Image: Las razones de Mr. Marshall

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Cine

Las razones de Mr. Marshall

por José Luis García Sánchez

19 diciembre, 2002 01:00

Elvira Quintillá y Manolo Morán en Bienvenido Mr. Marshall

La cartelera española se suma el 20 de diciembre al cincuenta aniversario de Bienvenido Mister Marshall. Junto a su reposición, se proyectará el último trabajo de Luis G. Berlanga, el corto El sueño de la maestra. El cineasta José Luis García Sánchez, que acaba de finalizar el documental Hace 50 años. La España de "Bienvenido...", escribe para El Cultural sobre la película.

Quizá no sea ésta la mejor película de la Historia del cine español, ni aun siquiera la mejor de su director. Pero ¡qué grande es Bienvenido Mister Marshall! Por sus actores, egregios ejemplares de un oficio de cómicos hoy en extinción. Por dar testimonio de una España rural que creía que la solución de sus problemas estaba en la lluvia del cielo, y no en los invernaderos, las recalificaciones del suelo o mejor aún en las subvenciones comunitarias.

Porque Bienvenido Mr. Marshall es uno de los más vivos recuerdos de un país con maestras reprimidas en escuelas rurales, con curas integristas, con hidalgos y médicos de pueblo. Con copleras que viajaban en coches de línea. Las razones para admirar Bienvenido Mr. Marshall son casi imposibles de enumerar y ya están recogidas en centenares de libros.

Pero hay algo más sorprendente en esta película, y es el mismo hecho de su existencia. ¿Cómo es posible que se permitiera rodar una farsa tan feroz contra el Imperio en una cinematografía controlada por centenares de censores? ¿Quizá porque a los jerarcas les hiciera feliz ver en ella una burla de la andaluzada con resonancias lejanas de Lorca o Alberti? ¿Quizá el considerar que la película era una simple fábula en la que se exaltaba la resignación callada de los recolectores de cereales? ¿Quizá por contraponer este tipo de historia "limpia" con las escabrosidades que algunos señoritos falangistas estaban produciendo en aquellos momentos? ¿Creerían que Berlanga era un modelo de valenciano de derechas, cristiano y casto?

Ahora que se celebran los cincuenta años de su estreno, quizá fuera oportuno recordar el clima en el que se realizó y que seguramente la haría más importante aún:
-Las cárceles españolas estaban por entonces llenas de hidalgos republicanos (entre otras especies de nobleza) que habían tenido unos años atrás el sueño vano de mejorar su patria.

-En el descanso de los cines se proyectaban anuncios en filminas contra los sabañones, la tos ferina y el olor de pies.

-Se estaban sentando las primeras piedras del neocapitalismo español a base del contrabando de chuscos de pan blanco y tarros de penicilina.

-Por las calles la gente comía los productos más insólitos: pan de higo y pipas de girasol, castañas asadas y altramuces, sardinas, arenques y raíces de paloduz, garrofas y cañamones...

-Patrullas de sacerdotes recorrían los campos en permanente rogativa contra las pertinaces sequías, asustando mucho a los lugareños.

-La policía estaba cerrando los burdeles y las chicas que trabajaban en ellos se iban refugiando en las cafeterías.

-La prohibición había llegado al colmo del refinamiento. En el metro madrileño un letrero advertía en cada vagón: "Se prohíbe fumar o llevar el cigarro encendido". Y por lo mismo, se prohibía no sólo hacer el amor, sino besar o hasta mirar con deseo.

-Los niños se apuntaban en el Frente de Juventudes porque daban las botas muy baratas.

-Los poetas estaban luchando desde sus trincheras de papel contra las bayonetas de los vencedores, y en los cafés se respiraba un vaho de serrín, colillas de tabaco ácido y aroma de retrete mal cerrado. Todo era un inacabable tiempo de silencio.

-En nuestro cine, en blanco y negro, se cotizaban al alza el cartón piedra y las historias de curas y monjas con milagros.

-El arma homicida más empleada para salir en las páginas de sucesos era el azadón, y la mayor esperanza, ganar un concurso de la radio.

Pues en ese mundo unos jóvenes señoritos decidieron que había que mejorar la calidad de los sueños de sus compatriotas, adecentar sus risas. Al mal tiempo, buena cara. Y se dedicaron al cine. Se llamaban Luis, Juan, o Carlos, o Basilio, o Miguel o Mario. Bienvenido Mr. Marshall fue el principio de todo. Gracias a aquellos cineastas, hoy nuestros pueblos han clausurado los silos y abierto discotecas. Por eso, en un país como el nuestro donde la mejor familia era la numerosa y el único sindicato, el vertical, ¡Viva Villar del Río! Como municipio. Y ¡Viva Berlanga! Como maestro.