La lógica del terrorismo
Luis de la Corte IbáñezAlianza. Madrid, 2006. 403 páginas, 18 euros.
19 octubre, 2006 02:00Labores de rescate en el World Trade Center
Nueva York y Washington en 2001, Bali en 2002, Estambul en 2003, Madrid en 2004, Londres en 2005: el siglo que comienza se halla trágicamente marcado por la yihad terrorista mundial. Y entre tanto, en España, las esperanzas de que ETA reconozca su derrota y renuncie a las armas no terminan de concretarse. No es extraño, pues, que las editoriales ofrezcan continuamente nuevos libros sobre el fenómeno terrorista, a los que no es fácil prestar la atención debida. En estos días acaban de aparecer tres, de muy distinta temática y enfoque, pero todos ellos interesantes.La lógica del terrorismo, de Luis de la Corte, profesor de Psicología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, es un estudio académico que presenta las conclusiones de la amplísima bibliografía existente sobre el tema. Su mayor valor se encuentra en la sólida argumentación con que desmonta algunos de los tópicos con los que tratamos de explicarnos lo inexplicable: por qué algunas personas consideran heroico el tiro por la espalda o el coche bomba. El autor desmonta las explicaciones macrosociológicas habituales, incluido el que Edurne Uriarte denomina "diagnóstico progresista" sobre las causas del terrorismo, es decir, la creencia en que éste constituye una respuesta a las desigualdades económicas, la opresión política, el colonialismo o el imperialismo. Y también refuta algunas explicaciones psicológicas: los terroristas no suelen ser psicópatas -pues los psicópatas son demasiados individualistas para convertirse en miembros fiables de una organización- ni paranoicos, ni personas que se dejen dominar por la ira. Suelen ser fanáticos, que han abrazado una ideología en virtud de la cual no sienten reparos en matar a los supuestos enemigos de su causa.
Melchor Miralles era hace veinte años uno de los periodistas que comenzaron a revelar desde las páginas de Diario 16 la verdadera historia de los GAL, el episodio más negro en la, por otra parte heroica, lucha de la democracia española contra el terrorismo. Hoy es productor de cine -se le debe por ejemplo la interesante película Lobo -y está a punto de estrenarse su última producción, GAL, con guión de Antonio Onetti y dirección de Miguel Courtois. El libro del mismo título, escrito por Miralles y Onetti, ofrece una reconstrucción de aquellos lamentables hechos que se lee como una novela. En sus conclusiones destacan que la condena de quienes habían dirigido el ministerio del Interior por su responsabilidad en lo ocurrido fue un hecho sin precedentes en una democracia. Cabe añadir que ese triunfo de la justicia sobre la razón de Estado constituye un motivo de legítima satisfacción para los demócratas españoles.
La lectura de La doctrina del uno por ciento resulta también apasionante. Su título alude a la afirmación del vicepresidente Dick Cheney de que si existe una posibilidad de sólo el uno por ciento de que los terroristas adquieran armas de destrucción masiva, los Estados Unidos deben actuar como si se tratara de una certeza. En opinión de Ron Suskind, que fue jefe de la sección nacional del "Wall Street Journal" y es autor de libros de gran éxito, esa doctrina ha llevado a que decisiones cruciales se tomen sin tener en cuenta los datos reales de que se dispone, como ocurrió con la errónea evaluación de las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein, que precedió a la infausta intervención en Irán. Los héroes de su muy documentado estudio, que relata los esfuerzos antiterroristas de los Estados Unidos en los tres primeros años tras los atentados del 11-S, son los profesionales de la inteligencia, los "invisibles", cuya labor se ve entorpecida por los ideólogos de la Casa Blanca, "los notables". Sus fuentes parecen incluir al ex director de la CIA George Tenet y a numerosos agentes de aquella, así como del FBI y de otras ramas de la administración americana. Entre sus revelaciones, la que más ha comentado la prensa americana es acerca de un plan de Al Qaeda para atacar con un gas tóxico el metro de Nueva York a comienzos de 2003. Pero lo más inquietante, si se da crédito a Suskind, resulta lo poco informado que a menudo está el presidente Bush, a quien no llegan, o no lee, informes de la mayor relevancia.