Cine

Felipe Vega - Álvaro del Amo, cara a cara

A concurso en la 51 Seminici, ambos opinan sobre la película del otro

19 octubre, 2006 02:00

Felipe Vega y Álvaro del Amo. Foto: Sergio Enríquez

La Semana de Cine de Valladolid inaugura otro medio siglo con una escéptica programación. Reconocible hasta ahora porque en su sección oficial iban a parar las joyas de los grandes festivales, la Seminci quiere apostar a partir de hoy por sus propios descubrimientos. De las quince películas en competición por la Espiga de Oro, destacan autores como Rachid Bouchareb, Goran Paskaljevich o Daniel Burman. Los españoles Felipe Vega y Álvaro del Amo, reunidos por El Cultural, también compiten con sus nuevos trabajos.

A falta de una palabra mejor, el gran crítico francés Serge Daney acuñó el término ciné fils para hablar de todos esos hijos del cine que deben su educación sentimental a la gran pantalla. Tras algo más de dos horas de animada conversación en torno al cine (y porque había que parar en algún momento), la demostrada cinefilia de álvaro del Amo (Madrid, 1942) y Felipe Vega (León, 1952) les hace merecedores de la hermosa expresión de Daney.

"Es que para nuestra generación el cine era la vida -recuerda Del Amo-, nuestro gran alimento espiritual. Lo hemos visto todo".
"Viajábamos por Europa sólo para ver cine -apostilla Vega-. Las ciudades eran lo de menos. Lo esencial eran las películas".

Hoy las cosas han cambiado. Ya no hace falta viajar más que al ordenador para conseguir la película que uno quiere ver, y además el cine ha dejado de suplir el fantasma de la libertad por otro tipo de carencias menos elevadas. "Antes el cine lo enseñaba todo y ahora uno puede descubrirlo de primera mano", dice Del Amo. Con su película El ciclo Dreyer, de hecho, se ha propuesto, y de qué manera, transportar al espectador a esa España gris donde los jóvenes se consumían de romanticismo, al tiempo de los tormentos morales y los cine-clubs, cuando el placer de la carne era pecaminoso y el placer del cine una vía de escape.

Pero no ha sido convocado para hablar de su película (o al menos no sólo de ella), sino de la de Felipe Vega, Mujeres en el parque, que junto a El ciclo Dreyer representa el total de la participación española a concurso en la 51 Seminci de Valladolid.

Ellos que lo han "visto todo", cineheridos de palabra y acción, que han conversado con grandes como Fritz Lang o Billy Wilder, y han escrito para revistas especializadas hoy extintas como "Casablanca" (Felipe Vega fue su redactor jefe) o "Nuestro Cine", que llevan media vida viendo películas y la otra media haciéndolas, han aceptado con deportividad y buen espíritu la perversa propuesta de El Cultural. Antes de su estreno en las pantallas vallisoletanas, cada uno ha podido ver la película del otro. Después, un sábado por la mañana, se han sentado alrededor de un café, en el patio-terraza del Hotel Miguel ángel de Madrid, para sacarle punta a lo que han visto.

-(Vega): Lo que me desconcertó de tu película es la autenticidad absoluta de la época. Si tuviera que mostrarle a un chico de veinte años cómo eran aquellos años sesenta, ahora que está de moda lo de la recuperación histórica, la tuya sería una película perfecta. En este sentido, me recordó a Nueve cartas a Berta (1965), de Martín Patino.
-(Del Amo): Yo también pensaba en Francisco Regueiro, en su película El buen amor (1963). Eran peliculas distintas porque tenían una literalidad respecto al ambiente que retrataban. La mía tiene una perspectiva, y creo que eso es algo que tú también has logrado en Mujeres en el parque. Aunque estés hablando del presente, creo que es un retrato de la situación moral y sentimental de nuestros días pero como si se hubiera hecho con cierta perspectiva.
-(Vega): Me alegra oírlo. No hay una intención tan grande en la película. Lo que trato es de mantenerme muy cerca de un concepto de lo realista, o del naturalismo.

Bocados de realidad
Como Nubes de verano, también co-escrita con Manuel Hidalgo, Mujeres en el parque es otro bocado de realidad que según su director "podría pertenecer a un libro de relatos de nuestra época". La vida se cuela por debajo de las apariencias y las emociones no encuentran su punto de fuga hacia el exterior. Pálido reflejo de un sueño corrompido, aquél del 68, a su manera el filme de Felipe Vega también escarba en los valores caducos del pasado, sólo que proyectados en nuestros días y sus nuevas generaciones.

-(Del Amo): Nuestras películas son primas gemelas en la medida en que el foco es el conflicto personal, sentimental y psicológico de los personajes. Es interesante observar cómo en mi película las instituciones, la familia y la moral pesan de una manera determinante, mientras que en Mujeres en el parque, toda esa presencia social y moral ha desaparecido... los personajes viven una gran libertad pero también una gran angustia... están casi más perdidos que hace cuarenta años.
-(Vega): Lo que tu película hace es devolvernos a una España donde la gente joven todavía va a una iglesia y tiene creencias. Estamos en un momento de la historia en el que las religiones vuelven a imponerse, y el mundo laico del que habla mi película empieza a encontrarse en el centro de esa batalla.

-(Del Amo): Ahora las familias están completamente desintegradas, y creo que uno de los grandes logros de tu película es reflejar esa situación... en la que hay una absoluta inseguridad incluso respecto a las relaciones más básicas: las paterno-filiales y de amor con la pareja. Todo está puesto en cuestión, hay una indeterminación absoluta. Vivimos una época sin pasión ni romanticismo. Es mucho más pragmática que la que yo retrato. Y eso marca una gran diferencia entre nuestras películas.
-(Vega): Es posible. Da la sensación de que las jóvenes generaciones, representadas en mi película por Mónica [Bárbara Lenie], viven sin referencias. Y nuestra generación, por otra parte, es muy consciente de que sus valores no tienen cabida en este momento. La diferencia de los personajes de tu historia con la mía, es que tus personajes sí buscaban referencias en un pasado, en el cine y en el entorno, y ahora en cambio da la impresión de que pueden pasar sin eso.

-(Del Amo): Eso deja a los jóvenes de hoy muy inertes. Sus relaciones familiares no están mínimamente claras, sus sentimientos están siempre expuestos, hay una absoluta fragilidad en las emociones. Esta famosa levedad del ser de la que hablaba Kundera, ahora es ya la levedad del ser y del estar.
-(Vega): Los padres tenemos más difuso el modelo a seguir. En la época de tu historia el modelo a seguir por los padres estaba mucho más definido. Era un comportamiento más o menos autoritario...
-(Del Amo): ...había una familia organizada, un cauce, una estructura que ahora ha desaparecido.
-(Vega): Totalmente...

Aunque pueda parecerlo, en el tono de sus voces no hay ninguna añoranza por el pasado perdido ("sería demencial tener nostalgia del franquismo", apunta Del Amo). Como en gran medida hacen sus películas, sólo se limitan a exponer una situación generacional como si el uno tomara apuntes del natural y el otro los tomara del recuerdo. De ahí la "intención perversa" que Felipe Vega apuntó respecto a El ciclo Dreyer a la salida de su proyección. Para quien vivió aquellos años sesenta debatiéndose entre el amor y la moral, ver la película de Del Amo, verdadera rara avis en nuestro cine, debe ser una auténtica experiencia de regresión.

La serenidad del narrador
"En todo caso -señala el autor de Mujeres en el parque-, nuestras películas huyen todo el rato del sentimentalismo. En los dos casos podría haber una aproximación emocional muy subjetiva a los personaje y a la historia, pero ninguna de las películas lo pretende".
-(Del Amo): Es que el análisis de los sentimientos no tiene nada que ver con el sentimentalismo. Pero al mismo tiempo creo que hay también una gran serenidad en lo que contamos. Tu película respira una gran madurez. Es muy pudorosa y contenida en el mejor sentido. Hay como una mirada documental, como una cierta contemplación...
-(Vega): Y de dejar al espectador que reconstruya él mismo la película. Creo que es algo también muy marcado en El ciclo Dreyer, esa mirada casi documental y distanciada respecto a lo que se cuenta.
-(Del Amo): Ahora que dices lo de la reconstrucción... es muy curioso, pero creo que Mujeres en el parque tiene algo de relato policíaco. No digo que sea un thriller, pero tiene un personaje que asume la función del detective que va a averiguar lo que ocurrió y quién es el asesino. Lo interesante es que los personajes son las tres cosas a la vez, todos tienen algo de detective, de asesino y de víctima.

Conexion literaria
"Eso procede de una referencia muy importante para mí, que es Raymond Carver -aclara Vega-. él hablaba de que en la vida, y esto está en sus relatos, siempre hay un misterio... algo secreto que rodea a los personajes. Yo trato de volcarlo en mis películas. Me parece que además sirve para que el espectador se plantee ese misterio aplicado al comportamiento humano, que nunca responde al blanco o al negro. Hay matices y detalles que convierten a los personajes en seres completamente ambiguos.

Conecta este punto de la conversación con el peso fundamentalmente literario de ambas películas. Aunque la cultura audiovisual haya ido arrinconando el poder narrativo que proporciona lo literario, los dos cineastas (perdón, cine fils) convocados no están dispuestos a fabular sin narrar, a imaginar un universo de imágenes sin palabras.

-(Vega): Hay algo que me gusta mucho de tu película, y está en todo tu cine, que es la elaboración de los diálogos. Son más bien literarios, pero funcionan de maravilla. Creo que le da un enorme encanto a los personajes y a la película.
-(Del Amo): Es que se olvida que el cine es muy literario. Ahora por influencia de la televisión, se supone que hay que hablar como la gente de la calle, cuando eso nunca es así por mucho que se intente. Nos olvidamos de que en las películas clásicas la gente habla de una forma elaborada, no como la gente habla normalmente. En tu película los diálogos me parecieron algo pinterianos... se dicen las cosas más feroces con una gran tranquilidad.
-(Vega): Quizá esos diálogos tuyos provengan de la inocencia de los personajes. Lo hayas querido o no, hay unos trazos de Truffaut en tu película muy marcados. Yo al menos los he visto en esa inocencia roussoniana que transmiten...

Inocencia es quizá una palabra clave para las dos películas en liza. De forma sesgada o directa, rememoran con ironía una época que filtró todo con exceso de ingenuidad. El resultado es alguien como Mónica, que ya no es ingenua, pero sí inocente de los pecados cometidos por sus padres.

Una oferta imprevisible

Durante veintiún años (1984-2005), la prestigiosa Seminci ocupó un lugar preeminente entre los festivales cinematográficos españoles. Ahora, en el segundo año de la era post-Fernando Lara, el certamen que se inaugura mañana con una película de animación para niños (Azur y Asmar, dirigida por el realizador de Kirikú y la bruja) se presenta lleno de incógnitas y busca nuevas señas de identidad. Los autores más relevantes permanecen fuera de concurso, la sección oficial se llena de realizadores casi desconocidos, una retrospectiva dedicada a Pedro Olea convive con un miniciclo ("Los video-juegos y el cine") donde El padrino de Coppola comparte espacio con Lara Croft (¡¡¡) y un documental sobre un equipo de fútbol americano le pone glamour a la gala de clausura.

El escaparate principal del certamen se convierte así en una oportunidad para encontrar ese hallazgo inesperado que constituye el "santo grial" de todo festival que se precie. Y en esa búsqueda van a jugar un papel destacado las dos películas españolas: Mujeres en el parque, de Felipe Vega, y El ciclo Dreyer, de álvaro del Amo, dos obras adultas y muy personales sobre las que sus autores conversan en estas mismas páginas.

Una tercera realización hispana (La caja, ópera prima del canario Juan Carlos Falcón) se presenta también dentro de la sección oficial, pero fuera de concurso, igual que lo hacen -sólo que despertando mucha mayor expectación- La reina (la película de Stephen Frears que causó sensación en el pasado festival de Venecia), un thriller político de Philip Noyce protagonizado por Tim Robbins (Catch a Fire) y un llamativo documental sobre los desvelos ecologistas de Al Gore (Un Inconvenient Truth).

La presencia en competición de películas procedentes de Japón, Irán, Filipinas, Hungría, Egipto, Serbia, Marruecos (en coproducción en Francia), Méjico y Argentina (dos títulos) configura una arriesgada apuesta por los llamados "cines periféricos" cuyo resultado es otra incógnita adicional. Los nombres propios del serbio Goran Paskaljevic (viejo amigo de la Seminci, que regresa con un film de cinco relatos basados en el Cándido de Voltaire), el argentino Daniel Burman (Derecho de familia) y el francés de origen argelino Rachid Bouchareb (realizador de Days of Glory, estrenada en Cannes) son los únicos directores que llegan a Valladolid con una trayectoria conocida.

La oferta de esta imprevisible 51 edición se completa con una exposición dedicada al guionista Julio Alejandro (colaborador de Buñuel), un homenaje al cineasta hindú Satyajit Ray, un ciclo dedicado a la presencia de los periodistas en el cine y las habituales secciones "Punto de encuentro" (donde podrá verse el nuevo film de Paul Leduc: El Cobrador. In God We Trust) y "Tiempo de historia", dedicada al cine documental, en la que comparecen apetecibles trabajos de Carles Balagué (De Madrid a la luna) y Sergio Oskman (Goodbye, América) dentro de una amplia y plural selección de producciones españolas, firmadas por Antoni Pérez Canet, José Ramón da Cruz, Pedro Costa, Xavier Montanyá, Eduard Bosch, Iñaki Peñafiel y Lola Barrera.

Carlos F. HEREDERO