Image: El legado de Leatherface

Image: El legado de Leatherface

Cine

El legado de Leatherface

Una nueva edición en DVD y Blu-Ray celebra el 40° aniversario de La matanza de Texas, película clave del cine de horror moderno

3 febrero, 2015 01:00

Fotograma de La matanza de Texas (1974), de Tobe Hooper.

El pasado 2014 se cumplieron 40 años del estreno de La matanza de Texas, película clave para el cine de horror moderno. Con este motivo, A Contracorriente Films ha puesto a la venta una magnífica edición en DVD y Blu-Ray que, además del máster restaurado y un nuevo transfer en alta definición, incluye más de cuatro horas de material adicional indispensable. Una ocasión única para volver al clásico de Tobe Hooper y reflexionar sobre su todavía hoy perturbador efecto.

Corrían los primeros 70, Estados Unidos y el mundo habían cambiado. Lejos quedaba ya el Verano del Amor. La utopía de los locos años 60 había muerto junto a Kennedy, Luther King y Sharon Tate, a manos no solo de asesinos como Lee Harvey Oswald o Charlie Manson, sino también del Watergate y la guerra de Vietnam, entre otros culpables más difíciles de encarcelar. Hollywood también estaba cambiando. Los géneros tradicionales desaparecían en el crepúsculo, mutaban hasta hacerse irreconocibles. Una realidad más fantástica que la ficción, terrible y fascinante a partes desiguales, se imponía sobre las viejas fantasías hollywoodienses, en manos de un puñado de realizadores, productores y artistas que se miraban en el espejo del cine europeo y la vanguardia. Era el momento para que un joven director independiente del escaso panorama cinematográfico de Austin, Texas, golpeara la sensibilidad de millones de espectadores con la que habría de convertirse en una de las películas de terror más innovadoras e influyentes de la historia del cine: La matanza de Texas, cuyo título original resultaba todavía más inquietante: The Texas Chain Saw Massacre (La matanza de la sierra mecánica de Texas).

Rodada por un grupo de colegas con poca experiencia profesional, con un presupuesto de 80.000 dólares y a lo largo de un auténtico calvario, bajo temperaturas de más de cuarenta grados, en plena canícula texana, la historia de un grupo de jóvenes en furgoneta, que van a dar en mitad de la nada con una familia algo más que disfuncional, antiguos trabajadores del matadero local sin empleo que han decidido continuar su labor utilizando ahora ganado humano para sus necesidades, se convertiría en un esquema repetido hasta el infinito y más allá, adquiriendo dimensiones arquetípicas, reverso oscuro del camino iniciático del héroe, convertido aquí en una ordalía de pesadilla, donde la realidad más grotesca adquiere tintes oníricos y alucinados, sin perder nunca un agudo hiperrealismo, motivo de su éxito.

Con una anécdota mínima y funcional, un monstruo humano excepcional -el gigantesco, temible y al tiempo patético Leatherface: Cara de Cuero-, una sufrida protagonista superviviente (modelo también arquetípico para el género), y muchos menos medios que imaginación, la fuerza del segundo largometraje de Tobe Hooper reside, ante todo y sobre todo, en su estilo feroz y virulento. Su fotografía cruda, sobreexpuesta y requemada por el sol del desierto, de grano hinchado que sobrevive incluso a la alta definición. Su cámara directa y expresionismo brutal, de cómic dibujado en pleno mal viaje de ácido, sus chirriantes sonidos industriales, su diseño de producción visceral, de feísmo vanguardista, no solo no han sido superados, sino que siguen resultando originales e impactantes. Su huella se reconoce más allá del género de terror y mucho más allá de las secuelas que han seguido explotando la franquicia. La matanza de Texas es cine de guerrilla en estado puro. Una singular combinación de sofisticación y torpeza, sinceridad y búsqueda de emociones baratas. De película "artística" y de autor a la par que exploitation comercial, que impregna todo el cine moderno, posmoderno e hipermoderno, reconocible en movimientos, modas y modos que van del falso documental (mockumentary) al casi olvidado Dogma, pasando por el Torture Porn, el cine francés de la crueldad o el concepto mismo de cine indi.

Falseando la realidad -la voz del entonces desconocido John Larroquette introduce el filme como una true story. Le pagaron con un porro-, pero basándose a la vez en ella -el origen de Leatherface está en los crímenes necrófilos del artesano de la piel humana de Wisconsin, Ed Gein, que también inspiró Psicosis (1960)-, la película de Hooper posee la cualidad alucinatoria de un ceremonial de magia primitivo y salvaje, como supo entenderlo Rob Zombie -quien le rindió homenaje en La casa de los mil cadáveres (2003)-, al tiempo que sirve como irónica metáfora de una América profunda profundamente en crisis, con sus sencillos e "inocentes" pobladores, los "hombres de nueve dedos" de James Dickey, transformados en crueles monstruos de feria, anacronismos momificados, que, sin embargo, se niegan a morir, matando con la misma furia y salvajismo que los elementos desatados, convertidos en perversos espectros psicóticos, despojo de la sociedad post-industrial.

Viendo el material adicional de la edición de A contracorriente films, descubrimos que aquel lejano 1973 se fraguó el cine de terror moderno. En la película colaboraron creadores que lo harían después en títulos como Las colinas tienen ojos (1977), Trampa para turistas (1979), Aullidos (1981), Poltergeist (1982), Re-Animator (1985), Subspecies (1991) o El silencio de los corderos (1991), inspirada también, por cierto, en Ed Gein. Varias generaciones de directores crecieron con la esperanza de atacar el cine con su propia sierra mecánica, entre ellos el mismísimo Nicolas Winding Refn, según confesión propia (véase su trilogía Pusher, en especial la última entrega: Soy el ángel de la muerte, de 2005). Pero eso no es lo asombroso. Lo asombroso es que viendo hoy La matanza de Texas surge una duda angustiosa: ¿Podrá volver el cine de horror a ser alguna vez tan fresco, sincero, brutal y asustante como sigue siéndolo el filme de Hooper? La respuesta quizá esté tras la máscara de piel humana de Leatherface... tan joven hoy como hace 40 años.