La mujer sin piano suena afinada pero minoritaria en San Sebastián
La críptica película de Javier Rebollo, protagonizada por Carmen Machi, despierta división de opiniones
24 septiembre, 2009 02:00El actor Jan Budar, la actriz Carmen Machi y el director Javier Rebollo. Foto: Vincent West / REUTERS
EFEEl cineasta madrileño Javier Rebollo consolidó en San Sebastián su vocación de autor con La mujer sin piano, una película arriesgada y protagonizada por Carmen Machi que, en su carrera por la Concha de Oro, sonó bien afinada pero demasiado minoritaria.
El autor de Lo que sé de Lola, que también concurrió en San Sebastián hace dos años, presentó hoy su segunda película, una cinta rodada prácticamente en su totalidad de noche, en la que filma con mimo un Madrid rancio pero magnético y que es como "una habitación con muchas puertas y se puede entrar por la que uno quiera", explicó en rueda de prensa.
Aunque debido a su lenguaje reposado, críptico y silencioso, muchos prefirieron buscar la puerta de salida, La mujer sin piano arrancó también aplausos de los que comulgaron con una propuesta que "no es minimalista. Es simple pero muy cargada, llena de detalles".
"Para mi madre será una película melodramática. Para mi padre una película política. Para mí va de Javier Rebollo modelando el cuerpo a sus dos actores", que son Machi y el checo Jan Budar.
La célebre protagonista de la serie de televisión Aída es Rosa, quien vive inmersa en un mundo de monotonía al lado de su marido taxista, ansiosa por la reciente emancipación de su hijo y entregada a su trabajo de depiladora.
Una noche, la del 16 de marzo de 2003, mientras el mundo se metía en la Guerra de Irak, ella decide iniciar su propia batalla y romper con todo.
Con peluca y una maleta, se va a la Estación Sur de Madrid, un lugar "que tiene mil películas" y donde Rosa busca la vida que nunca ha tenido. "Lo esencial de lo carnavalesco no es ponerse la máscara, sino quitarse la cara", reflexionó Rebollo.
Su nuevo disfraz y su nueva vida estarán llenos de un "humor alcohólico", según lo definió su director, que le emparenta con el finlandés Aki Kaurismaki o el georgiano Otar Ioselliani, y que consideró fundamental para romper "la solemnidad, que es el escudo de la estupidez".
Esa comicidad arrastrada y llena de amargura es la que deja el regusto final de La mujer sin piano. "Me interesan más los tractos que los finales", explicó Rebollo, quien dijo que, a pesar de todo, lo que más había influido en su nueva película eran los tebeos de Tintín.
El director riega gota a gota la sensación de patetismo que desprende esa mujer que, tras una decisión vital tan importante, sólo encuentra desorientación, negativas y a un sólo compañero: un polaco interpretado por el actor checo Jan Budar. La escapada de Rosa, por si quedaban dudas, nada tiene que ver con la de Thelma y Louise.
Pero la daga se clava aún más cuando el espectador descubra que, a pesar de que esa aventura tiene la palabra fracaso inscrita en cada situación, se alza para la protagonista como lo más memorable de su gris existencia.
Todo eso, sugerido, nunca explicitado, en una magnífica y comedida interpretación de Machi. "Busqué contar mucho con poco, que al fin y al cabo es uno de los ejercicios de interpretación más antiguos del mundo", resumió la actriz.
La mujer sin piano también se puede resumir así. Para algunos lo consiguió. Otros no entraron en el juego de Rebollo, quien se define "no como un director de cine intelectual. Soy un director de cine sensual".
Ni intelectual ni sensual, sino prosaica y lineal era la segunda película a concurso, la turca 11'e 10 kala, de la cineasta Pelin Esmer, que basó su principal encanto en una estupenda idea inicial que, por desgracia, no se sustenta durante las casi dos horas de duración del filme.
Con una fórmula preocupantemente similar a la que utilizó La caja de pandora el año pasado para hacerse con el máximo premio de este certamen, 11'e 10 kala cambia el mal de Alzheimer por el síndrome de Diógenes, pero mantiene el canto a las raíces y al valor sentimental de los recuerdos.
El protagonista de su historia, ambientada en Estambul, es Mithat, un anciano que colecciona cartones y periódicos de manera enfermiza al que quieren expulsar de su casa para derruir el antiguo edificio y construir uno nuevo.