Image: El árbol magnético, los soterrados demonios de una familia normal

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Cine

El árbol magnético, los soterrados demonios de una familia normal

1 agosto, 2014 02:00

Una imagen de El árbol magnético.

Isabel Ayguavives estrena El árbol magnético, una conmovedora y hermosa película en la que todo lo que ocurre se encuentra en el trasfondo de los personajes

En Las horas del día Olivier Assayas nos proponía una reunión familiar teñida por la melancolía. El recuerdo de los viejos tiempos felices de una familia que se reúne probablemente por última vez en torno a una casa que se va a poner en venta sirve al cineasta para crear una obra bellísima sobre el paso del tiempo y la nostalgia. Algo muy parecido se propone Isabel Ayguavives en la muchas veces similar El árbol magnético, donde todo parte del regreso a su Chile, suponemos que natal, de un treintañero afincado en España con el rostro de Andrés Gertrudix. Es el personaje más interesante de una historia mucho más atenta a las sutilezas de la interpretación que a los grandes dramas. Apátrida en Madrid y en Sudamérica, Gertrudix interpreta con sensibilidad ese doble (o triple) exilio al que se enfrentan aquellos que se marcharon de su casa muy jóvenes: acabar por no ser de ninguna parte, "traidores" en todos lados y al mismo tiempo desesperados por reivindicar sus raíces como por salir al mundo.

El árbol magnético, rodada con cierto estilo por una Ayguavives muy aficionada a crear imágenes impactantes a través de los reflejos de los cristales, es una película en construcción perpetua, un filme en el que nunca pasa nada en lo que vemos en pantalla y donde pasa mucho en el trasfondo de unos personajes sometidos a la cortesía familiar y que se afanan en ocultar sus sentimientos más profundos. Ayguavives lo cuenta bien, con diálogos que suenan vivaces y sinceros (espléndido momento alrededor del fuego cuando los primos fantasean qué hacer con la vieja casa), con personajes bien trazados con pocas líneas y una atención especial a un paisaje crepuscular y algo marciano que sirve como contrapunto a la aparente normalidad de una familia muy normal y por tanto acosada por mil demonios y verdades no del todo reveladas.

Película de una parquedad expresiva a veces excesiva con algún momento disonante en el que a fuerza de sutilidad se cae en cierta banalidad pretenciosa, El árbol magnético va cogiendo fuerza a medida que se convierte en esa historia de amor perdido y pasional que comienza a apuntarse al principio de la película. La cámara de la directora busca la intimidad de los personajes sin resultar intrusiva y con talento va despojándolos de sus capas para que acaben revelando, por fin, sus sentimientos más profundos. Hermosa y conmovedora cinta que permite adivinar en Ayguavives una sensibilidad sobresaliente para captar en los pequeños gestos y las palabras no dichas la esencia latente que subyace en todas las relaciones humanas.