Contra la pared
Director: Fatih Akin
25 noviembre, 2004 01:00Sibel Kekilli en Contra la pared, de Fatih Akin
Cuando Fassbinder descubrió a Sirk en una retrospectiva de la Filmoteca de Munich en 1971, le faltó tiempo para viajar hasta Lugano (Suiza), lugar donde el director de Escrito sobre el viento había decidido retirarse. Desde que se conocieron, el cine del realizador alemán dio un giro radical: su veneración por el "film noir" remitió para dejarle un hueco al melodrama. Desde El mercader de las cuatro estaciones hasta Querelle, Fassbinder rindió homenaje a un autor que había sabido reivindicar las pasiones más oscuras y secretas vistiéndolas con el oropel de la tragedia desesperadamente rosa. Escribía Fassbinder: "Según las películas de Douglas Sirk, el amor me parece con mucho el instrumento de opresión social mejor, más insidioso y eficaz". él no hizo más que aplicarse el cuento, y se dejó llevar por el fatalismo del "amour fou", revelando su romanticismo incluso en los actos más crueles y censurables de sus personajes. De ahí que Contra la pared, Oso de Oro en el último Festival de Berlín, resulte tan fassbinderiana (y tan sirkiana), no sólo por su planteamiento -dos suicidas que pactan casarse por conveniencia acaban, para su desgracia, enamorándose- sino también por su a ratos histriónico apego por el exceso argumental. Eso sí, hay algo que diferencia al cine de Fassbinder de la película de Faith Akin: lo que en uno es distanciamiento brechtiano en la otra es fe ciega, piel quemada, descenso a los infiernos del abandono. Abiertamente autobiográfica -Akin confiesa haberse inspirado en episodios de su propia vida para forjar las peripecias de ambos protagonistas-, Contra la pared es, también, una película sobre un violento choque de culturas, o sobre cómo a estas alturas ni siquiera el amor puede hacernos superar los prejuicios dibujados por las tradiciones de nuestros ancestros.Lo que ocurre es que a veces echamos demasiada leña al fuego y lo ahogamos. ése es el problema de la pasión cinematográfica: que a veces no resulta creíble. Y cuando la historia de amor de este borracho violento y atormentado y esta chica de origen turco que sale a ligar en su noche de bodas rompe a llorar y se adentra en las tinieblas de la autodestrucción, tal vez el realismo de su puesta en escena se le quede corto. Fassbinder decía que en el cine de Sirk la locura era una esperanza: desde el plano de la forma, tanto uno (con su aridez sórdida y triste) como el otro (con su extrema sublimación de colores y decorados) potenciaban esa locura, apostaban por una estilización casi onírica. Akin sigue a su heroína hasta Turquía y observa su lento deambular por el horror pegado a su piel en una ciudad, Estambul, que debería admitir como suya y que, sin embargo, es el escenario de un dolor casi irreparable. Lo que gana en intensidad -y Contra la pared es una película en verdad intensa, dolorosa- lo pierde en verosimilitud. Eso no significa que no funcione, pero sólo lo hace en función de lo que dictan sus vísceras, y ya sabemos lo caprichosas que son. Es por eso que el film es un conjunto de arrebatos, unos más afortunados que otros, que culminan en un rostro, el de la debutante Sebil Kekilli (premio a la mejor actriz en Berlín), que lo resume todo: en su espontánea interpretación, que concentra la felicidad del descubrimiento y la tragedia de la pérdida de la inocencia, están los latidos de un corazón que estalla para luego recomponerse y comprender que el amor sólo permanece intacto cuando estamos dispuestos a quedarnos en el pasado, a no avanzar hacia una niebla que no sabe qué prometernos, o vacío o futuro.