Image: Lealtad y traición en el hampa coreana

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Cine

Lealtad y traición en el hampa coreana

19 junio, 2014 02:00

Fotograma de New World

Es curioso que New World, vibrante thriller coreano ambientado en el mundo de los gángsters, comience con una escena tan poco original como la de un hombre maniatado en una silla torturado por una pandilla de malhechores vestidos con traje. Es como si un filme de estas características debiera rendir inmediato tributo a Tarantino y los clichés del género para después volar por cielos más amplios y luminosos.

Segunda película de Park Hung-Joon, conocido por estos lares como el guionista de Encontré al diablo, New World nos propone un fascinante ejercicio de estilo con sustancia a partir de la lucha fratricida que se desencadena entre dos capos de la mafia cuando muere el jefe en un sospechoso accidente. Hay ecos de El padrino y de las tragedias shakespearianas en un filme en el que los gángsters no se comportan como criminales sino más bien como respetables empresarios. La violencia en realidad aparece de forma esporádica y brutal en un filme sobre la traición y la lealtad que durante buena parte del metraje se asemeja más a un drama que a un thriller al uso. A la rivalidad por el trono entre dos treintañeros de caracteres muy distintos, uno impulsivo e histriónico, el otro metódico y refinado se une como elemento discordante un policía infiltrado en la organización criminal desde hace ocho años que ha logrado acceder a las más altas esferas mafiosas y cuya identidad va siendo vampirizada de forma inevitable por la impostura que lleva años viviendo.

A la manera de Infiltrados, de Martin Scorsese, que no olvidemos era un remake de una película de Hong Kong, New World también propone un escenario más ambiguo en el que la línea que separa la ley de la delincuencia es imposible de discernir. La trama es complicada como manda el canon, pero la película no se enreda en trucos de guion innecesarios para centrarse con talento en una contundente reflexión sobre la identidad (somos quienes creemos o queremos ser o simplemente quienes aparentamos) para construir un poderoso melodrama tan despiadado como inapelable. Hay magníficas secuencias como la llegada del nuevo presidente a la junta directiva del crimen en medio de una larga secuencia de montaje paralelo con ecos claros de aquellos padrinos de Coppola que siempre terminan con muertos por un lado y honores por el otro. La matanza del parking, con final apoteósico en un ascensor, es magistral y redunda en una dirección poco intrusiva que no desdeña, no tiene por qué, el glamour del mundo de los gángsters en una apuesta estética que ha suscitado mucha polémica pero es perfectamente coherente con el tono de un filme que desdeña los maniqueísmos.

New World incluso se atreve con un requiebro final que más que ser un deus ex machina casi tiene algo de justicia poética dejando al espectador con esa sensación incómoda que propina siempre todo buen thriller de perturbarnos por colocarnos en el lugar de los delincuentes. En el universo delictivo de la película buenos y malos se necesitan, intercambian los papeles y libran una guerra secreta plagada de armisticios y prebendas que a todos conviene. Todo sistema necesita un espacio sin ley para poder sostenerse. Un mundo de oscuridad y violencia en el que la honradez brilla lo mismo en todas partes, y la calumnia es igual de repugnante. Gran película.