Image: La trágica y rocambolesca historia de los niños alemanes de la guerra

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La trágica y rocambolesca historia de los niños alemanes de la guerra

Georg Mass presenta Dos vidas, un thriller alemán situado en el momento en el que cae el muro y algunos espías son descubiertos

11 julio, 2014 02:00

Fotograma de Dos vidas

Durante la ocupación nazi en Noruega, hasta once mil niños producto de la unión entre soldados y mujeres de la región fueron robados de sus familias y enviados a siniestros internados en Alemania. Considerados de una calidad racial insuperable debido a su mezcla entre la pureza alemana y el espíritu guerrero de los vikingos, debían ser hijos absolutos del régimen, la vanguardia de una nueva raza que dominaría el mundo. Cuando Hitler pierde la guerra, a algunos de esos niños, unos 250, se quedan recluidos en la parte comunista. Sin embargo, lejos de devolverlos a sus legítimas familias, las nuevas autoridades decidieron seguir con el plan inicial pero utilizándolos como armas para sus propios objetivos. Al alcanzar la mayoría de edad y debido a su nacimiento en Noruega, tenían derecho a volver a su país de origen. Circunstancia que el régimen del Este aprovechó para devolverlos convertidos en espías. Más terrible aún, les daban identidades falsas para que se reunieran con familias que no eran las suyas a las que engañaban haciéndose pasar por los hijos perdidos de la guerra. La historia no puede ser más rocambolesca pero es cierta y en ella se basa Dos vidas, thriller alemán con elementos de melodrama que se sitúa en el momento en el que comienza el más terrible de los dilemas, cuando cae el muro y algunos de esos espías son descubiertos muchos años después de haberse instalado en Noruega y haber formado nuevas familias que en ningún momento conocían su verdadera identidad.

"En esa época los servicios de inteligencia estaban muy prevenidos por el caso del espía Richard Sorge", explica el director Georg Mass. "Sorge se hacía pasar por nazi y fue descubierto cuando alguien lo reconoció de sus tiempos en las juventudes comunistas. El reto era tener espías que no tuvieran un pasado que pudiera delatarlos, con una biografía fuera de sospecha. De esta manera, la RDA los envía de vuelta a casa en un gesto de aparente benevolencia para que se presenten en hogares que no son los suyos y se hagan pasar por el hijo que les fue robado durante la guerra. Algunos de ellos fueron descubiertos cuando cayó el muro y muchos otros se llevaron el secreto a la tumba". Dos vidas está basada en una novela de Hannelore Hippe que a su vez está basada en hechos reales: "Los detalles de la historia están inventados pero partimos de una investigación muy profunda y nos basamos en algunos casos bien documentados. Hubo sobre todo una persona en concreto que nos sirvió de inspiración pero no era una mujer sino un hombre. Somos muy fieles a la verdad histórica salvo el final, que es más dramático. La Stasi mató a algún espía pero no solía hacerlo".

La bienintencionada investigación de un bufete de abogados que reclama compensaciones económicas para esos huérfanos es el desencadenante de una serie de acontecimientos aparentemente contradictorios y confusos cuya verdad solo conocemos al final: "Por una parte me gusta que el espectador esté activo", explica Maas, "por la otra es una estructura que está relacionada con el propio progreso que uno tiene que seguir para entender todos los matices de la historia. Vamos viendo las distintas caras del asunto para comprender la complejidad de la situación". Víctimas absolutas de la historia, primero arrancados de sus familias, obligados a llevar una vida doble después y habitar una impostura, para Maas se trata de "entender cómo la violencia tiene consecuencias que se prolongan a lo largo de muchos años y acaban afectando a generaciones que ni siquiera la vivieron de primera mano. En ningún momento quise juzgar a la protagonista, entendemos que quisiera huir del comunismo, pero también sabemos que ella tomó una decisión, podría haber dicho que no".

El filme propone al mismo tiempo una reflexión sobre nuestra condición de marionetas de la historia en mayúsculas, así como de la siempre compleja cuestión de la memoria. "Lo que me chocó mucho de esta historia es el hecho de que los nazis comenzaran un crimen y las nuevas autoridades comunistas lo continuaran. Eso es algo que en Alemania sabía muy poca gente hasta que apareció la novela. De todos modos, hay quien dice que hacemos una equivalencia. Los dos fueron régimen totalitarios que emplearon la violencia pero los nazis fueron mucho peores, por eso tratamos de mezclar las cosas. Cuando se habla de los nazis y de los comunistas los comunistas, cada uno lo suyo". De forma cruda, la película plantea la eterna pregunta sobre si es mejor llegar a la verdad histórica o no remover más el pasado: "He tratado de que no haya una respuesta. La protagonista está metida en una trampa. Si confiesa destruye a su familia y si no lo hace vivirá siempre en una mentira".

La cuestión de la identidad surge como tema fundamental. ¿Somos lo que somos o el personaje que interpretamos? "Hay un tema que siempre me ha fascinado y es la dificultad para conocer de verdad a otras personas, incluso tu propia mujer nunca sabes quién es del todo. Tendemos a hacer una foto de las personas y a pensar que las conocemos en parte porque somos muy vagos para tratar de desentrañar la complejdad de los demás. En este caso, creo que cuando llevas veinte años viviendo como otra persona lo más probable es que se te haya olvidado quién eras".