Image: Isaki Lacuesta

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Cine

Isaki Lacuesta

Cine de verano en una habitación extranjera rodeada de nieve

11 julio, 2015 02:00

Noche, oscuridad, calor. Cine de verano en la plaza del pueblo. Una de tiros, de amores prohibidos, de aventuras míticas... De Jamón, Jamón a Lawrence de Arabia, escritores, artistas, cineastas, músicos, actores y directores teatrales recuerdan aquí aquella película que vieron en plena ola de calor.

En mi pueblo no había cine de verano. Y tampoco había cine de verano en el pueblo donde pasábamos las vacaciones. De hecho, a nadie en su sano juicio se le ocurría ver películas durante el verano; como mucho mirábamos la tele mientras hacíamos la digestión el tiempo justo antes de volver al agua: Galáctica, El sexto sentido, El gran héroe americano. El verano no era para ver las aventuras de los Goonies sino para vivirlas.

Por eso no asocio el cine de verano a la infancia sino a la vida de estudiante en la capital y a los intelectuales urbanos. Recuerdo haber visto al aire libre Las dos inglesas y el continente de Truffaut. Me sonaba a clásico antiguo, como si el vestuario correspondiera realmente a su época de filmación. Fuimos a verla con mi novia: en uno de los bancos de esa misma plaza nos masturbábamos durante el día, así que era difícil identificarnos con aquellos personajes tan raros, que decían amarse tanto que renunciaban a verse. Además yo ya escribía; me pasé toda la proyección tratando de discernir entre estilo directo e indirecto. No entendí un carajo. Ni siquiera me gustó.

Tardé veinte años en volver a ver la película de Truffaut. Nada más lejos de un cine de verano. Estaba solo en Suiza, mezclando una película que habíamos rodado en África. Pero en Zurich nevaba a diario y por las noches me cagaba de frío mientras regresaba al hotelucho terminando el kebab de turno. Junto al hostal había un vídeo club. Busqué lo más distinto posible a una película africana y me alquilé Las dos inglesas y el continente. Volví a verla una noche, en la habitación, con el ordenador en las rodillas y cubierto por tres mantas grises deshilachadas. Todo era indirecto y directo al mismo tiempo, y por eso no importaba. La gocé como un perro apaleado.

Los enamorados de la película decidían separarse durante dos años para poder reencontrarse. Para disfrutar de la película yo había necesitado diez veces más tiempo y convertir el cine de verano en una habitación extranjera rodeada de nieve.

El cineasta Isaki Lacuesta (Gerona, 1975) estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Autónoma de Barcelona y se graduó en la primera edición del Máster en Documental de Creación de la Universidad Pompeu Fabra. Ha dirigido varios cortos y el documental La noche que no acaba, sobre la vida de Ava Gadner en España. En 2011 ganó la Concha de Oro del Festival de San Sebastían por su película Los pasos dobles. Recientemente ha estrenado su último trabajo, la comedia Murieron por encima de sus posibilidades. Compagina el cine con la docencia y la colaboración en diversos medios, escribiendo artículos sobre cine, música y literatura.