Image: Un lugar en el sol

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Cine

Un lugar en el sol

por Román Gubern

19 diciembre, 2002 01:00

Elizabeth Taylor y Montgomery Clift en Un lugar en el sol

En los años difíciles del maccarthysmo obtuvo George Stevens uno de los mayores éxitos de su carrera con Un lugar en el sol (1951), un filme que se vería coronado con seis Oscars: a la dirección, al guión, a la fotografía, al montaje, a la música y al vestuario. Se basó en la célebre novela social de Theodore Dreiser Una tragedia americana, publicada en 1925 y basada en el caso auténtico del asesinato en 1906 de Grace Brown por su arribista amante, texto que ya había tentado a S. M. Eisenstein en su breve e infructuosa incursión en Hollywood. Pero cuando los gerifaltes de la Paramount le preguntaron si su protagonista era culpable del asesinato de la chica, el director soviético respondió que la culpa era de la sociedad y de los valores del sistema capitalista que le habían empujado al crimen. Aquí se acabó el diálogo con el director bolchevique y el proyecto fue traspasado a Josef von Sternberg, quien lo rodó en 1931 con Philips Holmes y Sylvia Sydney, respetando el título original de la obra, An American Tragedy.

En su versión Stevens cambió el nombre del protagonista y el título original del libro, transformándolo en Un lugar en el sol, en coherencia con el diferente tratamiento que dio al asunto original, pues convirtió el drama social en un film romántico, en el que el amor (sentimiento legítimo) y la ambición social (valor legítimo en la sociedad norteamericana) ofrecían las claves de la conducta del protagonista. Así, el humilde George Eastman (Montgomery Clift), sobrino de un gran fabricante de bañadores femeninos, pasa de ser el novio de Alice, una obrera de la empresa y a la que ha dejado embarazada (Shelley Winters), a ser seducido por Angela Vickers, una hermosa muchacha de la alta sociedad (Elizabeth Taylor). La dificultad para conseguir un aborto y las presiones de Alice sobre George para que se casen deterioran su relación. La fastidiosa doble vida del protagonista, que frena sus aspiraciones amorosas y su salto de clase, desemboca en un paseo en barca en un lago, en el curso del cual vuelca la embarcación y Alice muere ahogada. Como Stevens escamotea el episodio con una oportuna elipsis, la muerte de Alice abre un abanico de hipótesis acerca de la culpabilidad de George.

El hermoso tratamiento fotográfico en claroscuro de buena parte del filme refleja a la perfección el atribulado mundo interior de George. "Esto es demasiado bonito", dice tras conocer a Angela. Antes de esta escena, otro claroscuro, esta vez impuesto por la censura, hace que el dial encendido y la música de un aparato de radio nos sugieran el coito en noche lluviosa que provocará el embarazo de Alice. Hay algo dostoiewskiano en el claroscuro de la conciencia de George tras ser deslumbrada por la radiación erótica de Angela. Y Stevens, en efecto, reconduce el drama social de Dreiser a una cuestión ética, a un problema de conciencia. Un abogado intenta convencer al jurado de que aunque George acarició el proyecto de asesinar a Alice, no fue su asesino, ya que su muerte fue fruto del accidente acuático. Declarado culpable de asesinato premeditado, George confesará en la cárcel a su madre y a un cura: "No sé si soy culpable de esto o no. Y me gustaría saberlo". Y en su conducción por el corredor de la muerte el espectador tendrá el consuelo final de la sobreimpresión mágica de un beso de Angela, con el mejor glamour hollywoodiense.

Un lugar en el sol ofreció la temperatura del star-system de la época, con un atormentado Montgomery Clift, según el canon del Actor’s Studio y en su quinta película, transfigurado por una jovencísima y deslumbrante Elizabeth Taylor, de quienes se dice que el estudio alentó su romance durante el rodaje, en beneficio del resultado final. Ambos consolidaron así su lugar en el sol de la fama hollywoodiense, mientras Shelley Winters daba un giro espectacular a su carrera, abandonando su anterior perfil frívolo. Y es reseñable que dos víctimas de la caza de brujas maccarthysta colaboraron en este filme: el guionista Michael Wilson y la actriz Anne Revere, en el papel de madre del protagonista, sin alcanzar en cambio su debido lugar en el sol.


Edición sin excesos
PARAMOUNT
Un lugar en el sol (1951), de George Stevens. B/N
Formato 4:3
Dolby digital 5.1
Idiomas sonoros en español, francés e inglés
Subtítulos en inglés y castellano
Precio: 22 euros
Contenido extra: Trailer original de cine / Entrevistas con actores / Comentarios sobre la producción