'The Apprentice. La historia de Trump': los imposibles logros de un patán que conquistó el mundo

La actualidad va sobrada de carnaza para el esperpento, como demuestra el cineasta danés de origen iraní, que después de impactar con Holy Spider (2022) acomete el retrato del auge de Donald Trump como magnate inmobiliario. Una crónica que adopta las formas del bildungsroman –o de origin story si se piensa en Trump como villano de viñeta– para elaborar una radiografía cáustica del personaje.

En The Apprentice, el descaro con el que ejerce la corrupción político-judicial el dúo que forman Trump (un inspirado Sebastian Stan) y el mefistofélico abogado Roy Cohn (un salvaje Jeremy Strong) remite al tono farsesco de El lobo de Wall Street (2013) de Martin Scorsese, mientras que la ineptitud del futuro presidente para moverse por las altas esferas del poder, en la década de 1970, parece salida de una comedia sobre la idiotez de los hermanos Coen.

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En conjunto, estamos ante un cóctel de desfachatez e indolencia que Abbasi desmenuza desde una óptica verista, jugando con el ideal de la cámara como “mosca en la pared” que persiguieron los documentalistas del direct cinema.

Con estas cartas sobre la mesa, cabe preguntarse si, en términos morales, Abbasi se sitúa más cerca de la desafección nihilista de los Coen o de la indulgencia cristiana de Scorsese. Una encrucijada que resuelve tomando la vía de la ambivalencia.

Así, por un lado, el cineasta no oculta la cara más siniestra de Trump, desde su relación obsesiva con la riqueza hasta sus ansias de dominación vampírica, que sufrirá de lleno el personaje de Ivana Trump (una notable Maria Bakalova). Sin embargo, el magnate también se presenta como la víctima de un padre déspota y como el mero aprendiz del auténtico monstruo, el ultraconservador Cohn, quien le instruye en el desprecio a la verdad, el acoso y derribo del enemigo y el culto al éxito.

Con su efervescente colección de música popular de los 70 y 80 –de Pet Shop Boys a Baccara–, su electrizante montaje y sus estampas de un esplendor decadentista, The Apprentice ilustra, no sin cierta excitación, los imposibles logros de un patán que conquistó el mundo gracias a un cóctel de convencimiento y deshonestidad.

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Los defensores del filme podrán argumentar que, en el trabajo de Abbasi, palpita la obsesión de Paul Thomas Anderson por las relaciones entre maestros y discípulos, con la visionaria The Master (2012) como joya de la corona. Sin embargo, lejos del misterio, desazón y humanidad que emanaba del trabajo de Anderson, The Apprentice combina altas dosis de mordacidad y literalidad para componer su engominada e inofensiva efigie de Trump.

La realidad es que cualquier vídeo de la campaña de reelección del expresidente resulta más terrorífico que esta entretenida película.