Image: Luis Puenzo

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Cine

Luis Puenzo

“Pensé que nunca más volvería a dirigir”

29 abril, 2004 02:00

Luis Puenzo

Hablar de Luis Puenzo es hacerlo de La historia oficial argentina, filme por el que obtuvo un Oscar en 1985 y que le convierte en el único cineasta argentino en conseguirlo. Tras probar las hieles de Hollywood (Gringo viejo y La peste), ha estado once años sin poder dirigir, un largo calvario que llega a su fin con La puta y la ballena -que clausura el 1 de mayo el Festival de Málaga-, insólita y bella propuesta sobre la que el propio cineasta reflexiona en esta entrevista.

En apariencia, nada tienen que ver La Patagonia , la Guerra del 36 y una mastectomía. Son conceptos, imágenes casi tan remotas entre sí como una ballena varada, una puta y un bandoneista ciego. Pero para Luis Puenzo, único cineasta argentino valedor del Oscar (La historia oficial, 1985), existe un hilo histórico que conecta todo entre sí, los sueños más demenciales y las historias más tristemente románticas, condenadas a repetirse. Porque La puta y la ballena viene a contarnos cómo el pasado y el presente se adivinan y se tocan, cómo pueden confluir en un delirante tango de amor y muerte. Será Vera (dulce Aitana Sánchez-Gijón), una escritora en estado de crisis, quien ate y recoga las historias del olvido para recuperar a la persona que alguna vez fue.

Además de reunir un importante reparto encabezado por la actriz española, Leonardo Sbaraglia y Miguel ángel Solá, esta gran coproducción hispano-argentina (de 3,5 millones de dólares) significa el regreso a las pantallas de Luis Puenzo después de once años.
-¿Por qué tanto tiempo?
-No ha sido un silencio voluntario. Al terminar La peste (1992) traté de hacer una película pronto, pero acepté la presidencia de la Asociación de Directores de Cine de Argentina y me puse a trabajar en la Ley de Cine... Luego estuve dos años tratando de sacar adelante la película del Che Guevara, que al final, como sabe, ha dirigido Walter Salles [Diarios de motocicleta, que se estrenará en Cannes]. Perdí otros dos años en un biopic del anarquista italiano Severino... que también se frustró. En el interín hice un documental para la Shoah Foundation de Spielberg, y para sobrevivir he hecho mucha publicidad...

Cine de vocación política
-La puta y la ballena es la primera de sus películas que no se nutre de un alto contenido político. ¿Cree que por eso ha sido más fácil encontrar financiación?
-Es cierto que mi cine tiene una vocación claramente política... tanto La historia oficial como Gringo viejo y La peste, pero también me he interesado mucho por el romanticismo. En realidad este proyecto salió por el impulso de mi mujer, que me animó a escribir una historia de amor. Fue muy duro cuando se frustró el proyecto de Severino, me golpearon fuerte y pensé que ya nunca más volvería a dirigir... Mi mujer me dijo: "Por qué no te dejas de joder con el cine político". Así que en quince días escribí el cuento del que nace toda la película.

-Tengo entendido que unas fotografías de Gabriela Lifschitz también sirvieron de inspiración...
-Es cierto. En una revista uruguaya había una nota sobre una exposición fotográfica y un libro de Gabriela Lifschitz, que había pasado por una mastectomía y realizó varios autorretratos muy bellos. Inesperadamente, de la conjunción de las dos ideas aparentemente sin relación, una mujer multilada por un cáncer de pecho y una ballena varada, nace el guión.

-Al trabajar a partir de historias tan inconexas, ¿no tuvo el temor de que el resultado fuera excesivamente arbitrario?
-Es cierto que las dos historias que narro son independientes entre sí, pues ninguna está subordinada a la otra y además transcurren en otro espacio temporal. El único punto de unión es la protagonista, que se siente llamada a investigar un pasado y a entender lo que está pasando con su vida. Pero las dudas sólo las tuve cuando escribí el primer borrador, que lo hice con las tripas. Pero al trabajar el guión ya no tuve ninguna duda de que, por muy disparatadas que fueran, las conexiones podían funcionar.

-Como en sus anteriores películas, el punto de vista es femenino. ¿Se siente más cómodo mirando la realidad desde la mujer?
-No sé muy bien por qué es así, pero supongo que es evidente mi fijación por la mirada femenina. Es algo que vas descubriendo sin saber muy bien por qué lo haces. Creo que funciona mejor cinematográficamente, quizá porque es una mirada más observadora y sensible, y que desde luego me intriga más que la mirada del hombre. Por otro lado, al contar con las colaboraciones de mi hija Lucía [Puenzo] y de ángeles [González-Sinde] como coguionistas, he podido contar con miradas muy ricas en todos los sentidos, tanto de nacionalidad, como de sexo y edad. Con ellas fue mucho más sencillo amalgamar las historias.

Estructura novelesca
-Aunque el filme tenga una base y un vuelo muy literarios, el resultado es muy cinematográfico, muy visual... ¿a qué se debe?
-Es que explicar la historia requiere un filme, mejor que un texto. Cuando antes del rodaje me pedían que narrara la historia, encontré que por la palabra es imposible. No es una novela, pero tiene una estructura novelesca. El guión no se articula sobre un lenguaje prosódico, transgrede muchas convenciones y el relato no puede expresarse sin lo visual. Lo que tenía que filmar es la novela que está escribiendo Vera en la película, el motor de todo es esa novela, que se enmarca en la época del Che y de Severino, del 20 y princpios de los 30. Es una época importante para mí porque marca la muerte de la ilusión en el siglo XX. Así que, de alguna manera y veladamente, mi discurso político sigue ahí...

-¿Es Vera, escritora en crisis, su alter ego?
-Sin duda. Ella investiga, imagina y reconstruye qué paso con un fotógrafo argentino muerto en la guerra civil española y su amante, una corista varada en la Patagonia. Desde su mirada, que también es la mía, voy descubriendo el pasado y su relación con el presente. El espectador ve la historia a través de los ojos y la imaginación de Vera, de Aitana, que ha hecho un trabajo realmente increíble.

-El pasado y el presente, además, están rodados con códigos cinematográficos distintos.... ¿no es una propuesta muy arriesgada para este tipo de producción?
-Desde luego... para la realidad argentina y española, se trata de una gran producción, aunque a nivel internacional sea un proyecto bastante barato. Contestando a su pregunta, sin duda hay mucho riesgo artístico... No sólo por la naturaleza de la historia... tenga en cuenta que he cruzado drama y melodrama, dos géneros que había trabajado antes, pero que con La puta y la ballena pretendo fusionar. No es algo premeditado, de hecho yo me di cuenta de ello cuando me lo senaló uno de mis hijos. Pero lo cierto es que fui a fondo con esto, porque la distinción de género no afecta sólo al guión, también a la puesta en escena, a las interpretaciones... el reto consistía en engarzarlos de forma natural, sin que fuera impostado... algo muy difícil.

-¿Y cómo lo consiguió?
-Lo cierto es que a mí me gusta ir descubriendo la película también durante el rodaje. Las puestas en escena, el trabajo de los actores son determinantes para desentrañar el texto, y no fue hasta los ensayos con ellos que descubrí el modo de conectar ambos tiempos narrativos.

-Está muy presente la visión de la Historia como un conjunto de pequeñas historias que se repiten. ¿Cree que, de algún modo, una de las misiones de La puta y la ballena es organizar el caos histórico?
-Es una idea interesante. Creo que desde siempre he sentido esa noción de la Historia... un lugar en el que coexisten diversos acontecimientos superpuestos en el tiempo y que, en algún momento, por un mecanismo del alma, entran en contacto. Sin duda, una de las misiones del cine, en realidad de cualquier expresión artística, es tratar de organizar ese aparente caos.

-Par los efectos especiales (además de la construcción de una ballena a tamaño real) ha empleado recursos digitales. ¿Cómo cree que la revolución digital ha afectado a la forma de hacer cine ?
-Trabajé con postproducción digital en publicidad, hace cinco años, pero todavía estaba en pañales. Es increíble cómo se ha desarrollado. A mí me parece fantástico, porque mientras más herramientas tengamos los cineastas, más podremos hacer. En esta película he podido construir decorados virtuales para abaratar costes, al contrario que hacen las producciones norteamericanas, empeñadas en subrayar las conquistas digitales con altos presupuestos. Creo que esta era digital, bien aprovechada, es más positiva para el cine pobre que para las grandes producciones.

-La puta y la ballena no se inscribe en el tipo de cine que ha determinado el dulce momento que vive el cine argentino. ¿Cómo se ha recibido en su país?
-Con mucha sorpresa, porque es una película que se desmarca del género al que parece estar limitado nuestro cine, es decir, películas naturalistas y contemporáneas. Creo que mi película demuestra que podemos rodar lo que nos dé la gana.