Image: El principio de Arquímedes

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Cine

El principio de Arquímedes

Director: Gerardo Herrero

1 abril, 2004 02:00

Blanca Oteyza en El principio de Arquímedes, de Gerardo Herrero

Intérpretes: Marta Belaustegui, Roberto Enríquez, Blanca Oteyza. Guionista: Belén Gopegui. Estreno: 2 abril. 101 minutos

Dice Belén Gopegui, autora del guión original del que surge El principio de Arquímedes, que la película habla "de este lado de las cosas". De las cosas pequeñas, o no tan pequeñas, que nos suceden a diario cuando el trabajo le roba tiempo a la vida afectiva, cuando el amor se nos escurre entre los dedos casi sin darnos cuenta, cuando el proyecto personal choca con los derechos colectivos, cuando la rutina acaba por disolver los sentimientos o cuando nos perdonamos nuestras propias debilidades con el simulacro autocomplaciente que nos engaña haciéndonos creer que dominamos nuestra existencia.

Planteada en este territorio de autorreflexión íntima, pero también ética y social, no es de extrañar que la nueva película de Gerardo Herrero venga a prolongar, de forma coherente, el discurso iniciado en el año 2000 con Las razones de mis amigos, a la sazón basada en una novela previa de Belén Gopegui (La conquista del aire). La misma preocupación por la dialéctica entre lo individual y lo colectivo, idéntica inquietud por la naturaleza moral de los actos que definen a los personajes, equivalentes estratos sociales en juego (la clase trabajadora y la pequeña burguesía que intenta emerger sobre aquella) repetida reivindicación del sentido colectivo que tiene la lucha sindical...

La historia cruzada de Sonia y Rocío (Marta Belaustegui y Blanca Oteyza) sostiene aquí el entramado sobre el que la guionista y el director sostienen su tejido narrativo: una mujer en busca de sí misma, de vuelta del espejismo de la competitividad, y otra en busca de este último, dispuesta a sacrificar su vida privada para conquistar un lugar al sol del reconocimiento social. Que ambas trayectorias se complementen con otras tantas, y también cruzadas, historias amorosas quizás sea lo menos convincente -pese a todo- de una película que juega con mayor comodidad en el terreno de la radiografía social: de una época, de unos principios en descomposición, de una deriva individualista...

Las peripecias sentimentales de los protagonistas se desvelan, por ello, más como una apoyatura para reforzar los conflictos citados que como dramaturgia sustantiva y autónoma, incapaz de imponerse por sí misma. Lo que no quita para que la puesta en escena consiga extraer intermitentes destellos de verdad y de sinceridad que enriquecen el conjunto.

Película necesaria y honesta, que compone con Las razones de mis amigos un valioso díptico-espejo sobre el que se reflejan algunas de las más inquietantes pulsiones que amenazan al universo del trabajo (los despidos, las presiones internas de los directivos, el miedo a la defensa de los derechos...), El principio de Arquímides arrastra la rémora de unos diálogos explicativos y didácticos excesivamente discursivos, pero consigue retratar a personajes de carne y hueso perfectamente reconocibles. Y lo hace con el mismo aplomo, con la misma humildad, con la misma apuesta por la transparencia y con la misma limpieza con la que su director filmaba aquella primera entrega de esta doble crónica moral de la vida laboral española.