Image: Lejos de ella

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Cine

Lejos de ella

Directora: Sarah Polley

20 diciembre, 2007 01:00

Michael Murphy y Julie Christie en Lejos de ella

Intérpretes: Julie Christie, Olympia Dukakis, Gordon Pinsent, Wendy Crewson, Michael Murphy. Guión: Sarah Polley. Duración: 110 minutos. Canadá, 2006.

Contar como protagonista con una actriz como la veterana Julie Christie es un lujo que pocos directores se pueden permitir y menos siendo primerizos. La también actriz Sarah Polley, en su paso al otro lado de la cámara, ha tenido el privilegio de convertir a la musa del Free cinema británico y protagonista de Doctor Zhivago (1965) o Fahrenheit 451 (1966) en el eje central de un tétrico relato en torno a una mujer asediada por la terrible enfermedad de Alzheimer. Sarah Polley, que levanta acta del irreversible deterioro de este personaje y del incómodo desconcierto que provoca en su marido, con el que ha convivido aparentemente feliz prácticamente toda la vida, parece más empeñada en prolongar el universo de los cineastas con los que ha trabajado como intérprete, en comportarse como una alumna aplicada repitiendo la lección con puntos y comas, que en inventar uno propio, en particular los del también canadiense Atom Egoyan y la española Isabel Coixet, un mundo helado pero repleto de ardorosos sentimientos ocultos y el recurso contundente a una enfermedad terminal como desencadenante y soporte de un discurso melodramático, respectivamente. Todo es corrección, al menos formal, en las imágenes de Lejos de ella, incluso algún hallazgo visual con valor de metáfora, como el de equiparar el despojamiento de los árboles en otoño con la progresiva degradación de las neuronas, además, por descontado, del magnífico saber estar de Julie Christie y de los actores que le acompañan en la gestualidad casi muda que desarrolla para la ocasión, pero la soterrada invitación al lagrimeo puede producir un rechazo también irreversible, sobre todo entre los que conozcan de primera mano el infierno verdaderamente inenarrable de esta sádica broma de la naturaleza.

Es posible que uno de los problemas irresolubles de esta propuesta esté relacionado precisamente con la dificultad de trasladar al terreno de la ficción acontecimientos tan objetivamente trágicos y desoladores por sí mismos como los que se derivan de esta enfermedad doblemente cruel, para el que la padece y para los que asisten en primera fila a los pormenores de un espectáculo tan tremebundo, una especie de putrefacción, de autodestrucción involuntaria de lo que constituye la identidad de los individuos, lo que propicia que las buenas intenciones acaben así aproximando el empeño a la medianía dramática de un capítulo de serie televisiva de temática hospitalaria.

Acepta casi desde el principio la comodidad narrativa del punto de vista del marido y despliega oportunas cortinas de humo que camuflan la flagrante incapacidad de cumplir sus objetivos, como la incipiente relación de romance geriátrico que promete establecerse entre el personaje que interpreta Grant Anderson, el marido, con el que defiende Olympia Dukakis, la esposa de otro de los internos de la clínica en la que se va diluyendo Julie Christie y el interés por el relato.