Christopher Nolan
El cine es un medio muy limitado para caracterizar personajes
11 enero, 2007 01:00Christopher Nolan
Bien sea con pequeñas producciones (Following, Memento) o bajo el amparo de grandes estudios (Insomnia, Batman Begins), Christopher Nolan ha logrado crear un universo propio en sus siempre fascinantes películas. Con El truco final (El prestigio), una envolvente historia de amistad y rivalidad entre magos, el director británico sigue explorando mecanismos narrativos, la misteriosa figura del doble y los límites entre lo real y lo ilusorio.
-Sus películas giran en torno a los conceptos de identidad y verdad, sobre los límites de lo ilusiorio y lo real. ¿Es una búsqueda deliberada?
-No es algo que haya pensado de forma consciente. Me gusta verme como un contador de historias, y si empleo símbolos con una cierta relevancia y continuidad en mi trabajo, es mejor que sean los demás quienes se den cuenta. En todo caso, es cierto que las historias que me atraen generalmente tratan temas en torno a la identidad. Una de las grandes preocupaciones de mi vida y de mis películas es la habilidad que tengamos para salir de nuestras propias mentes. Vemos el mundo desde un punto de vista particular y debemos relacionarnos con otras personas con su propio punto de vista. Es algo que me interesa explorar.
-Quizá provenga de ahí su obsesión con la figura del doble...
-Creo que es una buena forma de sugerir la dualidad de la gente, los distintos aspectos de su personalidad, incluso de aquellos de los que siente vergöenza. Creo que el cine es un medio muy limitado para caracterizar personajes. Al menos comparado con las novelas. Las historias deben ser cortas y directas, y así no hay forma de abarcar la complejidad de una persona. La mayor parte del cine que vemos emplea a los personajes para destacar un aspecto singular, un estereotipo, así que supongo que la dualidad representa para mí un paso más cercano a una verdadera caracterización.
Reflexión sobre el cine
-¿Qué relevancia ha tenido para usted que la historia de El truco final coincida en el tiempo con la invención del arte del cine?
-Creo que mucha, porque gran parte de los trucos que los magos empleaban en escena estaban relacionados directamente con el cinematógrafo. Siempre he admirado a Méliès, y no fueron pocos los magos que dieron el salto al cine... fue un periodo fascinante. Aunque la película no trate esto de forma directa, sí es cierto que es un hecho que define la época.
-En gran medida, El truco final es una reflexión sobre el cine que desgrana los mecanismos de cómo contar adecuadamente una historia...
-Es curioso, pero no se me ocurrió cuando hacía la película hasta qué punto es cierto que El truco final trata sobre el hecho de hacer películas, de contar historias... Lo divertido de hacer una película es que realmente no sabes de qué va hasta que la ves terminada, y entonces resulta obvio. Cuando veo la película, para mí, de forma personal, trata sobre por qué contamos historias, porqué añadimos misterios y complejidades a un mundo que nos preocupa, que tememos, y que quizá lo hacemos para formar parte de él. Estoy bastante seguro de que ésa es la razón de que yo haga películas.
-Los magos, como los cineastas, están entregados a una ilusión...
-Sí, creo que lo que hacen es muy similar. En ambos hay la misma confianza en la suspensión de la credibilidad, el deseo de que el espectador pueda aceptar los términos artificiales que envuelven a la historia, y que los ignore para que pueda quedar hechizado. He tratado de hacer una película que sea lo más autoconsciente posible sobre su propio proceso de construcción, de cómo mezcla géneros y juega con la gramática del cine. En última instancia, he tratado de hacer una película que quede definida por el modo en que va a ser vista, porque su significado creo que va a ser completamente distinto si se ve de forma individual que si se ve en una sala de cine rodeado de público.
-¿A qué se refiere?
-Creo que cuando se ve una película en el cine, el público se ayuda entre sí a entender la película, hay pequeñas reacciones... no sé, una especie de ósmosis... Hemos mostrado El truco final en proyecciones individuales, de uno, dos, cuatro espectadores, y luego la hemos proyectado a un auditorio de cien personas. El público general entendió algunas cosas que los espectadores individuales simplemente no lograron captar. ¿Por qué? Es un misterio.
-Esto que dice conecta directamente con el cine entendido como un acto social. Quizá es algo que corre el peligro de desaparecer, ¿qué opina al respecto?
-Espero que no. No puedo creer que ocurra, porque es una experienca tan poderosa ver una película en una sala de cine... En las comedias, sobre todo, la experiencia es completamente distinta. Visto de forma aislada, en DVD en tu casa, el cine es un entretinimiento que entra en el cerebro de otro modo. La historia del cine siempre ha estado asociada al puro entretenimiento, y eso no creo que pueda desaparecer.
-¿Cree que viendo El truco final podemos comprender cómo Christopher Nolan diseña sus películas?
-Es una buena pregunta, porque efectivamente, de algún modo, ahí están los trucos. Pero no creo. Hay una gran tensión entre el personaje de Christian Bale y si actitud de pureza hacia la magia, que es algo que yo siento hacia el cine, y la actitud más pragmática de Hugh Jackman, que quizá no tenga el mismo nivel de integridad, pero que a fin de cuentas le da buenos resultados. Yo vivo esta tensión como cineasta. Cuando hago una película tengo un fuerte instinto que me empuja a hacer las cosas de la forma más pura y limpia, más mágica, lo cual no deja de ser absurdo, porque al fin y al cabo todo consiste en cómo vaya a reaccionar el público, independientemente de los mecanismos utilizados.
Desafíos del público
-¿Se refiere al empleo de tecnología digital para lograr determinados efectos visuales?
-Sí. He peleado mucho para que no hubiera ninguna manipulación digital de la imagen, algo que ahora se hace prácticamente en todas las películas. Nosotros cortamos directamente de la película y eso es lo que se imprimió. Pero también me refiero a la gran tensión que como contador de historias siento tratando de desafiar la inteligencia del público, pero sin llevar la historia a un nivel de sofisticación que acabe perdiendo al espectador. Desde mi primera película he buscado ese equilibrio, y le aseguro que es complicadísimo, porque está expuesto a la subjetividad de cada espectador. Y además es imposible contentar a todos.
-Cuando se conoce el secreto de un truco de magia, éste pierde toda su fascinación. ¿Lo mismo puede pasarle a El truco final?
-Sin duda hemos hecho una película con diversos giros y sorpresas finales, y hemos tratado de sorprender al espectador como si asistiera a un número de magia. Pero por la forma en que lo hemos hecho, creo que en ningún momento hay trampas, y eso el público lo agradecerá y verá la película por segunda vez incluso con mayor interés, porque lo que antes era un misterio, después será algo obvio, y pensarán cómo no pudieron darse cuenta antes.
-Desde que hizo Memento, ¿en qué medida cree que ha comprometido su libertad artística realizando encargos para grandes estudios?
-Creo que he ido ganando libertad con cada película, y que la única libertad que he perdido ha sido autoimpuesta. Cuando haces una película como Batman Begins o El truco final con el dinero de un gran estudio, te aseguras de que quieres hacer la misma pelicula que ellos quieren, y en ese sentido yo no he tenido ningún problema. Es la opción de un cineasta dirigirse a un público menor o a un público mayor, y en esa opción escoge entre dos lenguajes distintos, que tienen sus propias reglas y convenciones. Lo mismo pasa como espectador, no vas a ver una gran película de Hollywood con las mismas expectativas que una película indie, son mundos distintos. Yo he conseguido la libertad de poder escoger, algo que con Memento no tenía. Y sin embargo la responsabilidad con los inversores no era menor.