Image: Doblar o no doblar; ser o no ser del cine

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Cine

Doblar o no doblar; ser o no ser del cine

El sector debate la versión original: ¿es una cuestión de idioma, de respeto a la obra o de supervivencia?

7 enero, 2011 01:00

Ajubel.

El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, abría el pasado año la caja de los truenos del doblaje en el cine español. Muchos piensan que erró el tiro al centrarlo en el aprendizaje de idiomas. Lo cierto es que reabrió una vieja herida del sector. El Cultural analiza uno de los frentes que seguro darán que hablar en este recién estrenado 2011.

A los suramericanos les sorprende que en España la marca Levi's se pronuncie tal cual en castellano y no 'livais', o que la mayoría pronuncie el apellido de Tom Cruise de formas variopintas: del ‘cruis' habitual al rocambolesco 'cruais'. Es 'crus'. Ese desconocimiento de los fonemas sajones es una de las más llamativas consecuencias de la falta de dominio de lenguas extranjeras. Sucede, además, que cuando se doblan las películas, se 'españolizan' esas palabras foráneas, dando legitimidad al equívoco.

Fue el pasado mes de octubre cuando Ángel Gabilondo, ministro de Educación, destapó la caja de los truenos al relacionar doblaje con la dificultad patria para el poliglotismo. El nuevo director del ICAA, Carlos Cuadros, no tardó en darle la razón aunque situó el cambio de modelo a 15 años vista. Sin embargo, es una idea que produce rechazo incluso entre los propios alentadores de la Versión Original: "La responsabilidad de mejorar el nivel educativo de los españoles es de las escuelas y las autoridades, no de los cines", afirma González Macho, de Alta Films, con el apoyo de Enric Pérez, de los cines Verdi. Puede ser discutible que las distribuidoras cinematográficas (o las televisiones) deban fomentar el manejo de idiomas extranjeros, pero apenas se ha planteado que el dominio del doblaje es un atentado contra la integridad artística del cine.

Tono neutro
Los españoles se han acostumbrado a que hablen con el mismo tono de castellano neutro un actor de una película de Zhang Yimou que un pijo de Nueva York interpretado por Ashton Kutcher o un mafioso. La riqueza original de una lengua es intraducible. Su variedad de matices y tonalidades expresan mucho más que un contenido objetivo. Más cuando esa traducción debe ajustarse a la coordinación labial.

Otra paradoja, el público desconoce la verdadera voz de muchos de sus actores preferidos. ¿Alguien se imagina a Antonio Resines sin su tono socarrón, a Najwa Nimri sin expresarse en susurros o a Paz Vega hablando con acento catalán? Serían distintos, como lo son Brad Pitt, Julia Roberts, Jim Carrey o Angelina Jolie hablando en castellano. Lo cuenta Enrique González Macho, distribuidor y exhibidor de películas en versión original desde hace casi 30 años: "El otro día, en un concurso de televisión, un chaval se llevó los aplausos por su habilidad para imitar a Robert De Niro. Nadie dijo que lo que estaba imitando no era al actor de Taxi Driver sino a los matices que le da su doblador".

El adn de los españoles
El doblaje, un invento de Mussolini que Franco trasladó a España en 1941 para encubrir la censura con el falso propósito de "defender" las esencias patrias, sigue siendo hegemónico. Según el Ministerio de Cultura, el 85% de los filmes extranjeros que se estrenan en nuestro país están doblados. Es una realidad asumida que forma parte del "ADN de los españoles", añade Macho. En declaraciones a El Cultural, Carlos Cuadros lo interpreta así: "El doblaje deberá extinguirse tarde o temprano. Pero determinados cambios estructurales tienen sus plazos y sus tiempos, y no pueden hacerse a lo loco. Es algo que no se va a conseguir en menos de una generación porque exige mutaciones paulatinas". Enrique González Macho es contundente: "Si mañana se prohíbe el doblaje se termina con el cine en España".

Síntomas de debilidad
Enric Pérez también es contrario, aunque por otros motivos: "Se está imponiendo regularlo todo hasta límites que me hacen pensar que la democracia da signos de debilidad. Se debe fomentar la versión original, pero me opongo frontalmente a que echemos mano de esta afición vergonzosa de prohibir". Y recrimina la falta de olfato de las distribuidoras para comercializar títulos que atraigan al público hacia la versión original: "Voy a comenzar a distribuir cine otra vez porque es escandaloso la cantidad de buenas películas que no llegan". Además, señala una paradoja sangrante: "En España hay los mismos cines que en Alemania, que nos dobla en población. Y en todos se exhiben las mismas películas. Hay que hacer un esfuerzo por racionalizar y aumentar la oferta. Se trata de que el público se interese por otras culturas que no sea la estadounidense".

Pérez, bastión y símbolo de la versión original en Barcelona con sus cines Verdi, no sólo deploraría la prohibición del doblaje, también está furibundo con la nueva ley del cine catalán, aprobada en julio del año pasado, y que obligaría a que la mitad de copias de una película estuviera doblada al catalán. La medida, según sus defensores, como el productor Lluís Miñarro, beneficiaría a la versión original y la "pluralidad cultural". Pérez lo ve como una intromisión ilegítima en la libertad de empresa y pide a las autoridades que "dejen de utilizar el idioma como una herramienta política".

En la Federación de Exhibidores de Cine, FECE, que aglutina a la mayoría de las grandes cadenas, han calculado el coste de la prohibición del doblaje. Uno de sus representantes, José Ramón Gómez señala con preocupación: "Tirando por lo bajo, perderíamos un 35% de los espectadores de forma inmediata. La gente se pasaría al DVD o a la televisión para poder seguir viendo las películas dobladas". Los exhibidores independientes han sido quienes más han sufrido el precio de aventurarse con la versión original más allá de Madrid o Barcelona (a sumar Valencia, San Sebastián y Sevilla, donde se mantiene de forma casi simbólica). Macho, que acaba de cerrar sus cines Renoir de Bilbao, lo explica: "Lo hemos intentado no sólo en Bilbao, también en Zaragoza o en Majadahonda y el resultado ha sido desastroso. En algunos lugares existe una minoría ruidosa que reivindica la versión original. La cuestión es que esta minoría, o se queja y luego no va a ver las películas o es más minoritaria de lo que parece porque resulta inviable. Yo he terminado doblando en contra de mi voluntad como única forma de mantener algunos cines abiertos". Además, la mejora del conocimiento de inglés de los más jóvenes no ha aportado nada: "La versión original se mantiene con más fuerza entre los mayores, que adquirieron esta costumbre en las antiguas salas de arte y ensayo. Nuestro público envejece", dice González Macho.

Copia a copia
La digitalización de las salas, que en España fue muy lenta hasta el éxito apoteósico de Avatar, se vislumbra como una esperanza. El doblaje es caro, unos 30.000 euros, pero la V.O. no le va a la zaga ya que, como explica Macho, "es más barato poner los rótulos que contratar a dobladores pero después hay que superponer los subtítulos copia a copia. Con el doblaje tienes un master doblado y vas replicando". Las copias digitales serán más baratas en general pero muy sustancialmente las de V.O. Será la hora, como señala José Ramón Gómez de estudiar nuevas vías. "Por ejemplo, dividir las sesiones entre versión original y subtitulado. Ahí está esa población extranjera que viene a España en verano y no va al cine".

Una queja histórica
La reivindicación de la versión original ha sido una queja histórica de los cinéfilos y del grueso del cine español, que ha considerado el doblaje una usurpación de una de sus bazas, el idioma, a favor de los intereses de Hollywood. El viento corre a su favor, pero los cambios serán lentos. Cambios que comenzaron antes de que Gabilondo soltara la liebre. J. V., doblador de largo recorrido, y peculiar portavoz del sector porque no quiere dar su nombre debido a un contrato de exclusividad con un estudio, explica: "Hace meses que desde el Ministerio de Cultura se nos está mandando señales de que existe la voluntad firme de limitar el doblaje". La reunión más dura la mantuvieron con el ex responsable del ICAA, Ignasi Guardans, quien les dijo que si por él fuera terminaría con el doblaje a la mañana siguiente. "Salimos con la impresión de que nos quería cortar la cabeza", señala preocupado.

Con Carlos Cuadros se han suavizado las formas. La eliminación del doblaje no sólo significaría un terremoto cultural, también tendría importantes consecuencias económicas. 30.000 personas viven de ello (entre actores, traductores o técnicos) y el negocio mueve unos 300 millones de euros al año. La crudeza de Guardans y el posterior globo sonda de Gabilondo unió al sector tras años de refriegas para presentar un documento conjunto, impulsado por J. V., según el cual vincular conocimiento de idiomas extranjeros con doblaje es falso.

Tratan de demostrarlo cruzando datos entre número de películas dobladas y efectivo dominio de lenguas. Así se desprende que en Turquía o Bulgaria, donde se habla menos inglés que en España, no doblan mientras países mucho más avezados en traducir las películas, como Francia o Alemania, nos superan con creces. González Macho también ataca la relación entre conocimiento de idiomas con la asistencia al cine de los españoles, que el año pasado fueron una media de tres veces y media al año. "¿Mejorarán su inglés en 360 minutos? No lo creo", sostiene. Obvia Macho que los españoles pasaron casi 300 minuto diarios delante de la televisión. Cuesta imaginarse a Telecinco subtitulando (desde la asociación de televisiones privadas, UTECA, esgrimen el uso del dual como solución) pero muchos cinéfilos se habrán sentido decepcionados, como señala Enric Pérez, "al comprobar que Televisión Española ha suprimido la publicidad como forma de reafirmar su labor pública pero continúa emitiendo sin subtítulos".

De momento, los dobladores son los más reivindicativos. Reclaman que se tenga en cuenta factores positivos como que España, notoriamente Barcelona, tiene algunos de los mejores estudios de sonorización del mundo, en los que han trabajado desde Ridley Scott hasta Steven Spielberg. Es conocida la reputación mundial de su técnica, una excelencia que, por otra parte, ven peligrar con la estrategia de reventar precios impuesta por el estudio de doblaje más grande del país, SoundDub, propiedad de la Generalitat de Cataluña. Los dobladores se mueven en un terreno de marcada ambigüedad. Reconocen que el doblaje perfecto es aquél que "se nota lo menos posible" y reivindican la fidelidad absoluta, pero también afirman su condición de verdaderos actores. El colectivo se queja, además, de que el fracaso de las películas nacionales está relacionado con factores de calidad o falta de sintonía con el público, entre muchos otros, que nada tienen que ver con el doblaje. Aspectos sobre los que la federación de productores españoles, la FAPAE de Pedro Pérez, no quiere opinar aduciendo a El Cultural que "jamás hemos hecho comentarios sobre estas cuestiones".

¿Riqueza expresiva?
En esa misma reivindicación de la categoría artística de los dobladores está, finalmente, su penitencia. Los españoles llevan décadas viendo las películas cercenadas y manipuladas, causando un gravísimo perjuicio a su integridad. Se boicotea un juicio sensato sobre la calidad de las interpretaciones y se rebaja su riqueza expresiva. Una anomalía histórica que debe ser modificada. Porque Tom Cruise tiene una voz atiplada y Cameron Diaz habla dando gritos. No con el tono monocorde y "perfecto" con el que los solemos reconocer. Y Robert De Niro habla, con mayor o menor engolamiento, en inglés, no en castellano.

EUROPA, A DISTINTAS VELOCIDADES

España no está sola en Europa a la hora de doblar películas. Italia es el único país en el que la versión original resulta igual de insólita que en España. Sin embargo, países de fuerte tradición cultural y con un alto conocimiento del inglés como Francia y Alemania también doblan un gran porcentaje de sus títulos. En Alemania, aunque no sea difícil encontrar versiones subtituladas en muchos cines, es una práctica sistemática en la televisión. Esta costumbre se extiende a todo el área germana. En el caso de Francia, los espectadores pueden escoger. En el resto de Europa, el doblaje es residual o literalmente inexistente. En Portugal está prohibido por ley desde los años 40, en los países nórdicos resulta tan exótico como en las antiguas repúblicas yugoslavas. En Gran Bretaña el doblaje apenas existe aunque no es extraño en la televisión y en Polonia o Rusia se practica con frecuencia el voice over, donde se respeta el sonido original pero con la traducción 'por encima' de uno o dos actores.