Image: Agustí Villaronga

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Cine

Agustí Villaronga

“En España se hace un cine muy viejo”

18 noviembre, 2004 01:00

Agustí Villaronga. Foto: Domenec Umbert

El cineasta mallorquín Agustí Villaronga recibe el 18 de noviembre en Madrid el Premio Baleares del Mundo en su apartado de Cinematografía y Audiovisuales, que concede el Govern de les Illes Balears y Unidad Editorial. Completamente alejado de los circuitos convencionales de la industria, el autor de obras como El niño en la luna y El mar ha demostrado a lo largo de veinte años una fe inquebrantable en la capacidad expresiva del cine, con cuyas formas ha experimentado en Aro Tolbukhin. El Cultural ha hablado con el director sobre su próximo proyecto, sus obsesiones temáticas y su diagnóstico del actual cine español.

Rara avis, cineasta fuera de catálogo, especie en extinción. Agustí Villaronga (Palma de Mallorca, 1953) es un guerrillero del celuloide que, totalmente alejado de los circuitos convencionales de la industria del cine, ha construido a lo largo de veinte años una obra intensa y personal, de ecos profundos y lúgubres atomósferas. Desde su debut en 1985 con Tras el cristal, este mallorquín licenciado en Historia del Arte, que comenzó su carrera en el ámbito teatral como actor y director artístico, ha probado las mieles -El mar (1995) fue premiada en el Festival de Berlín- y las hieles -el fracaso de El niño en la luna (1988) le mantuvo alejado del cine durante siete años- de la profesión, si bien su cine siempre ha buscado la complicidad y el disfrute de las inmensas minorías: "Me preocupa mucho llegar al público", asegura. "Pero no a todo el público", añade enseguida.

Buscador sin fronteras de las enfermedades del alma humana, Villaronga recibe el Premio Baleares del Mundo en su apartado de Cinematografía y Audiovisuales como reconocimiento a una carrera hecha desde la resistencia y la coherencia artística, desde la pasión y la mirada insobornable, como volvió a demostrar hace dos años con Aro Tolbukhin. En la mente del asesino, experimento audiovisual dirigido a seis manos (junto a Isaac P. Racine y Lydia Zimmermann), una magnífica invención que hicieron creíble aunando géneros y formatos. "En cuanto termine la cena y la entrega del premio, viajo a Argelia a buscar localizaciones para mi próxima película", explicaba la semana pasada desde su residencia en Barcelona.

Un proyecto antiguo
-¿En qué consiste?
-Es un proyecto en el que llevo muchos años trabajando, y que por fin parece que se pone en marcha. Se titula Bárbaros de Occidente y es una historia inspirada en la vida y obra de François Augieres, un escritor y pintor francés del siglo XX, muy poco conocido, que desertó del Ejército de la Marina durante la Segunda Guerra Mundial y viajó al desierto del Sahara, donde murió muy joven, con menos de 40 años. El guión, que lo he escrito con Benjamin Krin, está inspirado en sus novelas autobiográficas

-¿Se trata de una coproducción internacional?
-Sí. Es una producción principalmente francesa, que rodaré con actores de allí y que trata algún capítulo de la historia francesa, aunque también hay participación española. Me gustaría poderla rodar en primavera, en marzo y abril, pero si no puede ser, tendré que retrasar el rodaje a septiembre, porque son los únicos meses en los que se puede rodar en el Sahara.

-Suele viajar a otras geografías para rodar sus películas. A México (Aro Tolbukhin), a Polinesia (El pasajero clandestino) y ahora al Sahara...
-Sí, pero no es algo buscado. Supongo que es una consecuencia directa de mi interés por los mundos fantásticos y literarios. No me gusta trabajar a un nivel cercano, ni hablar de lo que me rodea, de los ambientes urbanos, de mis emociones más directas o cotidianas, sino que me atraen más los universos lejanos. Además, con esta forma de trabajar siempre salgo ganando, porque me permite conocer otras gentes y otros ambientes, trabajar con profesionales de otras partes del mundo. Mis grandes influencias provienen de la literatura y de los viajes. Me gusta mucho rodar en el extranjero.

A flor de piel
-¿Será una película tan dura como las del resto de su filmografía?
-Bueno... a mí no me parece especialmente dura. Hay gente que me ha dicho que es una historia con mucha fuerza. Es cierto que la muerte está muy presente, y hay un chico joven muy espiritual y muy violento, el sexo está a flor de piel... No sé, me cuesta hablar de algo en lo que todavía estoy trabajando.

-Una de las constantes de su obra es el retrato de la infancia como una epoca traumática. Muchos de sus personajes, precisamente por eso, devienen en seres monstruosos.
-Es cierto. La infancia está muy tratada en mis películas, y siempre es una infancia dura, que luego marca las vidas adultas de esos personajes. No sé por qué me atrae tanto esta idea, no es en absoluto algo autobiográfico. Es un tema que me preocupa y ya está, y que además me parece muy cinematográfico. Lo cierto es que me atraen mucho las personas que pasan por experiencias fuertes, fuera de su comprensión. Por ello no todo lo que muestro es agradable de ver, pero mi intención siempre es intentar comprender a estos personajes. No quiero justificar sus actos, sólo intentar comprenderlos.

-¿Contempla sus películas como una unidad?
-Lo cierto es que ya en mi primera película, Tras el cristal, resumo un poco mis preocupaciones humanas. Allí volqué la infancia, los mundos obsesivos, la crueldad y la poesía que luego la crítica ha asignado a mi cine. También he tenido que hacer películas de encargo para sobrevivir, pero siempre he tratado de llevarlas a mi terreno. La verdad es que me resulta muy complicado analizar mis películas, encontrar una línea común que las defina... Si debe hacerlo alguien, es la crítica.

-¿Cree que la crítica especializada le ha tratado bien?
-Sin duda. En una carrera como la mía, que no cuenta con el beneplácito de las masas, si no existe el apoyo de la crítica y de la prensa en general, es muy difícil aguantar.

-Entre otras cosas, la crítica ha señalado su modo descarnado de mostrar la violencia.
-Soy absolutamente contrario a la violencia, no sólo física, sino verbal y psicológica. Pero creo que el cine es un reflejo de la vida, un espejo de las relaciones entre seres humanos. No hay duda de que la violencia está muy vinculada a la persona. Si estás contando un hecho violento, la historia de un personaje que no se puede comprender fuera de su naturaleza violenta, entonces tienes que mostrar esos hechos tal cual. Igual que el sexo, igual que comer o beber, cualquier hecho significativo en el desarrollo de la historia tiene que ser mostrado.

Películas útiles
-¿Tiene algún referente en este sentido?
-Creo que Michael Haneke podría ser uno. Sus películas me parecen muy útiles en este sentido, porque están concebidas para despertar al espectador de su conciencia anestesiada frente a la violencia. Las imágenes violentas forman parte de nuestra vida diara, están en los telediarios, los periódicos, los anuncios... en todas partes, casi somos inmunes a ellas. Haneke nos enseña la verdadera violencia, quiere que no mostremos indiferencia frente a ella. Creo que mi forma de rodar la violencia también nace con esa vocación.

-¿Qué otros directores contemporáneos le interesan?
-Me gustan mucho Gus Van Sandt, David Cronenberg y David Lynch. Les tengo mucho respeto como artistas y sus universos cinematográficos me parecen muy interesantes. Son directores cínicos, poéticos y nada obvios, elementos que de algún modo también son identificables en mi obra.

-¿Tiene alguna meta soñada?
-Mi unica ambición es comunicar emociones y pensamientos a través de la pantalla, y... poder seguir haciendo cine, porque cada vez es más complicado levantar un proyecto. Cuando eres joven quieres tener éxito, pero ahora mi única preocupación es poder seguir haciendo cine y que mis películas puedan servir de algo. Prefiero que cuando mis películas lleguen a la gente, lo hagan de una forma profunda y no sean meros productos para pasar el rato.

Un campo de batalla
-¿El cine le reporta más decepciones que alegrías?
-Las decepciones suelen ser los obstáculos para conseguir lo que quieres, y las alegrías todo lo demás. En muchos sentidos, la vida es igual que el cine, y tiene sus momentos positivos y negativos. Los rodajes, en mi caso, suelen ser complicados, son como un campo de batalla, en los que estoy en permanente tensión y pérdida, como un grifo que gotea. Tienes una idea de lo que quieres pero nunca la alcanzas plenamente. En este sentido, hacer cine es bastante decepcionante.

-¿Qué opina de la situación actual del cine español?
-No sé si entiendo muy bien el funcionamiento de esta industria, si es que realmente es una industria, pero mi percepción es que el cine que se hace en España es muy viejo, un cine ‘carca’, si se permite la expresión. Creo que habría que preocuparse por hacer cosas de mayor nivel. Veo mucho cine español, y en general me doy cuenta de que muchas películas que pasan sin pena ni gloria por las carteleras tienen mucha calidad. También se da el efecto contrario, que las películas menos estimables son las que generalmente más dinero recaudan. Es una buena cinematografía en cuanto a cantidad. No lo digo con rencor, porque opino como espectador. Yo siempre he estado fuera del sistema de producción convencional.