La edad de la ignorancia
Director: Denys Arcand
10 abril, 2008 02:00Diane Kruger, en la película
él realizador franco-canadiense Denys Arcand lleva muchos años renegando del mundo. Sociedad, política, cultura, religión, relaciones de pareja y/o familiares... para él todo es lo mismo: una burocracia totalitarista y psicótica a derribar. Su protesta surge de la exploración íntima del universo, aunque para él Quebec sea su particular corpúsculo, un microcosmos que es una metáfora de la humanidad entera. Y es a partir de esa negación freudiana donde suele trazar las líneas de optimismo en las que acaban convergiendo sus relatos, en ocasiones surge a partir de la amistad en su carácter más puro; en otras, simplemente, a partir del despertar de la valentía en el héroe individualista. Con el tiempo, el cineasta ha ido ganando en rabia mientras ha ido perdiendo en sutileza. Su particular canto del cisne vino a raíz de Las invasiones bárbaras (2003), película premiada con el Oscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa, donde se sirve de los personajes de El declive del imperio americano (1986) para enarbolar un relato sobre la frugalidad del tiempo y el sinsentido de la existencia, a la vez que ensalzaba como verdadero "sentido de la vida" la amistad sincera y leal.En su última película, La edad de la ignorancia, no hay redención posible. Arcand retrata un Quebec donde el territorio moral ha adquirido forma física. Es un espacio futurista, cercano al ideado por Bertrand Tavernier en la olvidada La muerte en directo (1980), donde sólo tenemos atisbos de la realidad exterior a partir de los detalles más escabrosos: epidemias, terremotos, incendios y cifras de muertos. La sociedad está inexorablemente avocada al sufrimiento como ejemplifica la gente desesperada a la que se le niega el auxilio de forma continuada. Jean-Marc, el protagonista del relato, tiene todos los problemas que a uno le puedan venir a la cabeza. Un trabajo nefasto, una madre moribunda en un hospital degradante, una mujer infiel y despótica, unas hijas que sólo proyectan desprecio y aislacionismo... Jean-Marc es un hombre que está solo. Su método de supervivencia consiste en la ensoñación, negar la realidad y huir de ella a través de la imaginación.
Lástima que las digresiones sadomasoquistas con que premiaba Luis Buñuel a Catherine Deneuve en Belle de jour (1967) estén muy lejos de lo planteado por Arcand. Jean-Marc resulta bastante más simple: su escapismo está ligado indefectiblemente a fornicar con diversos estereotipos de mujer a la vez que reivindica unas capacidades innatas que en la vida real está lejos de poseer. La edad de la ignorancia se equivoca en su exageración: o es muy abrupta o muy simplista. Valga como ejemplo su transmutación, al principio y al final de la cinta, en el divo del pop Rufus Wainwright, para comprobar la escasa capacidad transgresora. La mascarada se hipertrofia, el símil con la realidad está presente -y es devastador-, pero se vuelve ingenuo al tornarse reiterativo. Nada ni nadie queda libre de culpa, la esperanza se desvanece, sólo queda el absurdo y la estupidez humana. Exactamente los valores que, pese a la reticencia del cineasta, acaba poseyendo su homólogo protagonista.