Cine

James Mangold

“Johnny Cash entendía la oscuridad que rodea a las personas”

2 febrero, 2006 01:00

James Mangold durante varios momentos del rodaje de En la cuerda floja

Johnny Cash, el hombre de negro, la voz de la América profunda, el sonido bronco y real de la verdad, llega a las pantallas bajo el título de En la cuerda floja. Encarnado por Joaquin Phoenix, el músico de Arkansas vuelve a la actualidad cinematográfica de la mano del director James Mangold. Admirador incondicional de Cash y apasionado de su carrera musical, Mangold habla con El Cultural sobre su trabajo con la pareja protagonista, sobre el rodaje y sobre su candidatura a los Oscar.

Discreto pero seguro, James Mangold se ha curtido a base de "jugar" con películas comerciales. Especialmente sus dos últimos trabajos -la comedia romántica Kate & Leopold y la terrorífica Indentity-, que le ayudaron a "relajarse" trabajando. Con esas ganas de pasárselo bien, Mangold, de 41 años, se sintió preparado para enfrentarse al mayor reto de su vida: retratar los turbulentos años de la vida de Johnny Cash, toda una leyenda de la música country, en Walk the Line (En la cuerda floja).

Conoció al mito y a su segunda mujer June Carter antes de que desaparecieran -con pocos meses de diferencia-, en el año 2003. No sin antes bendecir a Joaquin Phoenix y Reese Witherspoon para que les inmortalizaran en el celuloide. Una elección que ya ha dado sus frutos, pues ambos recibieron sendos Globos de Oro a la mejor actuación de comedia o musical. Premios que recompensan una película que ha resultado ser catártica para todos sus autores, delante y detrás de la cámara.

-A posteriori parece que su decisión de hacer cantar a los protagonistas fue la más acertada, pero ¿cómo supo que podían cantar?
-No lo sabía. Pero pensé que tenían que hacerlo. Para mí, no hay otra forma posible de hacer una película sobre Johnny Cash y June Carter. No se puede rodar con playback. Cash y Carter eran unos artistas cuya característica principal en el escenario era la de conectar con el público. Una pareja muy auténtica, que vivía en el momento. Y me pareció imposible recrear esa sensación con actores que no cantaran. Si no, sería como West Side Story con Natalie Wood. Sé que fue una decisión arriesgada, pero para mí era la única que tenía sentido. También está el hecho que no existían grabaciones de Cash cuando hizo la prueba para Sun Records o de cuando compuso las canciones durante su estancia en Alemania. Técnicamente, tampoco se podían separar los canales intrumentales de las voces en las grabaciones originales. Y por encima de todo la diferencia de formatos. Si quieres escuchar a Johnny Cash, sólo tienes que comprar uno de sus 75 discos, pero si quieres experimentar lo que fue su vida, entonces tienes que ver la película ya que como director, lo que hago es retratar la naturaleza humana, y tener la posibilidad de mostrar a estos dos actores en una faceta que nunca habían hecho antes me hizo sentir afortunado.

Estrecha relación
-¿Cuál fue la reacción de Johnny Cash y June Carter al saber quíen iba a darles vida en la gran pantalla?
-Pues se mostraron muy contentos. Su relación con el proyecto, aunque estrecha, no requería que aprobaran todo lo que se hacía. Confiaban en nosotros. De todas formas, para mí era importante que John se sintiera cómodo con mi selección. Cash era un hombre que entendía la oscuridad que a veces rodea a las personas y también sabía cómo contar historias. Además, en ese punto de su vida, era capaz de no dejarse dominar por la vanidad. En el caso concreto de Joaquin, Cash era un admirador suyo. Cuando se encontraron por primera vez, Cash incluso recitó algunas lineas de diálogo de Gladiator.

-¿Cómo les afectó la muerte de ambos?
-Fallecieron antes de que comenzáramos a rodar. Y en ese momento, me sentí devastado por la situación. La película era lo último que me preocupaba. Ambas muertes -June murió sólo dos semanas después de que le hiciéramos una exhaustiva entrevista en Tennessee-, nos pillaron por sorpresa. La última vez que vimos a June, se mostró muy vivaz y activa. Se puso a bailar por toda la casa. No había nada que indicara que su muerte estaba cerca. De hecho, todos pensábamos que iba a ser John el primero en irse por su delicada salud. Fue uno de esos giros crueles de la naturaleza, sin duda. Sobre todo porque fue muy doloroso imaginarse a John, frágil, viviendo solo sin la que había sido su esposa durante varias décadas.

-Johnny Cash es una leyenda en la cultura musical del país, ¿no sintió presión por ser fiel a lo que representa?
-Lo que más me preocupaba era poder representarles en la gran pantalla como lo adorables que eran en la realidad. Cuando estabas con ellos, eran cualquier cosa menos leyendas. Gente llana y humilde. Desafortunadamente no puedes hacer una película sobre gente así, tan buena. Sería aburrido. Pero sí que puedes hacer una película sobre cómo llegaron a ser así y por qué entienden la vida como la entienden.

-¿Se paró a pensar en los paralelismos entre la vida de Phoenix y Cash como el hecho que ambos perdieran a un hermano?¿Cómo afectó eso a la película?
-Aunque parezca raro, no me di cuenta de esta coincidencia hasta después de terminar el rodaje, cuando me lo señalaron. Me sorprendió.

-Otro punto en común fue el alcoholismo.
-Ser actor de cine es algo casi milagroso porque la cámara se convierte, sin querer, en el mejor detector de mentiras. Los actores tienen que andar por una cuerda floja constantemente por culpa de los primeros planos que les examinan con una precisión que asusta. Sabiendo esto, hay que pensar que la película se centra en un periodo tenebroso en la vida de Johnny Cash, para lo que me he adentrado en lo más oscuro de su personalidad. Para Joaquin, obviamente, también fue un viaje muy intenso. Desde mi perspectiva, sin ánimo de hablar por él, creo que fue una experiencia que le transformó artísticamente. Pero no en la forma obvia como la gente quiere ver, es decir en el abuso de alcohol, sino que la intensidad de la experiencia la notó al final, una vez terminado el trabajo. A mi también me pasó. Fue algo radical. Me dejó como desorientado. Como si un tren parara de repente o saltar de un tiovivo en marcha. Tardamos varias semanas para volver a encontrar nuestro equilibrio.

Una experiencia única
-Dice que el final del rodaje fue complicado para todos y fue cuando Joaquin Phoenix ingresó en una clínica de desintoxicación. ¿Puede confirmar entonces que los problemas de alcoholismo de Phoenix empezaron al finalizar el rodaje?
-Si hizo algo durante la película, no estuve al corriente. Al menos no noté nada. Sólo le vi trabajando intensamente. Siempre lúcido, profesional, que sabía su diálogo. No vi signos de alguien que estuviera fuera de control.

-Por sus palabras da la sensación de que Walk the line ha sido una experiencia única.
-Sin duda alguna. Tuvimos que sumergirnos en aguas muy oscuras, con la responsabilidad que eso conlleva. Pero sobre todo fue muy duro. Hay películas que son más fáciles y otras que no. Esta es una de las que no. Películas en las que todo es una lucha constante. Siempre al límite. Yo el primero. Reconozco que les presioné mucho. Buscaba un nivel de excelencia tanto para mí como para los demás que vi que teníamos al alcance. Entonces cuando esto acaba, en nuestra industria vuelves a la nada. No tienes trabajo. Y eso resultó ser un cambio demasiado brusco para todos.

-Hablando de presión, si como indica, el rodaje fue tan intenso, ¿cómo le hace sentir eso de tener a los actores tan sometidos?
-Eso no quiere decir que fuera cruel. Lo que quería decir es que actuar es algo que asusta, sobre todo si eres especialmente bueno. Muchos actores solventan su papeleta echando mano de su personalidad encantadora. Algo que te puede llevar lejos, pero en ocasiones la película te exige mucho más. Y eso es lo que quería. Pero cuidado, no estoy diciendo que si no hubiera presionado el resultado hubiera sido peor, sino que fue como respuesta a mi interés y pasión por el proyecto. Lo mismo que a ellos. Estoy seguro que aceptaron mis presiones porque también se sentían muy identificados con la película.

-¿Ha pasado por experiencia similares con otros actores?
-He trabajado con muchos actores, entre ellos Vanessa Redgrave, Robert De Niro o Angelina Jolie y la mayoría de ellos disfrutan más cuando se les está "apretando las teclas". Cuando se les ofrece la posibilidad de hacer un trabajo excelente. Y a veces, esa excelencia es pensar que no lo hiciste lo suficientemente bien e intentar hacer otra toma, y repteri y repetir hasta que se haya conseguido lo que se buscaba.

-Ha dicho que la experiencia de hacer esta película le ha transformado, ¿se considera mejor hombre o mejor director ahora?
-Creo que en todos los aspectos. Personalmente creo que aprender de las experiencias de Johnny y June como matrimonio. Consiguieron capear todos los problemas. Mi esposa -Cathy Konrad-, es también la productora de la película. Trabajamos juntos en una industria vanidosa en la que hay mucha competitividad y que es muy cruel. Nos ayudó a descubrir lo importante que es el amor por encima de todo lo demás y de lo importante que es apoyarnos artísticamente. Es algo raro, ver a una pareja en el mundo del espectáculo que permanence junta y unida hasta el final.

Un trabajo sin paralelo
-La película ha ganado varios premios, y es una de las firmes candidatas para llevarse algún Oscar. ¿Qué posibilidades cree que tiene la película?
-Soy director de cine, no un corredor de apuestas. Lo único que puedo decir es que todas estos intentos de meterte en cierta categoría, la de favorito por ejemplo, puede ir a favor o en contra. Pero tengo que reconocer que el trabajo de Phoenix no tiene paralelo. Ahora entiendo como Elia Kazan debía haberse sentido al dirigir a James Dean en Al este del edén. Es un honor trabajar con un actor que está en la cima de sus capacidades y con tantas habilidad para descubriro Elia Kazan debía haberse sentido al dirigir a James Dean en Al este del edén. Es un honor trabajar con un actor que está en la cima.


Retratos intermitentes
El modo en que Martin Scorsese abre la segunda parte de su reciente documental sobre Bob Dylan, No Direction Home, con una delirante sucesión de escenas en las que el joven y frenético cantautor encadena versos a partir de las palabras que lee en los anuncios de una tienda, debería ser el modelo a seguir para cualquier director interesado en viajar a las profundidades del alma de un artista. Lo que esas escenas nos muestran es el proceso de creación de un genio en la cima de su creatividad, algo a lo que, al menos en materia musical, los biopics -sean ficción o documental- no son especialmente aficionados. Prefieren, al contrario, fijarse en los episodios truculentos y sórdidos de la biografía del artista, recalcar aquello que les hizo distintos o especiales (de ahí lo fácil que a veces es caer en la caricatura), y emplear la música (sus canciones) como prolongaciones de sus vidas, pero no como sustancia principal del relato. La verdad es que aquello del proceso creativo hecho imagen ya estaba en el Don’t Look Back (1967) de D. A. Pennebaker (‘cinema verité’ fundacional), donde asistimos en tiempo real al momento en que Dylan arrancaba del piano, como si fueran balbuceos, la secuencia de acordes que le conducirían directamente a Like a Rolling Stone y más allá.

Vaya por delante que En la cuerda floja se inscribe claramente en el terreno de las indolentes estructuras convencionales, películas que como las recientes Ray o De-Lovely (biografía de Cole Porter), siguen las incidencias biográficas de sus protagonistas como si fueran un muestrario de clichés, y lo máximo que puede mostrar sobre el proceso creativo del músico es, en este caso, a un hombre en el suelo rasgando la guitarra y encontrando las palabras que encajen con la melodía (en este sentido, El aventurero de medianoche de Eastwood, aun tratándose de un músico country ficticio, resulta más interesante). La cualidad evocadora de la música, su mágico lenguaje, no parece estar aún al alcance del cine comercial, que emplea en esta ocasión las canciones de Cash, de voz inimitable por mucha técnica interpretativa que se tenga (y el esfuerzo de Joaquin Phoenix es enorme), como contrapunto a su desesperado amor por June Carter, su adicción a las pastillas y sus traumas familiares (vieja coartada sentimental). Adscrito a las convenciones del melodrama, lo más interesante de En la cuerda floja proviene no de su protagonista, sino de la ‘patternaire’ (excelente Reese Witherspoon), cargando con el peso emocional del filme, y, desde el flanco histórico-musical, en la gira del primer tramo con Carl Perkins, Roy Orbison, Elvis Presley y Jerry Lee Lewis -también con biopic propio, Great Balls of Fire-. Lo que le sigue es una alargada y repetitiva historia de descenso a los infiernos de la droga y la familia acaso demasiado bien empaquetada para que el posterior e inevitable ascenso pueda emocionarnos.

Lejos de la interesante epopeya personal de Bound for Glory (1976), donde Hal Ashby se basaba en las memorias de Woody Guthrie (con David Carradine) para firmar una de las mejores recreaciones de la tierra de Tom Joad, en estas memorias cinematográficas de Cash (basadas a su vez en la autobiografía The Man in Black) no se olfatea el alma y el corazón de América, como sin duda cabría esperar de un biopic de Johnny Cash; pero es lo suficientemente respetuosa con el artista y su vida marital como para no removerle en su tumba. No entenderemos su música ni lo que quiso decirnos con ella (para eso, mejor escuchar sus discos), pero comprenderemos el amor que sintió por June Carter. Algo es algo. Y es que en las contadas ocasiones en que la música del personaje ha primado sobre los tics que éste arrastraba o el número de cervezas que tomaba al dia, los resultados han logrado congraciar la música y la imagen resultante como si fueran un sólo proceso artístico. Recordemos Bird, el extraordinario y oscuro biopic de Charlie Parker en el que se aventuró Clint Eastwood. Sólo así, el viaje a las profundidades del alma no será sobre la cuerda floja. CARLOS REVIRIEGO