Image: 75 minutos de crisis en Lavapiés

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Cine

75 minutos de crisis en Lavapiés

12 junio, 2015 02:00

Raul Arévalo en una imagen de la película

Un solo plano secuencia, un gran reparto y una noche en Lavapiés. Es todo lo que ha necesitado Joaquín Oristrell para armar su última película, Hablar, en la que apela al poder de la palabra en tiempos de empobrecimiento y desesperación. El retrato de una sociedad extraviada.

Las técnicas del cine de guerrilla llegan a los directores más avezados. Con una nutrida carrera de éxitos en las salas comerciales, Joaquín Oristrell se lanza a las calles de Lavapiés para construir con un solo plano secuencia (la película fue rodada del tirón en una noche) una foto fija de la España en crisis de hoy en la que aparecen varios de nuestros mejores actores. Hablar sirve como catalizador de las pulsiones de un país azotado por la corrupción y la miseria en una ciudad con sus eternos problemas de soledad y pérdida. Así, Mercedes Sampietro da vida a una sosias de la mujer de Bárcenas y Raúl Arévalo a un joven confundido que busca el amor con una aplicación de móvil; Juan Diego Botto a un desalmado empresario que explota a los inmigrantes irregulares o Marta Etura se luce como treintañera desesperada porque no encuentra trabajo. "La película surgió en un seminario con Cristina Rota, en el que nos propusimos hacer unos monólogos por el hecho de hacerlos. Después los rodamos para darnos el placer de montarlo en un plano secuencia de 80 minutos", explica Oristrell sobre el peculiar proceso de producción.

Los personajes más representativos de la España de hoy aparecen en Hablar con un coste muy bajo porque ninguno de los actores ni el propio director han cobrado. Es sobre todo un filme de actores que les permite lucirse con breves escenas muchas veces envueltas en un intenso dramatismo: "Se habla de la crisis pero es más existencial. Un grupo de gente que son como náufragos en un Titanic. Estamos envueltos en la estupefacción, todo está cayendo y el ciudadano anda allí perdido. En ese extravío surge Hablar". Son los propios actores quienes escogen a sus personajes: "Esa generación en la treintena quiere hablar de la crisis pero no es solo eso, son personajes perdidos que van buscando una conexión unos con otros".

Perfiles poliédricos

En breves pinceladas, vemos las distintas caras de unos perfiles poliédricos: "En las improvisaciones con los actores empiezas a ver cosas que con un guión cerrado son más difíciles que surjan. Por ejemplo, a Marta Etura hay un momento en el que no la entiendes. Ha llegado a un punto de desesperación por no trabajar que ya no sabes lo que dice y simplemente parece una histérica. El personaje de Nur Levi dice cosas con las que estás de acuerdo pero ella te resulta insoportable... Existe esa mezcla extraña de que son personajes muy queribles y muy odiables", cuenta Oristrell.

El filme tiene la virtud de devolvernos la capacidad del teatro para mostrar la energía de una buena interpretación, pero también encuentra un modo cinematográfico de articularlo. Según Oristrell, el por momentos glorioso plano secuencia hace la película "muy imperfecta pero también le da mucha fuerza". Rodada en cuatro tomas en las que "no se podía parar", es la última la que verán los espectadores. Sin truco ni cartón, Oristrell reconoce ecos de esos retratos nocturnos y urbanos del primer Jarmusch, así como del neorrealismo italiano en el que la miseria y la picaresca van de la mano. "Me gusta de ese cine italiano la idea de captar el tiempo. Hay una inspiración en la estructura de Slacker y el propio Linklater con su uso de la palabra, pero también Dino Risi con Monstruos de hoy".

Como indica el título, Hablar es una reflexión sobre el poder de la palabra: "Hay un metadiscurso en el que la palabra es la esperanza. Un personaje tira el móvil y eso es como el suicidio actual. Como diría León Felipe, la palabra es lo que le queda al ciudadano ".