El hombre tranquilo y restaurado
Los cines Verdi estrenan este viernes una versión remasterizada del clásico de John Ford
15 marzo, 2013 01:00Maureen O'Hara, John Wayne y John Ford durante el rodaje de 'El hombre tranquilo'.
La cinta fue rodada en Technicolor, con una fotografía a cargo de Archie Stout, que ya había colaborado con Ford en Fort Apache, y de Winton C. Hoch, quien unos años más tarde se encargó de Centauros del desierto. Los verdes prados irlandeses y la brillante cabellera pelirroja de Maureen O'Hara resaltan en un trabajo que mereció el Oscar a la Mejor Fotografía en Color, además del Oscar al Mejor Director para Ford, que también fue reconocido en el Festival de Venecia. Los actores, sin embargo, no obtuvieron ninguna nominación, excepto la que recayó en Victor McLaglen, que daba vida al hermano de O'Hara. No era la primera vez que Wayne y ella compartían protagonismo frente a la cámara: ya lo habían hecho en Río Grande, también a las órdenes de Ford. Y no sería la última, pues los tres coincidirían en otras cuatro ocasiones.
A Ford le costó convencer al estudio de que le dejaran rodar esta historia basada en el libro de Maurice Walsh. Tuvo que pelear por su duración, poco más de dos horas, el uso del Technicolor, y además omitir referencias al IRA, que tenía su propia subtrama en el relato de Walsh, y a la libertad de Irlanda. Su retrato de la sociedad está idealizado, sin divisiones sociales o religiosas evidentes, pues conviven pacíficamente el cura católico y el reverendo protestante. La censura también se encargó de eliminar a uno de los personajes comentando admirado "¡impetuoso! ¡homérico!" ante la cama de los protagonistas, destrozada tras la noche de bodas (y no debido, precisamente, a una pasión desenfrenada). La controversia no acaba ahí, pues la relación amorosa entre Wayne y O'Hara entraña bofetones, patadas e incluso una escena en la que Wayne arrastra a la fuerza a su compañera por un campo en el que Ford, dando rienda suelta a su faceta más bromista, había esparcido estiércol. Durante ese despliegue de poder marital, una mujer ofrece a Wayne una rama para que "pegue a su adorable dama".
Centenares de irlandeses habían huido del hambre rumbo a Estados Unidos, pero Ford trasladó el sueño americano a las verdes praderas de su tierra, azotada sólo por la lluvia y el mar, a una comunidad agraria y tranquila en la que la cerveza negra y las canciones entonadas en la taberna son la mejor cura después de una pelea.