Apichatpong Weerasethakul
"Mi película es tanto un diario personal como un homenaje al cine"
26 noviembre, 2010 01:00Apichatpong Weerasethakul.
El tailandés Apichatpong Weerasethakul pide al espectador que entre en su última película -El tío Boonmee que recuerda sus vidas pasadas, ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2010- vaciado de prejuicios y expectativas, relajado ante la experiencia estética y metafísica que propone el filme, que llega hoy a nuestras salas. Y es cierto, toda la lógica del cine convencional se desvanece ante esta obra mágica e inclasificable, que ha contado con producción española. Su autor, que ha recibido a El Cultural, nos revela por qué.
-El hecho de haber ganado Cannes va a hacer que su obra llegue ahora un público más amplio. ¿Cómo le prepararía para que se enfrentara a su filme?
- Ganar en Cannes fue algo así como viajar a un planeta exterior para luego tener que regresar a tierra firme. Ni siquiera había soñado con llegar a conseguir un premio tan prestigioso. Y encima lo he conseguido con una película tan personal, tan íntima... es algo realmente sorprendente. Creo que esta película es una de mis obras más accesibles. Habla de un tema tan universal como es la vida y la muerte. Por supuesto, la estructura de la película está muy alejada de lo que se conoce como cine mainstream, así que lo mejor es que los espectadores que ahora me descubran se enfrenten a ella de forma relajada y que no traten de aplicar la lógica a la experiencia estética que resulta ver toda película. Lo mejor sería eso: que se dejaran llevar, que su mente trate de fluir con las imágenes, que no se detengan a cuestionar qué significa cada elemento de la obra. En el fondo es algo muy parecido a cuando viajas a un país que desconoces, no tienes que detenerte a analizar cada detalle que te resulta extraño, tienes que limitarte a intentar disfrutar del viaje.
-¿Cree que la diferencia cultural entre Oriente y Occidente hará que nos perdamos muchos aspectos de su obra?
-Está claro que al tratarse de una película tailandesa, incluso en meros términos de lenguaje que resultaban muy arduos de traducir, hay determinados aspectos que resultarán desconocidos para el público occidental. Pero hay que entender que todos los cineastas, tailandeses o de donde sean, nos movemos por el mismo río que resulta la historia del cine. Creo que esta película es también un homenaje al cine -o al menos así lo considero: un pequeño tributo al cine con el que me he educado- y, particularmente, al cine tailandés, que es muy poco conocido fuera de mi país. Tampoco hay que pensar que mi obra es un reflejo del cine que se hace en Tailandia, en absoluto; allí tenemos todo tipo de cine, películas de acción, de terror, incluso blackplotaition... (risas).
Mística y meditación
-Su cine se mueve en el terreno de lo místico... ¿cómo diría que es de importante el peso del budismo en su obra?
-Cuando en mis películas hablo sobre la vida no necesariamente estoy hablando en términos religiosos. Es más la manera que tengo yo de proyectar en imágenes la visión que poseo sobre lo que significa vivir. Pienso que la fe, la creencia en algo, no debe estar necesariamente ligado a unos rituales de acercamiento estandarizados. Creo que la fe debe ser algo más práctico, como la meditación que, en mi caso, es algo que practico a menudo. De hecho, ni siquiera lo llamaría budismo, se trata de intentar aceptar la vida tal y como es. A mí me relaja mucho, aunque los resultados suelen ser impredecibles... bueno, tiene lógica, porque la propia vida es también impredecible. En mis películas intento, principalmente, hablar sobre la vida, y el amor es parte indisoluble de ella. Creo que tanto en Tropical Malady como en Syndromes and a Century (2006) hablo más del amor entre seres humanos de una forma romántica. En El tío Boonmee... el tema principal es el amor familiar, la delicada relación entre hermanos.
La evolución del cineasta desde que debutara con Mysterious Object at Noon (2000) ha ido trasvasando desde una poética de lo metafórico a la abstracción de la alegoría. Un despojamiento narrativo que el cineasta justifica como un viaje hacia la madurez que nace en lo particular (lo concreto) para ir evolucionando hacia el mensaje universal (lo abstracto). "Creo que a medida que he ido creciendo, como era inevitable, ciertos aspectos me han empezado a interesar más que otros -explica el cineasta tailandés-. Y no sólo me refiero a términos estéticos, sino a cosas más cercanas como puede resultar la vida política, que en mi país es particularmente difícil. Curiosamente, en mis primeras películas hablaba de cosas más concretas, de mi familia, de mis amigos, de la gente que me rodeaba en general y su manera de interrelacionarse. Creo que ahora hablo de cosas menos particulares, aunque sea de una forma abstracta. Es algo natural, a medida que creces no sólo influye en ti el cambio en la manera que tienes de ver las cosas, también te afectan los cambios físicos que experimentas, la muerte de tus seres queridos... si antes te interesaba más retratar a una determinada persona, ahora la sugestión te lleva a querer hablar de temas, digamos, más importantes o más universales".
Uno de los aspectos que más sorprende de su obra sería lo complejo que resulta a la crítica encontrar referentes cinematográficos en ella -se ha hablado de Méliès, Antonioni y Tarkovski, pero de forma vaga y poco justificada-, así como el hecho de que el cineasta suela construir sus guiones a partir de una sensación en concreto, que bien puede surgir de un hecho real o de la mera contemplación de un paisaje. ¿De dónde surge el cine de Weerasethakul?
-En ocasiones, las historias me surgen a partir de noticias comunes de la prensa diaria, pero por lo general lo que más me inspira son las localizaciones, los lugares donde enseguida pienso que se puede desarrollar un relato. Son esos sitios los que me evocan historias, a veces ajenas, a veces la mía propia: el cómo he llegado yo hasta ese lugar. Siempre es un proceso muy personal, difícil de compartir hasta que no lo he puesto en imágenes. Considero El tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas como un diario personal, por lo que es natural que las referencias fílmicas que se puedan encontrar estén más cercas de mis películas anteriores que de las de otras personas.
Una de las razones por la que la obra de Weerasethakul fascina sobremanera es su extraña y atrevida condición de cineasta con la mirada límpida, tan innovadora como revolucionaria. Sus películas están conformadas por un torrente de imágenes de singular belleza construidas mediante mecanismos narrativos tremendamente alejados de lo que se entendería como "cine clásico". Sin duda, uno de sus valores más importantes es el uso que da al sonido (y a su manipulación), alterando canales de audio bien sea para ensordecerlos o para resaltar detalles que, si no fuera por ello, pasarían inadvertidos al espectador.
"El sonido es algo básico en mis películas - dice el cineasta- y, posiblemente, lo sea más en el caso de El tío Boonmee... ; al estar hablando de la vida y la muerte hay cosas que no se pueden expresar en imágenes y necesito poder explicarlo a través de los oídos. Trabajé en esta película con el mismo diseñador de sonido que en Tropical Malady, quien tiene una sensibilidad muy parecida a la mía a la hora de tratar el sonido grabado. A veces tenemos un pájaro, en otras tan sólo un insecto, y cada uno de ellos merece ser representado en forma de sonido. Es algo muy importante para mí".
No deja de resultar curioso que el estreno de su última película en España sea posible, más que por haber ganado la Palma de Oro -muchos distribuidores consideran el cine de Weerasethakul demasiado extraño para los circuitos comerciales-, gracias a que, a fin de cuentas, se trata de un coproducción española financiada por Eddie Saeta, la kamikaze empresa que dirige con grandes dosis de riesgo y buen gusto el productor catalán Luis Miñarro. "Si te soy sincero -afirma Weerasethakul-, no recuerdo exactamente en qué punto Luis pasó a formar parte de la película. Lo que sí le puedo asegurar es que me sentí realmente bendecido por su participación. Tuve una suerte enorme a la hora de poder colaborar con un productor tan específico como él, alguien que jamás trató de alterar la manera en la que yo estaba haciendo la película. Me dio libertad absoluta y, eso, como he dicho, es una auténtica bendición, algo realmente raro en estos tiempos que corren y más en una película tan difícil como esta".
Diálogos con los orígenes
De cuando en cuando surgen películas que parecen suspendidas en el tiempo. La crítica no consigue nombrarlas con exactitud, y el espectador bien se agarra temeroso a sus prejuicios o se adentra fascinado en una experiencia transformadora. Son películas con códigos propios: Amanecer, La aventura, La Jetté, Andrei Rublev, 2001: Una odisea del espacio, Histoire(s) du cinéma, La delgada línea roja... Al proceder de una cinematografía tan exótica y desconocida como la tailandesa, la extrañeza frente a El tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas -otro filme, como los citados, con vocación de "obra total"- es quizá más acentuada. Destilación pura de la obra de Apichatpong Weerasethakul, el filme convoca un universo místico y poético que se muestra al espectador con absoluta inocencia, como si el cine estuviera naciendo, sin necesidad de camuflarse bajo realidades complejas o indescifrables... Un universo en permanente expansión donde, como ocurre con las almas que transmigran de un cuerpo a otro en sus películas, el cineasta tailandés busca la esencia de su arte en distintos moldes. De este modo, El tío Boonmee... forma parte de "Primitive Project", un magma creativo en el que caben dos video- instalaciones, un cortometraje (A Letter to Uncle Boonmee), un cuaderno de creación (Artist's Book) y una serie de fotografías. En definitiva, una obra que quiere estar tan cerca de la tradición como de la vanguardia, en incesante diálogo con los orígenes y los futuros de las formas cinematográficas. Carlos Reviriego