Image: Sitges, terror íntimo con sello propio

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Cine

Sitges, terror íntimo con sello propio

9 octubre, 2015 02:00

Frankenstein de Bernard Rose

El Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña, que arranca hoy en Sitges, nos trae una avalancha de autores, en el más estricto sentido del término, además de una clara apuesta por el terror, que no decepcionará a quienes todavía buscan en el miedo la emoción estética definitiva.

Desde hace años el Festival de Sitges, sin perder de vista su carácter volcado en el cine fantástico, que le ha dado personalidad única e intransferible, viene mostrando una decidida inclinación por las apuestas más autorales, independientes y rigurosas, cinematográficamente hablando. Para disgusto de unos y satisfacción de otros, año tras año el certamen dirigido por Ángel Sala no solo ha ido sumando a la Sección Oficial y la Sección Panorama, ambas centradas en el género, otras de miras tan amplias como Nuevas Visiones One, Nuevas Visiones Plus o Seven Chances, sino que también ha introducido en ellas títulos de sello marcadamente autoral e incluso vanguardista o experimental. Se trata, sin duda, de una forma de entender el cine fantástico abierta, inclusiva y heterodoxa, que parte de expandir sus fronteras y buscar conexiones, puentes e interrelaciones con otros mundos y géneros, amparándose bajo el paraguas tanto de la fantasía como del terror, para incluir thrillers extremos, apuestas arriesgadas y experimentos formales que cuestionan las etiquetas y los modos narrativos convencionalmente asociados al género. Sitges, salón de muestras de las nuevas tendencias del fantástico a lo largo de casi medio siglo, entiende mejor que nadie que se trata de un género escurridizo, cuya naturaleza proteica propicia la coexistencia de estilos diferentes, alejados entre sí. Género de géneros y degeneraciones, abiertamente bastardo, producto de la simbiosis de infinitas influencias, arquetipos, escenarios y temas. El campo más fértil para, precisamente, el cine de autor.

Autores no faltarán en este Sitges 2015. Oliver Stone recibirá el Gran Premio Honorífico, no solo rememorando sus inicios con filmes de terror como Seizure (1974) y La mano (1981), sino quizá todavía más por los componentes alucinados y grotescos de títulos como JFK y Nixon -la conspiranoia hecha cine-, Asesinos natos (1994) o Alejandro Magno (2004). Entre quienes recibirán el premio Máquina del Tiempo, en reconocimiento a su carrera, encontramos a Nicolas Winding Refn, cuya filmografía ha seguido Sitges atentamente y que, antes y después de la sobrevalorada Drive (2011), nos ha dado obras netamente fantásticas a la par que formalmente radicales como Valhalla Rising (2009) y Sólo Dios perdona (2013). O a Sion Sono, uno de los autores nipones más personales y sorprendentes, a la altura de Kitano o Miike, con títulos como Cold Fish (2010) o Tokyo Tribe (2014), que llevan al terreno del delirio personal elementos del cine de horror y de ciencia ficción. Más autor todavía si cabe, recibirá el premio también Andrzej Zulawski, director de obras maestras inclasificables como Lo importante es amar (1975) o La posesión (1981), clásico indiscutible del fantastique, de quien se verá su nuevo filme: Cosmos, basado en novela de Gombrowicz... ¿Se puede pedir más cine de autor?

Goddess of Love de Jon Knautz

Pedid y se os dará: Le tout nouveau testament, comedia sacrílega de Jaco Van Dormael; Journey to the Shore, fantasía romántica del inquietante Kiyoshi Kurosawa; High-Rise, adaptación de Ballard a manos del británico Ben Wheatley; Life de Anton Corbijn o, rizando el rizo autoral, la polémica Love del imprevisible Gaspar Noé: porno de autor en 3-D, para dejar de piedra a los espectadores más tradicionalistas del festival. Al fin y al cabo, el sexo siempre es fantástico.

Pero que nadie se asuste. Si algo no faltará en esta edición es, precisamente, miedo. Según el propio Ángel Sala, miedo sin concesiones ni excusas. Pese a la presencia inevitable (y bienvenida), de un puñado de comedias de terror como The Final Girls de Todd Strauss-Schulson, parece evidente el retorno a un cine de horror asustante, que busca ciertas señas de identidad clásicas, a la vez que se plantea en términos cinematográficos totalmente contemporáneos. Es el caso de la película de inauguración, The Witch, primer largometraje de Robert Eggers, fan de Poe de quien se rumorea podría dirigir el nuevo Nosferatu, que sitúa su película en la Nueva Inglaterra del siglo XVII, en plena fiebre de la brujería. Por el contrario, el retorno al género de Bernard Rose, autor de clásicos de culto como La casa de papel (1988) o Candyman (1992), es una adaptación de Frankenstein ambientada en Los Angeles. Curioso contraste entre la recuperación moderna de un escenario gótico clásico y la apropiación contemporánea de un clásico gótico. También en la gélida Nueva Inglaterra, pero de hoy, se desarrolla We Are Still Here, historia de casa encantada dirigida por Ted Geoghegan, que recupera a la añorada Barbara Crampton.

La infancia de un psicópata

The Witch de Robert Eggers

Pero el verdadero escenario del miedo es, sin duda, la mente humana. El thriller psicológico, que juega con los terrores más íntimos, es uno de los protagonistas de Sitges, con títulos como The Boy de Craig Macneill, la infancia de un psicópata; The Invitation de Karyn Kusama y Knock Knock, remake del oscuro clásico Los sádicos (1977) firmado por el gurú del terror Eli Roth. Estas dos últimas comparten parecido esquema: un hombre aislado en una casa corriente, a merced de los retorcidos y crueles designios de, en la primera, su ex-esposa y el nuevo marido de ésta, y, en la segunda, de dos bellas y extrañas mujeres. Nadie está a salvo, ni siquiera en casa. Si Sitges 2015 está lleno de autores, también está lleno de miedo. De un miedo con firma, por supuesto.