Image: Pasqual Maragall protagoniza una jornada de buen cine

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Cine

Pasqual Maragall protagoniza una jornada de buen cine

El retrato del político catalán que hace Carles Bosch logra emocionar

19 septiembre, 2010 02:00

Pasqual Maragall durante la presentación en San Sebastián de Bicicleta, Cuchara, Manzana

Juan Sardá (San Sebastián)
Ha sido un buen día en el Festival de San Sebastián. Los agoreros, o simplemente los prudentes, hablaban de una programación más que confusa y poco prometedora. Era cuestión de fiarse del criterio del director saliente Mikel Olaciregui, que como ha dicho muchas veces quería despedirse con una buena edición. De momento, lo está consiguiendo. Peter Mullan regresaba a la dirección con Neds tras aquella sobresaliente Las hermanas de la Magdalena. Actor de largo recorrido (ha trabajado con Kean Loach varias veces y sale en Braveheart o Trainspotting), es uno de sus interprétes cuyo rostro uno reconoce pero no sabe poner nombre. Un nombre que le ha venido debido a sus virtudes como director. De nuevo, regresa al Glasgow de los años 70, una época gris en la que Escocia aun se debate (si ha terminado) entre sus raíces basadas en la represión y los aires de modernidad que comienzan a soplar.

El género pandillero ha dado grandes películas (de La ley de la calle de Coppola a la reciente This is England) y Mullan se mantiene bastante fiel al esquema del registro, añadiendo una estructura (muy sólida) de relato de iniciación. La conversión del joven protagonista de empollón con todas las letras a salvaje adolescente está narrada con brío y convicción. El propio Mullan se reserva un personaje como muy desagradable padre del protagonista.

El gran protagonista de la jornada ha sido, sin duda, Pasqual Maragall. Carles Bosch, director nominado al Oscar por la extraordinaria Balseros, refleja 15 meses de la vida del "president" y ex alcalde Barcelona, enfermo de alzheimer, en un retrato que, sorprendentemente, logra emocionar hasta el tuétano a pesar de su carácter marcadamente hagiográfico. Maragall ha sido un personaje excéntrico y genial toda su vida y la película, Bicicleta, Cuchara, Manzana, así se llama, es tanto un espejo de ese carácter excesivo como una apasionante indagación en cómo la enfermedad, o la tragedia, modifica a una familia. Tiene escenas impagables como el viaje a Nueva York y la fiesta de celebración por el triunfo de Obama, y aunque a veces resulta demasiado prolija y didáctica en su explicación de detalles técnicos del alzheimer es, con diferencia, el mejor retrato jamás realizado de un político. Una gran película, en suma.

El otro gran protagonista de la jornada ha sido Raul Ruiz, veterano director chileno que se desmarcaba con un largometraje de cuatro horas, Misterios de Lisboa, estrenada como miniserie en Portugal. Este cronista no ha podido verla por falta literal de tiempo, pero la impresión que ha dejado es buena. Prolija como es obvio y excesiva, con este filme Ruiz ha regresado a la telenovela, género en el que comenzó su andadura como director allí en Suramérica. Cuentan quienes la han visto que a pesar de su duración merece mucho la pena verla. A ver si mañana hago un hueco. Finalmente, en Perlas de otros Festivales se ha podido ver por primera vez en España Miel, ganadora de la última Berlinale. Este filme turco narra, de forma morosa, el despertar de la infancia de un niño que dan ganas de comérselo en plena campiña turca. Fotografiada de forma bellísima, es cine para paladares exquisitos. En la sala se oían unos ronquidos tremendos.