Villaronga se impone como favorito mientras los documentales cobran protagonismo
Isaki Lacuesta acierta en su visión sobre los años de Ava Gardner en España mientras que la esperada Naomi Kawase decepciona con Genpin
22 septiembre, 2010 02:00Fue llegar y vencer. Pa negre llegaba al Festival de San Sebastián con el buen runrún de los pases de prensa previos. El éxito ha sido instantáneo. Adaptación, libérrima, de una novela de Emili Teixidor de gran éxito, Villaronga construye al mismo tiempo el más accesible y quizá el mejor de los filmes de su trayectoria. A partir de una historia de venganzas, traiciones y asesinatos, Villaronga crea un universo propio, muy propio, para levantar una poderosa metáfora sobre la capacidad de supervivencia y la lucha entre los instintos y los principios. Es una película compleja, muy sólida, quizá la mejor española de este año y firme candidata a la Concha de Oro, un premio que la consolidaría como producción nacional del año. Bien por Villaronga que por fin parece haber encontrado la forma de que sus obesiones personales se hagan claras y transparentes para un público potencialmente amplio.
La otra película a Sección Oficial ha causado una cierta decepción general. En un programa con pocos nombres de relumbrón, la japonesa Naomi Kawase, directora exquisita donde las haya, habitual de Cannes y autora de filmes tan preciosistas como estimulantes como Mogari no mori (2007) era una de las claras cabezas de cartel. em>Genpin, un documental sobre un grupo de madres que se someten a parto natural inspirados por un gurú con pinta de fanático que el filme no se atreve del todo a elogiar absolutamente pero casi, es sin duda una pieza interesante y tiene imágenes de una belleza indiscutible como la maravillosa secuencia final en la que vemos un parto real con todo lujo de detalles rodado con la exquisitez que se le supone a la Kawase. Sin embargo, la impresión que deja la pieza es la de un trabajo interesante pero menor dentro de su filmografía, quizá muy personal pero lejos de la ambición artística de otros trabajos suyos.
El documental ha tenido un papel importante este San Sebastián. Ayer se presentaban dos precedidos de expectación. Por una parte, Isaki Lacuesta mostró su trabajo sobre Ava Gardner, La noche que no acaba, realizado para el canal de televisión TCM y que será distribuido en salas. Sin duda, Lacuesta logra una pieza muchísimo más interesante que la inmensa mayoría de esos cansinos documentales sobre estrellas de Hollywood. Basada en el libro de Marcos Ordóñez, que narra los años que la diva pasó en España, Lacuesta alterna dos miradas. Por una parte, la que posa sobre la propia Ava, una mujer de una belleza casi aterradora, alcohólica y rica que amaba mucho a los hombres, pasarse las noches en vela de fiesta y armar jaleos. Pero también vemos a una mujer frágil y sensible, insegura y más preocupada por ser buena actriz de lo que se ha supuesto. Y están los testimonios de aquellos que la trataron, algunos impagables. Es un buen trabajo, quizá demasiado académico, pero aporta luz sobre la diva y la época histórica.
También ha podido verse Le quattro volte, del italiano Michelangelo Frammartino, y ganador de la última Quincena de Realizadores de Cannes. Con ritmo moroso, morosísimo, el documental narra la vida de un pastor de cabras en un pueblo perdido en las montañas de Calabria. Es una película lenta hasta la extenuación, de imágenes bellísimas y muy atenta, como Miel, vista en el Festival, o aquella El Somni, de Cristophe Farnarier. Cine durito, eso sí. Más vale no ir a la hora de la siesta.