Image: Terry George

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Cine

Terry George

“Hollywood lleva una década sin aunar espéctaculo con contenido”

24 febrero, 2005 01:00

Terry George

El olvidado genocidio de Rwanda cobra actualidad gracias al estreno de Hotel Rwanda, debut en la dirección del veterano guionista irlandés Terry George. Inspirada en la historia real del conserje de un hotel que logró salvar decenas de vidas, el filme está nominado a tres Oscars correspondientes a la mejor interpretación masculina (Don Cheadle), actriz de reparto (Sophie Okonedo) y guión original, a cargo del propio George, con quien El Cultural tuvo ocasión de charlar.

Algo más de una década después, las pantallas reflejan en toda su crudeza el ominoso conflicto entre hutus y tutsis, que tuvo como resultado la muerte de más de un millón de los segundos en 1994, tratándose de la mayor limpieza étnica que ha conocido la humanidad desde el holocausto nazi. Colaborador habitual de Jim Sheridan, Terry George ha escrito dos de las películas más populares de este director, En el nombre del padre y The Boxer, además de dirigir él mismo En el nombre del hijo, completando una valiosa, valiente y necesaria trilogía sobre el conflicto de Irlanda del Norte. Con Hotel Rwanda, George consolida su prestigio como observador atento de la actualidad.

-¿Qué tenía este proyecto de especial para se decidiera a dirigirlo usted mismo?
-Hacía años que estaba interesado en llevar adelante una película sobre áfrica, simplemente no sabía por dónde empezar. Me faltaban las claves suficientes para poder desarrollar una trama. Hasta que encontré un artículo en el periódico sobre la experiencia real de Paul Rusesabagina y me quedé absolutamente fascinado. Para mí, Paul es un verdadero "working class hero". Siempre me han interesado las personas que trascienden su propia condición.

Dos dimensiones
-El recurso del héroe para explicar este tipo de historias es un clásico. La lista de Schindler, sin ir más lejos, tiene un punto de partida similar. ¿No temía caer en el cliché?
-Esta película tiene dos dimensiones. Por una parte, es un filme de denuncia sobre unos hechos que la historia ha sepultado y que, ya en su momento, no provocaron la más mínima reacción en Occidente. Por la otra, es una película como otra cualquiera y, en este sentido, me preocupaba que el espectador pasara un buen rato. Hollywood lleva una década siendo incapaz de aunar espectáculo con contenido.

-¿Encuentra similitudes entre el conflicto de Irlanda del Norte y el de Rwanda?
-Por supuesto. En primer lugar, cómo una sociedad queda dividida en dos grupos irreconciliables por motivos meramente tribales. No se trata ni siquiera de que haya dos formas de pensar diferentes, simplemente te toca estar a uno u otro lado. Por la otra, al profundizar en la historia me sorprendió que se repitiera el mismo recurso al miedo para aumentar el grado de violencia. Es el mismo mensaje, "mátalos o lo harán ellos antes".

-Aunque los hutus salgan, obviamente, peor parados que los tutsis, el filme es particularmente crítico con Occidente...
-No creo que nadie del primer mundo pueda mirar hacia lo que pasó sin sentir vergöenza. Una de mis principales motivaciones para realizar el filme fue precisamente propiciar un cambio de nuestras políticas hacia catástrofes de este estilo. Cuando se produce un genocidio, la comunidad internacional está obligada a actuar con todos los medios a su alcance, incluido el militar. Está pasando ahora mismo en Sudán. La responsabilidad aún es mayor si tenemos en cuenta que el origen del drama africano está en la colonización europea. La propia diferencia entre hutus y tutsis no fue creada hasta el siglo XX, cuando los belgas distinguieron entre unos y otros por su mayor o menor parecido con los rasgos caucásicos.

-Sin duda, uno de los factores que causan mayor sorpresa es la representación de la vida cotidiana en áfrica. Descubrimos una clase media totalmente desconocida...
-Fue algo que también rompió mis esquemas. Cuando pensamos en ese continente, no podemos sacarnos de la cabeza esas imágenes terribles de niños famélicos o, peor aún, imaginamos a un montón de gente que aún vive en tribus exactamente igual que hace cien, doscientos y mil años. Sin embargo, en la realidad existe un amplio sector de la sociedad que lleva una vida bastante parecida a la nuestra. Muchos europeos y americanos, cuando estalló el genocidio dijeron "sí, claro, pertenece a su cultura. Allí no tienen reglas". Es falso. Además, la experiencia demuestra que la brutalidad no es exclusiva de ningún país ni de ninguna raza. Puede estallar en cualquier momento en cualquier lugar.

-¿Pudo rodar la película en Rwanda?
-La situación en el país ha ido mejorando pero sigue siendo extremadamente peligrosa, por lo que sólo pudimos trabajar allí una semana. Fue una experiencia impresionante porque muchos de los extras habían vivido el genocidio en primera línea, por lo que se creó un ambiente altamente emocional con el que no fue nada fácil lidiar. Algunos actores se tomaron tan en serio su papel que comenzaron a atacarse los unos a los otros con armas reales. La verdad es que pasé bastante miedo.