Francisco Ferrer Lerín
Conociendo al Capitán Ángel entre el hedor de un viejo cine de pueblo
31 julio, 2015 02:00Noche, oscuridad, calor. Cine de verano en la plaza del pueblo. Una de tiros, de amores prohibidos, de aventuras míticas... De Jamón, Jamón a Lawrence de Arabia, escritores, artistas, cineastas, músicos, actores y directores teatrales recuerdan aquí aquella película que vieron en plena ola de calor.
Mi cine de verano era un viejo cine de pueblo. Un edificio aislado, gris oscuro, rodeado de una explanada polvorienta en la que acampaban vendedores de caramelos, cacahuetes, altramuces (decían que reblandecidos con orina y agua) y, sobre todo, sandías, sandías abiertas colocadas sobre grandes mantas que unos tipos con sombrero descargaban de las alforjas que llevaban los borriquillos.Entrar en la sala era sumirse en un olor espeluznante, lo peor que podía emanar del ser humano. Iba poco, siempre con niños veraneantes, en especial con los hermanos Carlino, Chito, el menor, de mi edad, y el mayor, Jomía, algo rijoso, que disfrutaba viendo el vientre de las mujeres cuando iban y venían por el pasillo de platea. Decía: "las andaluzas aunque estén secas tienen barriga". Sólo recuerdo una película, Capitán Ángel, que no sabía entonces que era cine negro de serie B. En el cercano río solté, a mediados de septiembre, cuando faltaba poco para regresar a la ciudad, un ejemplar de galápago leproso -Mauremys leprosa-, robado en julio en una atracción de feria.