Image: El Quijote nonato de Terry Gilliam

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Cine

El Quijote nonato de Terry Gilliam

El documental Lost in La Mancha, de Keith Fulton y Louis Pepe llega a las salas españolas

18 noviembre, 2004 01:00

Jean Rochefort y Terry Gilliam, en Lost in La Mancha

En vísperas del cuarto centenario del Quijote, cuando se preven innumerables propuestas en torno a la obra de Miguel de Cervantes, llega a las salas españolas la última aproximación cinematográfica al hidalgo manchego. El documental Lost in La Mancha, de Keith Fulton y Louis Pepe, retrata con ironía el colapso del rodaje de El hombre que mató a Don Quijote, la versión truncada de Terry Gilliam.

Es la apasionante historia de una destrucción. Lo que empezó como un documental destinado a engrosar la lista de contenidos adicionales de un DVD, ha acabado paseándose por festivales de una esquina a otra del mundo, por seducir a la crítica internacional y por revelarse como un testimonio apasionante que retrata las peores pesadillas de cualquier director. Lost in La Mancha es la alternativa necesaria a El hombre que mató a Don Quijote, visión nonata de Terry Gilliam de la novela magna de la literatura universal, la fascinante, dramática y entretenida crónica en vídeo digital de un colapso cinematográfico.

El director de impresionantes obras como Brazil, 12 monos o El rey pescador llegó a Madrid en agosto de 2000 para comenzar el rodaje de un proyecto en el que llevaba trabajando diez años, presupuestado en 32 millones de dólares, el mayor montante de dinero jamás reunido para una producción europea. Su destino era contar la historia de un héroe moderno (Johnny Depp) que en una delirante transición viaja al pasado para encontrarse a sí mismo en el siglo XVII, ocupando las calzas de Sancho Panza y acompañando a Don Quijote (Jean Rochefort) en su aventura. Pero nada salió como debía. Abducido en parte por la locura del hidalgo manchego, Terry Gilliam se enfrentó a gigantes que no eran molinos de viento sino inundaciones, tormentas, abandono de personal, el rugido de F-16 sobrevolando los escenarios del rodaje, actores que se ausentan y, finalmente, la hernia discal y los problemas de próstata del señor Rochefolt. Resultado: la película nunca pudo terminarse.

Las cámaras de Keith Fulton y Louis Pepe tuvieron un acceso ilimitado a todo lo que acontecía, y recogen, paso por paso, las incidencias y fatalidades de la producción. Debutantes no sólo con suerte, también con enorme talento para grabar las señales de lo que terminó en catástrofe y luego editarlas con fino sentido crítico, muestran el creciente estado de locura de Terry Gilliam a medida que se suceden las jornadas de rodaje. "Construimos toda la película con un plano en la cabeza. El momento en el que Terry Gilliam entra en pánico cuando Phil Patterson [ayudante de dirección] abandona el proyecto -explica Fulton-. Su expresión era de desesperación absoluta y nunca habíamos visto esa mirada en sus ojos".

Hilarante tragedia.
El propio Cervantes hubiera disfrutado con la hilarante tragedia que va creciendo ante los ojos del espectador, que espontánemente se va alimentando de la temática sumergida en su obra: delirios de grandeza, sublimación del absurdo, déficit de la ficción frente a la realidad, etc. "Aunque sea un documental, nos gusta pensar que es nuestra propia adaptación de Don Quijote -dice Pepe-. O la versión en vida real del Ocho y medio de Fellini", una de las películas preferidas del ex de Monty Python, dicho sea de paso.

Los directores aseguran que la parte más dura del proceso fue presenciar cómo se derrumbaba el sueño de Gilliam, y que en cierto momento se sintieron obligados a dejar las cámaras en el suelo, "porque nos sentíamos incómodos grabándolo", y ayudar en lo que pudieran a evitar la debacle inevitable. "¡Estáis locos! -les gritó el autor de Las aventuras del barón Mönchausen- Alguien tiene que filmar este desastre, ¡y desde luego no voy a ser yo!".

Sueños rotos.
Mediada la segunda semana de rodaje, en un punto de giro brutal, El hombre que mató a Don Quijote se suspendió. Con los sueños rotos de Gilliam, los dos jóvenes directores construyeron uno de los más apasionantes debuts cinematográficos que se recuerdan. "Para nosotros es la historia de una persona tratando de poner en pie una preciosa y fantástica visión, pero que al final debe aceptar la imposibilidad de llevarlo a cabo -aseguran-. Hacer una película ya es suficientemente duro, pero hacer una película sobre este tema... es totalmente descorazonador". Otros cineastas ya vieron cómo sus delirios quijotescos se estampaban de frente contra el Deus ex machina que es la realidad. Entre ellos Orson Welles, que durante años trató de recomponer las piezas sueltas del rodaje abortado, incluso después de que algunos de sus actores ya hubieran muerto.

El relato de Fulton y Pepe está narrado con constante ironía, rebosante de un humor negro que los diferencia de otros documentos sobre capítulos dementes de la intrahistoria cinematográfica como En el corazón de la oscuridad, crónica oscura del interminable rodaje de Apocalypse Now; o Mi enemigo íntimo, donde Werner Herzog descubre las entrañas de Aguirre, la cólera de Dios. "¡Jodidos! ¡Jodidos! ¡Estamos tan jodidos! ¡Jodiiiiidooooooos!", grita Terry Gilliam a la cámara. Y no podemos estar más de acuerdo.