la extendida creencia de que el zapatero sólo debe dedicarse a sus zapatos. El autor del "best seller"El viejo que leía historias de amor resta importancia al refranero popular y entronca su salto a la dirección cinematográfica con la necesidad expresiva: "creo que la imagen asociada a la palabra ofrece posibilidades multidimensionales para redescubrir los aspectos más importantes de la vida".

Una buena historia
Pero, ¿qué hace falta, por encima de todo, para poder debutar en el cine? Todos los novatos en Málaga coinciden en dos requisitos: experiencia (bien con la dirección de cortometrajes, bien en el campo de la publicidad, bien como guionistas de filmes que no han dirigido, etc.) y, ante todo, algo interesante que contar. "Esto es una carrera de fondo, pero creo que con una buena historia generalmente se sale del paso, aunque todos sabemos que los contactos y un discurso insistente ayudan mucho", opina álvaro García Capelo. El director de Impulsos añade un factor que considera determinante: "Lo más importante es trabajar, tener el proyecto muy cerrado y muy pensado, porque lo que impide hacer películas es generalmente la falta de claridad del proyecto, que quizá no se ha trabajado lo suficiente".

Una nota común a todos los recién llegados es que tal como se lo comen también se lo guisan, es decir, no sólo se encargan de la dirección de la película sino que, en prácticamente la totalidad de los casos, escriben ellos mismos los guiones, conjunta o solitariamente. García Capelo es de los que han tenido que hacer de la necesidad una virtud para poder entrar con pleno derecho en el parnasillo audiovisual: "No hay nadie que te vaya a confiar un buen guión para que lo dirijas de primeras, así que la necesidad pasa por escribir un guión propio. Pero yo no me considero guionista, por eso tengo tres coautores, respeto mucho la profesión y sé que hay gente muy preparada. Yo disfruto pasando las historias del papel a las imágenes, y no hay que confundir la profesión de guionista con la de director".

Este convencimiento debe ser exclusivo de los cineastas que, como él, han recibido formación cinematográfica en Estados Unidos, pues la inmensa mayoría asume la necesidad como una condición privilegiada de nuestro cine y por extensión del cine europeo, que apenas distingue entre ambas disciplinas y ampara el llamado "cine de autor" en contraposición al "cine de productor", propio de la industria norteamericana. "A mí no me interesa nada hacer un cine de encargo -señala Julio Wallovits-. Entiendo perfectamente que a alguien le pueda interesar desde el punto de vista técnico, pero yo tengo una idea romántica y quizá algo ridícula del cine. Lo que me importa es la poesía que pueda sacar de la cámara, y para eso la historia tiene que ser necesariamente tuya. Aquí no hay un flujo de guiones que van y vienen como en Estados Unidos, donde cada historia busca su director y cada director busca una historia".

Para Jordi Mollá el concepto de autor tiene una dimensión renacentista que engloba otras formas de expresión. "Considero mi actividad de actor como si fuera mi novia -explica el intérprete catalán, que también expone sus cuadros en la galería madrileña Carmen de la Guerra-, a la que a veces le pongo los cuernos con otras actividades, como es la de director, guionista, novelista o pintor. De momento sólo contemplo la posibilidad de ponerme detrás de la cámara para dirigir mis historias, como he hecho con los dos cortos y ahora el largo". Igual de claro lo tiene García Capelo, cuya idea es "seguir siendo guionista y director. Apuesto por un discurso personal -añade-, porque creo que hay una personalidad concebida en mi mente para el cine que quiero hacer, aunque no me invento nada ni tampoco voy de vanguardista".

Las óperas prima que lucharán por la Biznaga de Oro discurren por los terrenos de la crítica al show businees, la tragicomedia realista, la comedia romántica, el thriller de cine negro o la denuncia política, dirigidas por siete cineastas que acuden al certamen malagueño esperando, al menos, que los títulos que han escogido Jordi Mollá y Luis Sepúlveda para sus primeras películas (No somos nadie y Nowhere) no marquen la pauta de su futuro como cineastas.


B>Directores en busca de viñedo
El vanguardismo, la experimentación, la renovación... en una industria que apoya el cine de autor, deberían estimularse los proyectos audaces que traten de aportar nuevas miradas al cine. Sin embargo, y "aunque de vez en cuando se hagan películas fuera de norma" -señala Miguel álvarez-, el cine español no se caracteriza por su capacidad de riesgo. "En el fondo a todos los directores les gustaría acabar teniendo un viñedo", apunta Julio Wallovits citando al cineasta norteamericano más audaz del momento, Harmony Korine. "Los que entran en el cine quieren mucha pasta y llevar una vida acomodada -añade el debutante-. Esto provoca que se busquen propuestas estándar y que el cine esté realmente anquilosado y no tenga capacidad de renovarse". Wallovits y Gual han rodado su primer largometraje, Smoking Room, en vídeo digital y con apenas 240.000 euros de presupuesto, ofreciendo el modelo de producción más insólito de los que compiten en Málaga.